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viernes, 27 de febrero de 2015

EN LA CRIANZA ¿DÓNDE ESTÁ PAPÁ?


Por: Óscar Misle, @oscarmisle



Ser padres
Ser padre no es cuestión de géneros. (Créditos: Shutterstock.com)

Las diferencias  entre lo que significa ser    hombre o  mujer es un tema que se presta a muchas especulaciones, generalizaciones con el riesgo de caer  en estereotipos que  pueden traducirse en  interpretaciones ligeras que más  que  ayudarnos tienden a confundirnos.

Si existen diferencias, pero con los mismos derechos. Si lo analizamos desde el punto de vista  biológico, ciertamente hay claras diferencias entre el hombre y la mujer. Para nadie es un problema aceptar que el hombre tenga pene y testículos o  que la mujer tenga senos, vulva, vagina… La cosa es más compleja cuando se trata de asumir diferencias en la forma en que expresan sentimientos y emociones  los hombres y las mujeres.

No  todos los  hombres son iguales, tampoco las mujeres, sin embargo  no se puede obviar que existe una construcción social del género. Se define  culturalmente sobre lo que es o no masculino o femenino. Se pone en  evidencia en la forma en que se vive la sexualidad, que no es solo genitalidad. Tiene que  ver  en cómo estructura la personalidad, la identidad sexual… Podríamos hacer una larga lista de condicionantes que hacen que hombres y mujeres, independientemente de su orientación sexual, tengan respuestas emocionales diferentes frente a situaciones similares.
Con estas representaciones sociales de cómo se ven, sienten y viven los comportamientos asignados y promovidos culturalmente al género nos toca  convivir en la familia, escuela, comunidad…

¿Dónde está papá? Para algunos varones puede resultar complicado, cuando son adultos, asumir ciertas tareas en el hogar. De pequeño aprendieron que esas labores eran cosas de mujeres. Ciertamente los tiempos han cambiado, pero es mucho el camino que queda por recorrer.
En el programa de radio “Lo mejor de todo” transmitido, a medio día, por Onda la Súper Estación, conducido por Viviana Gibelli a quien tengo el honor de acompañar en una sección los días miércoles llamada “Pequeñas confidencias. Los protagonistas son un grupo de niños y adolescentes. Cuando  abordamos temas  relacionados  con la crianza, la  figura que sale  a relucir es la mamá y muy  poco se  menciona al padre. Cuando intencionalmente preguntamos: ¿Dónde está papá? Se sonríen y nos dicen: “está trabajando”. Una de las adolescentes comentó: “Cuando mi papá llega y  quiero contarle algo mi mamá me dice que no lo moleste porque está cansado”

En los talleres algunas madres nos comentan: “el colabora conmigo” en lugar de decir el comparte las tareas de crianza conmigo.
Cuando nos invitan a alguna actividad con familias centros educativos, la asistencia mayoritaria es de mujeres. Solo asiste uno que otro padre.

La presencia y participación el padre en la crianza es muy importante y necesaria, tanto como la de la madre. Su ausencia puede crear orfandad  emocional, especialmente en lo varones que aprenden a ser hijos, pero no padres. No tienen referentes sobre lo que significa ser  no solo un  proveedor material sino  también emocional.
Los  niños  aprende con lo  que  ven, aprenden qué significa ser papa o mamá  con los ejemplos, con los juegos en el preescolar, con lo que ven en los medios de  comunicación.
Es importante revisar los patrones de crianza: ¿Tienen las niñas las mismas  oportunidades que los varones? ¿Tienen los mismos derechos, deberes y responsabilidades?

Seguimos creciendo juntos 


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jueves, 19 de febrero de 2015

EL MANUAL DE CONVIVENCIA ¿ES ÚTIL?




Un manual de convivencia
Un manual para todos. (Créditos: Shutterstock.com)

El Manual de Convivencia Escolar debería adaptarse al espíritu y concepción de cada escuela y ser reflejo de un consenso entre todos los miembros de la comunidad escolar, adultos, niños y adolescentes.

