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martes, 26 de mayo de 2020

LA HOMOFOBIA EN LA EDUCACIÓN


Óscar Misle


Una de las formas más crueles  de acoso escolar es por  el comportamiento u  orientación sexual de los estudiantes. Sabemos que  la homofobia es el rechazo u odio a los homosexuales. Es una  forma de  discriminación  como el racismo, la xenofobia y se basa en el odio al otro, al  que se le considera  “raro” y se percibe por su condición como  una amenaza para la sociedad.

La homofobia se expresa  con  comentarios,  chistes y humillaciones que descalifican  y atentan contra la dignidad del ser humano y genera  rechazos  que se  traducen  en  violencia política, religiosa,  social o cultural.

Los niños aprenden de lo que ven y oyen.  Cuando escuchan comentarios, chistes o insultos contra los homosexuales, se les  inculca la homofobia desde los primeros años. Crecerán rechazando y excluyendo a las personas que tienen  una orientación sexual o comportamiento diferente. Si su condición es  homosexual,  sentirán culpa y el rechazo será  hacia sí mismos con el riesgo de caer en adicciones o autoagresiones y en caso extremo el suicidio. 

La escuela como espacio de  socialización y refuerzo de valores. La escuela suele  optar por la práctica del avestruz, no asume  los casos de  acoso  por la condición sexual de los estudiantes. No  forma de  manera  explícita  para  el rechazo de  pensamientos, sentimientos y prácticas  homofóbicas. Existe una  doble  moral entre el discurso  y la práctica.

 El lenguaje promueve la homofobia. Se utiliza para descalificar  al  que  es o piensa  diferente y  se  legitima el  odio y agresión. Hay que denunciar ese lenguaje que valiéndose del  humor, enmascara  la  violencia interna por el rechazo a la diversidad.

Las instituciones la promueven por acción u omisión. Cuando  marginan por razones de orientación sexual y no les permiten  disfrutar de  sus derechos, cuando se persigue o acosa  a través de los medios de  comunicación, internet, redes sociales con la intención de  descalificar, humillar, intimidar. Es imperativo     exigir a las instituciones (gobiernos, iglesias, fueras armadas, académicas…) y a sus representantes que revisen y abandonen sus posiciones y  comentarios homófobos por el mal ejemplo que dan y por la  violencia que generan  con sus reacciones.


El rol de los medios de comunicación. Con frecuencia  se transmiten  contenidos  homófobos; por ejemplo. cuando hay un homicidio, si el asesino es homosexual, se introduce  como relevante en el titular; si es heterosexual no se menciona. También en la  radio y la televisión se hacen  chistes  y se ridiculiza a los homosexuales. Los políticos para desmeritar descalifican con expresiones homófobas a sus opositores.
La mejor  forma de prevenir la homofobia y trabajar  por una  sociedad incluyente  es con el ejemplo.


Hasta la próxima resonancia

LA DOBLE MORAL EN LA EDUCACIÓN



Oscar Misle

Aunque se sabe  que la   diversidad es la expresión de las diferencias y que esto se traduce  en el reconocimiento del derecho de los otros a ser distintos. Cuando se habla de diversidad se tiende a pensar  en diferencias raciales y de sexo; sin embargo la diversidad es una realidad inherente al desarrollo humano.

En los centros educativos no faltan los  niños y adolescentes que muestran  intolerancia a quienes  perciben como diferentes o “raros” por su condición o apariencia física, intelectual, preferencia o  comportamiento sexual,  orientación religiosa… condiciones que  convierten a los rechazados en blanco de  burlas, exclusiones, humillaciones…
    
La forma de  manifestar  su  intolerancia  a la diversidad se expresa de manera  explícita  con  palabras o agresiones físicas o  con gestos, símbolos…

Las agresiones por diferencia de  género y por las representaciones sociales que se tiene  de los comportamientos masculinos o femeninos, favorece que los niños y niñas  reproduzcan creencias que  perpetúan el rechazo y  uso del  poder físico o emocional  para humillar, agredir, descalificar, a los del sexo opuesto o del mismo sexo. 

Es propio  en los estudiantes constituir   pequeños grupos que manejan códigos comunes en su   forma de pensar, sentir  vestirse, preferencias musicales, intereses, estatus social… 
En un mismo salón  pueden coexistir  varios grupos. El problema es cuando  la convivencia se ve afectada cuando estas diferencias  se traducen en ofensas, agresiones físicas… o  se autoexcluyen y no participan, y sabotean al resto del salón.    

