Por
Óscar Misle
“Si
hay discriminación en esta escuela y, por supuesto, exclusión. Existe mucha
competencia entre los estudiantes. Con frecuencia escuchas: “Chamo, ya es hora
de que te cambies esos zapatos” “Es morral es chimbo” El hecho es que la
situación económica ha generado una variante del bullying que es meterse con
los compañeros por la forma en que se visten, por lo que comen, lo que pueden
comprar” Gabriela, maestra de 5° grado.
En los centros educativos, los niños y
adolescentes con frecuencia muestran intolerancia a los que
son diferentes o “raros” por su condición o apariencia física, intelectual,
preferencia o comportamiento sexual,
religión…
Esto convierte a los rechazados en blanco
de burlas, exclusiones y humillaciones. La forma
de manifestar su intolerancia a la diversidad se expresa de
manera explícita con palabras o agresiones físicas o con
gestos y símbolos.
En el caso de las niñas y los niños
las agresiones por diferencia de género y por las representaciones
sociales que se tiene de los comportamientos masculinos o
femeninos, favorece que estos reproduzcan creencias
que perpetúan el uso del poder físico o emocional para humillar,
agredir o descalificar a los del sexo opuesto o del mismo sexo.
Ya en la adolescencia, es propio constituir
pequeños grupos que manejan códigos comunes en su forma de pensar,
sentir, vestirse, preferencias musicales, intereses o estatus
social. En un mismo salón pueden coexistir varios grupos. El
problema es que la convivencia se ve
afectada si estas diferencias se traducen en ofensas,
agresiones físicas, o hace que se autoexcluyan y no
participen en las actividades generales, y saboteen al resto del salón.
Coincidimos con Horacio Maldonado cuando afirma
que la anulación física o simbólica del otro siempre genera violencia. Por
eso, como educadores y familias debemos estar pendientes de
identificar cuáles son las razones o las causas por las que se están dando
determinados comportamientos. ¿Es un solo estudiante? ¿Un grupito?
¿O toda el aula?
¿Lo normal es ser diferentes?
Esta pregunta quedaría más para una
campaña de sensibilización porque, en la práctica del quehacer
educativo, ser diferentes es motivo para agredir o ser agredido. Insistimos
en que uno de los principales retos de la educación en el mundo actual tiene
que ver con la formación para la diversidad.
Se han roto barreras y patrones
debido a la globalización, programas por cable, videojuegos,
el Internet y todo el cúmulo de información que se difunde; sin embargo,
están surgiendo nuevas formas de resistencia cultural: nacionalismos,
fundamentalismos religiosos, étnicos y políticos que nuevamente apuntan a
pensar que se debe educar en un pensamiento único y una sola forma de ver el
mundo.
¿Qué dice nuestra legislación?
La
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su artículo
102, establece que la educación es un servicio público y está
fundamentada en el respeto a todas las corrientes del pensamiento, con la
finalidad de desarrollar el potencial creativo de cada ser humano y el pleno
ejercicio de su personalidad en una sociedad democrática.
El artículo 19 indica también: “El Estado garantizará a
toda persona, conforme al principio de progresividad y sin discriminación alguna,
el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos
humanos”.
La
no discriminación es un principio reconocido en los pactos y tratados
internacionales en materia de Derechos Humanos y en la legislación
venezolana. Al respecto, el artículo 21 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela establece:
“Todas las
personas son iguales ante la ley; en consecuencia, no se permitirán
discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o
aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar
el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos
y libertades de toda persona”.
Si
está tan claro el mandato de nuestra Constitución, ¿por qué tanta
resistencia para darle vida en la práctica? La discriminación sigue siendo
una realidad en los centros educativos. Pudiera dar la
impresión de que es un término fuerte o desproporcionado, pero, según
el diccionario, discriminar es el trato diferente y perjudicial que se da a una persona por
motivos de raza, sexo, ideas políticas, religión, etc.
Habría que
agregar por su orientación sexual, situación económica, lugar de
nacimiento… Un listado que seguramente es más largo de lo que imaginamos. Una
discriminación que en lo cotidiano se traduce en exclusión, rechazo, prejuicios y creencias
que afectan la convivencia.
Hasta
la próxima resonancia