¿Es útil?
Una de las  quejas de  docentes y familias es que  el manual se  queda en los estantes y no se le da el  uso necesario. Solo se desempolva cuando hay un problema grave.

Para que el manual cumpla sus objetivos requiere:

Normas consensuadas. Las normas deben ser discutidas en cada salón de clases, creadas por toda la comunidad y adaptadas a la escuela. Se debe revisar cada vez que sea necesario, siempre en consenso.

No puede ser un comodín. Es una herramienta para poner “claras las reglas del juego. Deben ser conocidas por la comunidad educativa y deben estar definidos cuales son las consecuencias cuando se incumplen. Si es  fruto del  un acuerdo, hay que respetarlo. No puede ser acomodaticio y utilizarlo discrecional o arbitrariamente solo cuando nos conviene sino lo niego”.

No pueden estar alejados de la realidad. En muchos planteles, los manuales  son predefinidos por los docentes y el director. Se excluye a los estudiantes. Al no participar no se identifican con el  instrumento. Esas normas les son ajena ajenas. Este recurso será útil en la medida que sea discutido. Un proceso de profunda participación de los estudiantes, que entiendan, que comprendan, que vean implicaciones, no solo que se vea como un requisito o formalidad.

El remedio no puede ser peor que la enfermedad. Debe contribuir para, ante un hecho concreto de violencia, establecer claramente las sanciones. Los estudiantes deben saber que sus actos tienen consecuencia. La impunidad genera violencia.

Derecho, justicia, leyes, ¿aquí en Venezuela? Suele suceder que los estudiantes y docentes expresan que esas normas no se aplican. “¿Esta señora de qué está hablando? Derecho, justicia, leyes, ¿aquí en Venezuela?”. Con esta situación social que vivimos, con este contexto institucional tan grave y amenazado, como el que tenemos, es muy precario lo que se puede hacer”.
Ciertamente vivimos una situación social complicada en la que las leyes se aplican de forma discrecional o arbitraria.

Se confiará en las leyes cuando se conciban como herramientas útiles para  que el buen trato y la justicia se vivan en el día a día y entre todos los miembros de la comunidad  educativa.
Las leyes deben servir para prevenir. Los manuales son para garantizar la sana  convivencia y no para ocupar un espacio en los estantes de la dirección o coordinación.

Seguimos creciendo juntos


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viernes, 13 de febrero de 2015

MAMÁ: ¿PUEDO HACERME UN TATUAJE?

Por: Óscar Misle, @oscarmisle



¿Puedo hacerme un tatuaje?
Quiero hacerme un tatuaje ¿puedo? (Créditos: Shutterstock.com)


En nuestro reciente libro “Cuando la aulas dejen de ser jaulas” bajo la autoría de Fernando Pereira y este servidor compartimos algunas entrevistas realizadas a educadores en torno a los piercings, tatuajes apariencia física como generadores o no de violencia.

Ernesto: “Soy artista plástico y se tatuar. Cuando me desempeñé como coordinador de disciplina, le comentaba a los muchachos que un zarcillo de más o un piercing, no compromete su capacidad intelectual; pero las normas lo impiden y las normas hay que respetarlas. En el consejo de profesores se decía que era para resguardarlos de un queloide. Les preguntaba a mis colegas que si un muchacho consigue una clínica con todas las condiciones sanitarias ¿lo dejarían? Pienso que a los alumnos muchas veces los consideramos incapaces de tomar sus decisiones. Yo le decía a los muchachos que podían destacar por otras virtudes y no por tener un accesorio”.

Rosa: “En el liceo mientras más apariencia de “malote” más rango y poder se tiene entre los alumnos. No intervenir es dar un mensaje de que él domina su territorio”.
Marlene: “Un piercing no influye en el rendimiento académico. Muchos profesores solo se fijan en eso”.

Como se verá las posiciones de los educadores son variadas y en la práctica  son generadoras de  conflictos y de difícil consenso.

El lenguaje de los  tatuajes

Suele decirse  que  los muchachos se tatúan por seguir una moda y se olvida  que no son solo marcas en la piel. Sirven para distinguir, copiar o simbolizar algo que importa, que guste y que se quiere preservar, que sea inmodificable para toda la vida.