La anulación física o simbólica del otro siempre genera violencia. Como educadores y familias  hay que estar pendientes de identificar cuáles son las razones o las causas por las que se están dando determinados comportamientos.

La doble moral
La discriminación por la orientación sexual de los estudiantes y educadores es una de las más evidentes expresiones de la doble moral. Teóricamente se maneja el discurso de la inclusión, el respeto a la diversidad en todas sus formas, pero en la práctica cuando se presenta un caso de atracción sexual entre estudiantes del mismo sexo se activan los prejuicios existentes y generadores de rechazos que se enmascaran con argumentos morales, religiosos que ponen en evidencia una profunda  homofobia que estigmatiza  y promueve la exclusión.

Las familias cuando se enteran de una situación de este tipo, suelen detonar las alarmas a través de las redes sociales, muy frecuentemente por los grupos de  whatsapp que son utilizados como drenaje de lo que sienten, con juicios y comentarios ofensivos y discriminatorios que atentan  contra la dignidad de los estudiantes involucrados. Les transmiten a sus hijos estos sentimientos y estos a su vez lo expresan en los centros educativos.

En nuestra experiencia los estudiantes suelen ser más tolerantes que sus familias; pero la presión social de los adultos logra condicionarlos: “No me gusta que te reúnas con él” “Atento si te hace alguna insinuación o quiere abusar de ti” Se  concibe que por ser como es ya es una amenaza.  

La doble moral se evidencia en las actividades formativas en las escuelas. Sus comentarios y reflexiones suelen ser de reconocimiento y respeto a la diversidad, no revelando lo que realmente sienten y piensan. Esta realidad es  evidente en los casos de acoso escolar o bullying a estudiantes  que tienen una orientación sexual distinta o una determinada forma de ser, hablar o proceder que pone en duda su masculinidad o feminidad. Hemos escuchado comentarios  en los que se plantea que el estudiante se buscó la burla o provocó la agresión por ser “raro” y denotan alivio de que su hijo sienta este tipo de rechazo, porque lo preserva de  llegar a asumir un comportamiento similar.

Educar para el respeto  a la diversidad exige la revisión de nuestras creencias, prejuicios, solo de esta forma podremos establecer relaciones inclusivas, justas  y respetuosas.
Por nuestra condición de seres humanos somos iguales, como personas somos diferentes y como ciudadanos tenemos los mismos derechos  

Hasta la próxima resonancia



LOS NIÑOS TIENEN DERECHO A DECIR NO



Óscar Misle

Mariana (6años) se ve en apuros cada vez que  se encuentran con algún conocido de su mamá, desconocido para ella, porque le pide que  lo salude con un beso y un abrazo. Se niega  a hacerlo, su mamá de molesta porque lo ve como una malcriadez.

Esta situación  se da  con mucha frecuencia. Ciertamente a los niños hay que  formarlos para que aprendan pautas de cortesía como dar las gracias, pedir disculpas, permiso, saludar, despedirse… Lo irán aprendiendo poco a poco, dependerá de cada niño, a los más tímidos puede  que le cueste más. Si tienen el ejemplo de los adultos significativos puede  que lo vean y lo repitan con espontaneidad.

Lo que si no es conveniente es reclamarle públicamente que lo hagan. Le generará    tensión y malestar sentirse obligados  a hacer algo que no quieren. Se pueden sentir molestos y culpables de no complacer a mamá o papá y ponerse hostiles haciendo más complicada la situación.

Sabemos  que en los casos de abuso sexual  los abusadores suelen ser, en más de un 80% de los casos, personas cercanas al niño. Se valen de la cercanía afectiva para abusar de ellos. Comienzan con besos, abrazos que se van convirtiendo en caricias sexuales a las que el niño no puede decir “No”, porque aprendió que está mal rechazar  las exigencias de los adultos.

¿Agradar siempre a los demás?

