Óscar Misle
@oscarmisle
@oscarmisle
En un post en su Instagram del psicólogo Rubén La Rosa @redsiliente,
colocó una imagen a la que hice repost
por lo interesante de su contenido. Fueron muchas las reacciones generadas.
Debajo de la frase “LOS VARONES TAMBIÉN”… aparece la
ilustración de un niño sonriente rodeado de un serie de mensajes: “Podemos expresar nuestros
sentimientos (podemos llorar)”; “Podemos jugar, tanto con los niños, como con las niñas”; “Podemos abrazar y besar a
nuestros padres con afecto”; “Podemos tener gustos diferentes a los de otros
varones”; “Podemos cocinar, pintar y tocar música”; “Podemos ser nobles y
cariñosos”.
De acuerdo con La Rosa cuando manifiesta que los
hombres tenemos culturalmente negado el poder expresar algunas emociones, especialmente la
tristeza y el miedo.
“Los niños no lloran” “Ud es un varoncito no puede andar con miedo”…
Se celebran y refuerzan conductas que sirven
para demostrar que son unos
varones, especialmente cuando reaccionan con agresividad. Se repite como un
troquel creencias como ”Solo les deben gustar los juegos rudos y de
contacto”, casi a juro deben jugar
futbol o béisbol.
Una escena viene
a mi memoria. Tenía 10 años. Mi papá nos llevaba al colegio. Cada
vez que nos despedíamos yo le daba un
beso. Un día cuando estábamos en el ritual de despedida, me sorprendió: “Ya estás
grande, eres un varón y no debemos despedirnos con un beso” No entendí el por
qué de esa prohibición; sin embargo lo asumí como un mandato definitivo
¡Dame un beso!
Pasó el tiempo y a los 52 años a mi papá le dio un
infarto que lo llevó a la terapia intensiva del Hospital Vargas, Caracas. Cuando
lo fui a visitar me impresionó verlo con máscara de oxígeno, conectado a una serie de
mangueritas, monitores, en un ambiente helado como suelen ser estas salas.
Poco a poco me acerqué, muerto de miedo. Sin
saber qué hacer ni qué decir. Cuando
estaba cerca veía que detrás de la mascarilla, hacía una petición que no
lograba entender. Me acerqué y escuché:
“!Dame un beso!” Me quedé paralizado. Apareció en mente la escena frente
al colegio con aquel mandato que asumí como definitivo. Pero el amor fue más
fuerte y le di el beso. Y en ese momento sentí que ese beso me devolvió a mi
padre.
A partir de ese momento el beso volvió a estar presente en nuestros saludos, despedidas…
No solo conmigo, también besaba a mis otros hermanos, cuñados, sus compadres… Murió a los 89 años, su corazón no necesitó de infartos
para sentir y solicitar amor.
Condón emocional
El condón emocional, a diferencia de otros preservativos, lo
usamos permanentemente y nos resistimos a abandonarlo, tanto que puede convertirse en una segunda piel.
Cuando vemos a algún ser querido, especialmente si es
varón, expresar sus sentimientos, inmediatamente, movidos sin duda por el
amor, hacemos lo imposible por cambiarle la frecuencia y sintonizarlos en un
canal diferente, en otras palabras, los estimulamos a
reprimir su emoción.
El libro “El Caballero de la armadura oxidada” del estadounidense Robert Fisher, best seller con más
de un millón de copias en todo el mundo, ha
tenido gran impacto en personas
de todo las edades, sexos y contextos porque refleja el proceso de
cambio de un hombre que expresaba sus sentimientos y que debió, a fuerza de dolor y soledad, sentir
como se destartalaba su armadura hasta ponerlo de rodillas, con la
frente pegada al suelo, para que por primera vez su corazón estuviera por
encima de la razón.
El pasado 23 de Julio
murió mi hermano Antonio a los 63 años. Sus afectados pulmones dieron su
último respiro. En medio del dolor nos queda el consuelo de haber podido durante
esos momentos expresarle nuestro amor, como agradecíamos y honramos su
presencia, con palabras llenas de
lágrimas; pero liberadoras tanto para él como para nosotros.
Los besos y los abrazos no se postergaron. Espacios
íntimos para el perdón y el agradecimiento estuvieron presentes.
Nunca pensamos, 6 meses
antes, que el final de sus días estaba tan cerca. No sabemos cuándo partiremos.
El momento para abrazarnos, besarnos, perdonarnos es hoy.
Hasta la próxima
resonancia