Ponen en evidencia, a través del cuerpo, aquello que no puede ser dicho con palabras, o simplemente que las palabras no alcanzan para expresarlo en su justa dimensión.
Es el sello que imprime eso que es difícil verbalizar, porque no se desea o no se  puede expresar pero tiene un fuerte contenido emocional. Puede haber una  historia, una relación, una pérdida o un deseo.

Tatuarse implica agredir la piel para permitir que penetre la tinta. Esto se logra con  dolor físico.  Puede ser la  forma de  simbolizar  y “calmar” un dolor psíquico, angustia; por ejemplo, mitigar el dolor por la muerte o pérdida de un ser querido, hay quienes se tatúan la imagen del ser fallecido o algún símbolo que represente un  amor, un sueños o una pérdida.

Son imágenes que permiten inmortalizar algo con el deseo que perdure para siempre. El tatuaje puede ser una forma de sentir que, pase lo que pase,  siempre estará en mí. Muchas veces, en las morgues,  a las personas se les puede reconocer por el tatuaje que llevan estampados en una parte de su piel.

El tatuaje puede ser una forma de sentido de pertenencia a un determinado grupo. La decisión de imprimir un tatuaje implica una motivación o necesidad  personal que pone en evidencia un deseo consciente del sujeto. Puede ser  incluso que la persona, no lo tenga presente, y queda oculto en el inconsciente. Pero más allá de ello, hay un significado, un simbolismo, que resultará interesante descifrar.

Nos  toca como adultos, más que  juzgar, preguntarnos ¿Por qué deseará mi hijo hacerse un tatuaje? ¿Qué será lo que quiere tatuar en su piel para toda la vida y que se inmodificable? Seguramente no tendrá claras las respuestas, pero con será una bonita oportunidad para el acercamiento y la comunicación.


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lunes, 2 de febrero de 2015

¿CÓMO APOYAR A NUESTROS NIÑOS EN SUS DUELOS?

Por: Óscar Misle, @oscarmisle




Duelos: ¿Cómo apoyar a los niños?
Siempre debemos apoyarlos. (Créditos: Shutterstock.com)

Juan (12 años) perdió a su mamá por un cáncer de mama que hizo metástasis. La deterioró de tal forma que solo sobrevivió dos años. A la semana, Juan; volvió muy triste y silencioso a la escuela. Su comportamiento era hostil cuando alguien trataba de intimar con él.
Lo remitieron a la orientadora. Cuando tenía a Juan sentado al frente, le dijo: "Mira hijo, debes estudiar para que hagas feliz a tu mamá en el cielo. Se pondrá triste si no subes tus notas". Imaginemos la cara de Juan, además de su dolor, rabia, miedo… cargar con la culpa de hacer "infeliz a su mamá en el cielo" por haber bajado su rendimiento escolar.
Los duelos surgen cuando se tienen pérdidas humanas o materiales. Se pueden presentar comportamientos diversos que nos desconciertan. De pronto los niños pueden tornarse hostiles, herméticos o escurridizos o también tristes, apáticos o desmotivados, y cuando les preguntamos qué pasa, contestan: “nada”. No saben o no desean expresar verbalmente sus sentimientos.

¿Qué podemos hacer?

Expresarles nuestro afecto y apoyo. Necesiten acercamiento y atención y no saben cómo expresar su dolor. Podemos apoyarlos con abrazos, comunicándole que los queremos, que no están solos, que entendemos que no quieran hablar sobre lo que está pasando, pero hacerle saber que cuando lo deseen estaremos dispuestos a escucharlos

Aceptar que la rabia es parte del duelo Nos cuesta aceptar que por causa de una pérdida nuestros hijos se tornen agresivos u hostiles. Esas reacciones son la forma de expresar su rechazo por la pérdida. Es importante hacerles saber que entendemos que sientan rabia por no poder recuperar a la persona o pertenencia perdida.