El niño  crece con la creencia que debe  agradar  a los demás, y para  ello decir siempre “Si” a las solicitudes de sus familias, maestros, amigos… expectativas  que traen como consecuencia no poder  desarrollar su autonomía, tener un  criterio propio, capacidad de disentir, pocas habilidades para exponer sus puntos de vista, sentirse culpable o en deuda  por  ser diferentes,  pensar distinto
.
Desde muy pequeños aprendemos si es válido o  no decir “No” sin sentirnos culpables. Confieso que en lo personal es una asignatura pendiente, debo  hacer el trabajo día a día cuando llegan las solicitudes, familiares, de trabajo, sociales  y lo primero que sale de mi boca es un “Si”, en vez de decir no quiero , no puedo. En el fondo  lo que priva es el miedo a la desaprobación, el temor al desencanto de quienes esperaban un Sí. Nos vamos recargando de responsabilidades pasando por encima  de nosotros mismos por complacer a los demás.

Decir no de forma respetuosa

No se trata de ser grosero, insensible,  poco empático  y solidario con los demás, de lo que  se trata es de poder  actuar apegados a lo que sentimos, necesitamos y deseamos de forma equilibrada  y abierta  a respetar los “No” de los demás, sin                   juzgarlos o percibirlos como desamor, de eso se trata el convivir, aceptando que somos diferentes.
Los niños aprenden que es válido decir “No” cuando sienten que lo pueden decir y son escuchados  y si no están de acuerdo con su No, que le planteen los  argumentos.
Si desde niños crecemos  que con la creencia de sentir que  a la autoridad no se le puede decir No; cuando hacen uso de la jerarquía y del poder tendremos ciudadanos dependientes, sometidos  resignados.   

Hasta la próxima resonancia 
   

            

JUEGOS PELIGROSOS


Óscar Misle
Juegan a la muerte
porque no le divierte la vida

“Profesor, ¿vio el video? ahora nos viene ese bendito jueguito en el que pueden dejar lisiado a un muchacho. ¡Imagínese! se alinean tres estudiantes y los dos de los extremos, al mismo tiempo le hacen una zancadilla al del centro  derrumbándolo para que caiga  de plano  sobre su espalda”.   

Fue el comentario que hizo una mamá al salir de una de las actividades de Cecodap. El video lo subieron a las redes y comenzó a circular generando diversas reacciones crispando los nervios de familias y docentes que trabajan con adolescentes.

Desde Cecodap  cada vez que sucede un hecho de este tipo nos damos a la tarea de corroborar si el video que circula es actual y si corresponde realmente  al centro educativo al que se hace referencia.

Las redes sociales juegan un papel clave para que nos enteremos de lo que sucede; pero cuántos otros casos existen. Es determinante informarse para actuar adecuadamente.

Retar la muerte
Hace un año se viralizó el del estrangulamiento al que es sometido el niño o adolescente por otro compañero, usando varios métodos, que impiden la respiración por lo que el oxígeno no llega al cerebro y se produce el desmayo. De ahí viene el nombre de “chooking game” en inglés,  “juego de la asfixia”, entre otras denominaciones dado que se ha practicado en diferentes países.

¿Por qué lo realizan?
En el caso del más reciente el propiciar con una zancadilla la caída abrupta de espalda puede producir importantes lesiones en la columna, cráneo, traumatismos  que pudieran ocasionar  una discapacidad e inclusive la muerte .
Existen numerosos llamados en internet  sobre estos retos peligrosos e invitan a los padres a mantenerse al tanto del juego en los que sus hijos participan.
Sabemos que la adolescencia es un período caracterizado por retar al adulto, las normas, pensar que lo malo “le sucede a otros y no a mí” No todos los adolescentes se someten a ese tipo de prácticas. Juega un papel muy importante aquellos que le dan mucho peso a la presión del grupo, que no pueden decir que no; quienes tienen un perfil de transgredir la norma, de “caminar sobre el filo de la cornisa”
Recordemos  que los adolescentes  se conectan a internet para informarse,  relacionarse y recrearse… La pregunta es ¿con quién se relacionan? ¿sobre qué se informan? y ¿con qué se recrean?
Los principales aliados de estos juegos son la curiosidad, el aburrimiento  la soledad, los vacíos afectivos y buscan en las tecnologías oportunidades para descubrir y poner en práctica esos “juegos”. Existen tutoriales que enseñan las técnicas y estrategias más efectivas para  lograr los resultados esperados, aunque lo que se ponga en vilo es la vida y la integridad personal. 

¿Qué hacer?

Hablar del tema: Algunos adultos piensan que es mejor no hablar sobre este  tipo de “juego” pues es una forma de “darle ideas a los muchachos” y difundirlo. Es necesario hablar con los hijos y estudiantes para que entiendan los peligros de este tipo de “juegos”… Las familias  pueden ver el video junto a los niños y adolescentes  para reflexionar y orientar.

No convertirnos en difusores de los videos No es cuestión de alarmarse y hacerse reproductor automático de los videos que se hicieron virales, sino tener claro qué haremos con ese contenido.  La viralidad de la información pude ser un arma de doble filo, por un lado pone sobre la mesa temas de los que no se haba, se dan a conocer  a la opinión pública y surge el interés de indagar ¿qué pasó pasó?. ¿por qué?,¿dónde?, ¿cómo?, ¿quiénes?... El problema  es que en la reacción pública afloran los prejuicios y lo más oscuro para generalizar, estigmatizar,   hacer juicios infundados… Las redes sociales pueden jugar un rol muy importante siendo constructivas  o muy destructivas.
Ponen a la vista y  dominio de muchos lo que en privado pasa en las escuelas y familias. Las tecnologías posibilitan captar con un video escenas que son colgadas y se hacen virales. Se sobreexponen imágenes de los estudiantes involucrados que pueden ser víctimas de bullying y otras  formas de violencia.
 
   No podemos dejar de lado el contexto país en el que la violencia se ha naturalizado y que priva a los adolescentes de incentivos y oportunidades constituyendo un “caldo de cultivo” para este tipo de prácticas.
Es importante que sepan que los  adolescentes mayores de 14 años tienen responsabilidad penal por los daños que pueda causar.
Son realidades que requieren un abordaje formativo oportuno y responsable por parte de las comunidades educativas, con participación de las familias y los estudiantes. No hay que esperar que suceda una desgracia para reaccionar.
Es importante dejar claro que ese tipo de prácticas violentas no pueden ser consideradas juegos. Son acciones que ponen en riesgo la integridad física y la vida. La educación emocional es clave. Debe iniciarse desde el preescolar para que el niño  vaya adquiriendo habilidades  emocionales para  desarrollar el respeto al otro, la empatía, la compasión, el fortalecimiento de su autoconcepto. 
De esta forma formaremos adolescentes más conscientes de sus estados emocionales, podrán decir no frente a las presiones grupales, especialmente en aquellos juegos  o practicas violentas que ponen en peligro la integridad física y la vida personal y la de otros.
Son realidades que requieren un abordaje formativo oportuno y responsable por parte de las comunidades educativas, con participación de las familias y los estudiantes. No hay que esperar que suceda una desgracia para reaccionar

Hasta la próxima resonancia 

UN EMPERADOR EN CASA



Óscar Misle

El pasado 6 de febrero se realizó en Cecodap un encuentro de educación emocional. Contó con la participación del reconocido psicólogo argentino Lucas Malaisi. En medio de una sala llena, donde  casi la totalidad eran docentes, cuando Malaisi planteó el tema del síndrome del emperador los participantes comenzaron a moverse de sus asientos con actitud de aprobación. Era como si de pronto comenzaran a invadir la sala los “niños emperadores” que hacían de las suyas en las aulas de clase.

El interés por este tema me motivó a compartir algunas reflexiones sobre el niño emperador. Confieso  que no soy partidario de las etiquetas; sin embargo,  reconozco que en ciertos momentos son útiles  para simbolizar  y graficar  conceptos.

Síndrome del emperador, el niño tirano o el niño rey, son los distintos nombres con los que se reconoce una realidad  cada vez más común: la de aquellos niños que dominan a sus padres, e incluso, en los casos extremos, los maltratan físicamente.

Muchos crecimos y nos educaron, en nuestras casas y centros educativos, con sistemas de límites y normas muy rígidas, autoritarios, en los que se hacía solo lo que los padres o adultos significativos exigían, utilizando incluso métodos violentos para corregir. Bastaba una mirada, una “pelada de ojo”, para que te callaras sin derecho a refutar  lo que los adultos decían.  Esa actitud era considerada respeto a la autoridad.