Hacer ver que lo que sucedió no es su culpa. Pueden sentirse culpables porque creen que su comportamiento pudo incidir en la enfermedad del ser querido, en la separación de sus padres o en el conflicto en el que hubo rupturas. Se les debe expresar que no fueron ellos los responsables.

Expresar que en algunas ocasiones es un alivio lo sucedido. Cuando mueren familiares con enfermedades crónicas, terminales, con profundos padecimientos físicos y psicológicos, ayuda entender que la muerte los liberó de ese sufrimiento. Lo mismo sucede cuando las relaciones de sus padres han sido muy conflictivas, violentas, difíciles, y la separación puede  ser “un mal” necesario.

Aceptar su dolor. Para superar los duelos, hay que vivirlos. Por amor, tenemos la tendencia de querer “evitarle” o mitigar el dolor que genera la pérdida. A veces les hacemos regalos y no les permitimos procesar su duelo, llorar y expresar sus emociones.
Puede ser un mecanismo de autodefensa: no  hablamos del tema para no contactar nuestras propias emociones. Es válido y necesario llorar juntos para que vean que también nosotros estamos pasando el momento difícil y que necesitamos sentirnos acompañados para superarlos.

Buscar apoyo. Si no logran superar alguno de los momentos y se mantienen permanentemente la hostilidad, no quieren salir, pierden el apetito, se enferman, es necesario buscar apoyo con personal especializado (psicólogos, psiquiatras, orientadores, psicoterapeutas).
Las personas que se van, ya no están con nosotros, se quedan en nosotros. Las podremos recordar cuando preparamos un determinado plato, cuando visitamos algún lugar, en fechas especiales, las sentimos como la brisa.

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SI NO LE PEGO ¿QUÉ HAGO?

Por: Óscar Misle, @oscarmisle


Si no le pego, ¿qué hago?
¿Cuál es tu método para reprender? (Créditos: Shutterstock.com)

Autoritario: temen a sus padres y madres. No se atreven a comunicarle un problema. Pueden recibir castigos físicos o humillantes o sanciones muy severas. Hay exceso de normas; mucho control y poco apoyo. El sentimiento es temor y desamor.

Permisivo: "andan por su cuenta"; tienen que aprender a valerse por sí mismos sin el apoyo de su familia. Hay inexistencia de límites, abandono, indiferencia, pasividad y permisividad.

Ambos modelos son antagónicos y terminan resultando con consecuencias negativas para la formación de niñas, niños y adolescentes autónomos, sociables, responsables y felices, entendiendo la felicidad como la posibilidad de sentirse bien consigo mismo, aceptándose y valorándose como es, siente, piensa.

Existe una tercera posibilidad:

Responsable: promueve el  afecto, interés, orientación y aceptación de los hijos e hijas. Ofrece un  abanico de alternativas que posibiliten las  elecciones y decisiones que habrá de tomar. Su foco es  formar  para la responsabilidad, asumiendo las  consecuencias  de los actos.
Buena parte de las familias no son "químicamente puras", no aplican un solo estilo de crianza. Pueden utilizar dos y hasta tres de los mencionados anteriormente.

¿Qué podemos hacer?
-Expresarle nuestro cariño con palabras, gestos, abrazos. No basta quererlos; tienen que sentirlo y saberlo.

-Dedicar tiempo para compartir con nuestros hijos e hijas. Reír con sus alegrías y acompañar sus temores, pérdidas y tristezas.

-Respetar las diferencias individuales evitando las comparaciones con hermanos, primos, vecinos…

-Expresar alegría por lo que hacen bien. Estimularlos reconociendo su esfuerzo y logros. No se va a malcriar por estas demostraciones.

-Establecer límites justos y razonables de acuerdo a su edad y habilidades.

-Ser consistente con los límites. Si ante un mismo comportamiento le decimos que sí en algunos momentos, dependiendo de nuestro estado de ánimo, cansancio y en otros que no, lograremos generar inseguridad y confusión.

-Estimular su autonomía en cada momento de su desarrollo. Debemos estimularlos para que vayan haciendo sus cosas y sean más independientes.