Un estilo de crianza que ciertamente dejó muchas heridas emocionales infectadas por el resentimiento, inclusive odio, a quienes “por amor” justificaron sus excesos y maltratos físicos o emocionales. Un porcentaje no repitió el guion y decidió hacerlo diferente cuando les tocó educar a sus hijos. Se informaron y formaron para implementar pautas de crianza más democráticas, sin violencia, participativas… El problema es  que en esa búsqueda hubo quienes se fueron al otro extremo utilizando formas de crianza ausentes de límites, en las  que los niños no saben de normas de convivencia, no asumen responsabilidades, incumplen sus deberes, retan permanentemente a la autoridad… Dentro de esta tendencia se ubica, el “niño emperador”.

Se le define como aquel  niño o niña, aunque mayormente son varones, por las creencias binarias de género en las que   lo masculino se  valora y permite que sea fuerte, agresivo…
Este niño emperador siente que se le debe dar todo lo que exige, en el momento en que lo pide, no solo lo tienen que complacer sus familiares; también maestros, y otros adultos significativos.

Se caracteriza por ser poco tolerante a la frustración, al aburrimiento, o la negación de obtener lo exigido. Tiene pocas habilidades para solucionar problemas de  forma pacífica. Siente  que siempre tiene la razón,  no es empático  y compasivo con sus padres, educadores. 

Como se siente el centro del universo, no le importa lo que sienten los demás, puede ser muy indolente con el sufrimiento de sus padres. Es  inconforme, nunca se siente satisfecho, pide y pide sin que nada los sacie.

Ofende verbalmente a sus padres cuando se le pone  algún límite, le dice que son malos, injustos, que los odia… haciéndoles sentir culpables  porque no lo complacen. Con insistencia logra que la culpa haga  que los padres flaqueen y cedan. Con su comportamiento exige permanente atención y es capaz de hacer  cualquier cosa para lograrla.

Le cuesta adaptarse en la escuela, quiere hacer con los maestros lo que hace con sus padres.

¿Qué puede  estar pasando en el hogar?
Puede que sean hijos únicos y toda la atención esté centrada en él, se le sobreproteja, se le evite  toda situación que lo pueda frustrar  y se le complazca en todo.

También puede pasar que los padres hayan tenido una infancia traumática con malos tratos o carencias y quieren evitar que los hijos pasen lo mismo que ellos vivieron y sienten que complaciéndoles en todo pueden  saldar ese sentimiento de frustración y deuda interior.
No se  educó emocionalmente al niño, desde los primeros años, para que aprendiera a convivir, siendo empático, compasivo, colaborador, solidario…

No se le asignan tereas en el hogar,  acordes con su edad,  como tender su cama, ayudar a recoger la mesa, recoger sus juguetes, para que aprenda a asumir responsabilidades y adquiera habilidades sociales para convivir, trabajar en equipo y de forma colaborativa.
No se le dice nunca “NO” cuando pide algo no acordado,  ponga en peligro su integridad o lo lleve a  incumplir el acuerdo

La conducta hostil suele ser mayormente con a madre porque socialmente es ella quien pasa más horas con él. Es la proveedora emocional con  excepción de aquellos padres que comparten este rol no solo el de proveedor económico

Papá y mamá no se ponen de acuerdo al establecer los límites, se desautorizan  delante del niño. También puede pasar con los abuelos que participan directamente en la crianza.
La psicóloga española Pepa Horno afirma que los límites son un derecho de los niños. Es la forma de protegerlos.

¿Por qué son importantes los límites?

Facilitan la convivencia: porque se ha acordado lo que favorece las relaciones y el respeto hacia sí mismo y a los demás.

Facilitan el aprendizaje social: aprende a convivir, reconoce que los demás también tienen derechos, que la sociedad tiene normas para poder convivir pacífica y democráticamente.

Promueven el desarrollo del autocontrol: el niño aprenderá progresivamente a controlar sus impulsos, respetar a los demás, manejar los sentimientos de fracaso y frustración.

¿Cómo deben ser?

Lógicos: Deben ser un medio para lograr el fin de convivir; la norma por la norma, en vez de ayudar, entorpece. Hay que preguntarse si el acuerdo tiene sentido para las relaciones y la convivencia. Por ejemplo, no podemos exigirle al  niño que no juegue porque pierde tiempo. Para ellos jugar es clave para su desarrollo. Lo que si se debe pautar es el horario, lugar, condiciones…

Seguros: No ponerlos en situación de riesgo. Es nuestro deber establecer límites que no atenten contra la dignidad, los derechos humanos y su seguridad. Por ejemplo, exigir al niño pequeño que ayude en aquellas  tareas de la casa en las que pueden suceder accidentes, que se tomen solos los medicamentos, que carguen bebés…

Precisos: No deben ser excesivos: preguntarnos qué es lo esencial que  queremos lograr para priorizar. Si son demasiados podemos generar confusión o parálisis.