-Dejarlos participar en las actividades de la familia, apoyar en los oficios del hogar acordes a su edad, le hará sentirse útil y parte de la familia.

-Ofrecer las mismas oportunidades a niñas y niños venciendo nuestros propios prejuicios sobre las conductas que son permitidas solo para niñas o para niños.

-Permitirle expresar, reconocer e identificar sus sentimientos aun los que socialmente no son aceptados (rabia, ira, euforia, tristeza).

-Ejercitar nuestra paciencia entendiendo que los procesos de aprendizaje son lentos y que equivocarse forman parte del mismo.

Buscar ayuda cuando se necesite. Asumir que es válido buscar el apoyo de otras personas, familia, personal de orientación y psicología cuando sentimos que hemos perdido el control y que no sabemos qué hacer.

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¿CÓMO HABLAR CON LOS NIÑOS DE SEXO?

Por: Óscar Misle, @oscarmisle




¿Cómo hablar de sexo con los niños?
No tengas tabú con tus hijos. (Créditos: Shutterstock.com)

Desde que son bebés, necesitan explorar su cuerpo, quieren saber y sienten curiosidad por todo. Descubren que ciertas partes sensibles de su cuerpo tienen sensaciones placenteras.
Con mucha atención ven películas, novelas, páginas de internet en las que se presentan escenas cargadas de erotismo. Lo conversan con sus hermanitos, primos, compañeros de clases, vecinos y se le plantean interrogantes, confusiones.

¿Qué podemos hacer?

1-. Responder de forma breve y directa. Cuando necesiten más información seguramente nos lo harán saber. Debemos intentar no manejar de forma diferente las preguntas que se relacionan con la sexualidad a las preguntas que hacen sobre otros asuntos de su interés. La idea es que no sientan que hay preguntas vergonzosas y otras no. Para ellos no hay diferencia entre unas y otras, a menos que nos molestemos o avergoncemos. De ser así pensarán que la sexualidad es algo feo, sucio, inmoral o peligroso.

2.- Solicitar apoyo: consultar a un amigo o familiar que tenga conocimiento y serenidad para abordar este tipo de preguntas y ofrecer las respuestas más adecuadas.

3.- Consultar por internet u otra fuente: con algún profesional o adquirir material informativo que pueda aclarar nuestras dudas.

4.- Mantener la calma. No actuar impulsivamente, regañándolos o haciéndolos sentir culpables y con vergüenza si los descubrimos leyendo, viendo páginas o escenas vinculadas con sexo, si nos sorprenden cuando estamos teniendo relaciones sexuales o cuando ven pornografía.

5.- Aprovechemos la oportunidad, dependiendo de la edad, para repreguntar e identificar qué saben o qué quieren saber o piensan de lo que vieron o escucharon. Podemos expresarles que la relación sexual se debe realizar cuando nuestro cuerpo crezca y estemos preparados, que es un momento íntimo con la pareja que no hay que publicar para que otros lo vean. Comentarles que en las relaciones es bonito que esté presente el amor, la ternura, la  comunicación y el respeto.

6.- No decirle mentiras, porque buscarán otras fuentes de información y sentirán que los engañamos. Hay que evitar que se sientan mal porque tienen curiosidad sobre las diversas formas de expresarnos sexualmente.

7.- Revisar cómo vivimos y nos sentimos con nuestra sexualidad. Si sentimos que hay problemas es necesario buscar apoyo para no transmitirles nuestros miedos y frustraciones.

Se suele pensar  que es mejor  no tocar el tema para evitar  que se le despierte  la curiosidad y olvidamos  que  si no lo hacemos nosotros otros lo harán. Posiblemente  con una visión distorsionada o inconveniente por desinformación o  malas experiencias. No olvidemos  que  vivimos en  una sociedad  muy erotizada con mensajes  que  hacen referencia al sexo de  forma explícita o subliminal, la mejor  forma de prevenir  un abuso sexual es  formando al niño o niña  sobre  cómo protegerse y para ello debe conocer  su cuerpo,  lo  que pueden o no permitir 

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VIOLENCIA. HAY QUE HABLAR CON LOS NIÑOS

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