Claros: Debemos tener la seguridad que comprende el alcance de los límites. Chequear si lo comprendieron y no quedan dudas.

Proporcionales: De acuerdo a la edad: asegurarse de que el niño está en condiciones y tiene capacidad para cumplir la pauta o acuerdo. No se pueden establecer las mismas pautas para todas las edades por igual.

Razonados: Desde los 2 años debemos explicarles el por qué se debe cumplir cada pauta, con un lenguaje sencillo y adecuado a la edad.

Flexibles: Hay momentos y circunstancias especiales que ameritan considerar el cambiar, revisar o postergar un acuerdo porque hay razones para ello.

Oportunos: Decir no y censurar permanentemente los comportamientos y actitudes le quita fuerza a un "No" en un momento importante.

Justos: Las pautas o acuerdos no buscan facilitarle la vida solo a la persona adulta sino posibilita que nuestro hijo pueda aprender a convivir,  poniendo en práctica lo que es la equidad, la justicia y la inclusión social.

Coherentes: Las personas adultas significativas son un modelo para sus hijos. La mejor manera de enseñar pautas para convivir es practicándolas en nuestra vida. Como dice el dicho: "Un hecho vale más que mil palabras".

El reto es formar emocionalmente a nuestras hijos para convivir. Estimularlos a reflexionar sobre las posibles soluciones a las consecuencias o problemas generados, desarrollar sentido de respeto hacia los demás, al bien común, instalaciones y servicios públicos, a los derechos humanos de las otras personas, a actuar con justicia; será el camino seguro para formarlos como ciudadanos respetuosos y solidarios. 

Sin duda es un camino más largo, con obstáculos; pero será la vía segura para formar personas responsables que no usen la violencia para resolver sus conflictos, diferencias y cultivar desde la casa  la ciudadanía  que el país reclama. 
 
Procesar y expresar la rabia, el dolor, la alegría, la frustración, sin hacerse daño a sí mismo ni a los demás es parte del proceso de educación emocional. Puede ponerse bravo, expresar su malestar, en momentos perder el control; pero no convertir la agresión en una forma de ser, sentir y relacionarse.


Hasta la próxima resonancia   
 
   


FAMILIA Y ESCUELA ¿UN PUENTE ROTO?




Óscar Misle

Si algo en la cuarentena ha sido una queja y una preocupación permanente de las familias ha sido el tema de las asignaciones escolares. Unas las consideran excesivas, otras complicadas y desfasadas y a muchas no les llega pues están desconectadas tecnológicamente.

Lo que sí es cierto, es que la cuarentena ha puesto en evidencia la necesidad de crear puentes, a doble vía, que posibiliten el trabajo en equipo. Una necesidad que requiere revisar las estrategias usadas.

Tradicionalmente a las familias se les cita para para que asuman su responsabilidad por el mal comportamientos de sus hijos o para tomar decisiones relacionadas con el ajuste de las matrículas en el caso de la educación privada.

Escasas veces se les invita para que compartan sus expectativas y vivencias acertadas en la educación de sus hijos. Algo similar pasa con las familias y los docentes, cuando las primeras si dirigen a los centros educativos es para reclamar y no para reforzar o felicitar los aciertos de los educadores. Esta lucha de poder dificulta el trabajo en equipo y agudiza las tensiones.

Se hace mucho énfasis en la importancia del trabajo transformador que deben realizar las comunidades educativas. Lo ideal sería que las familias se sientan involucradas en las actividades pedagógicas y de evaluación.

Convivir en estos tiempos no es tarea fácil. El distanciamiento social hace más complejo un trabajo conjunto en el que familias y escuelas puedan nutrirse de sus experiencias y aprendizajes para asumir el reto de un camino que se torna socialmente cuesta arriba.

En este confinamiento, tanto las  familias como los docentes,  estamos secuestrados por nuestros miedos, incertidumbres, ansiedades. Las familias contamos con mucho tiempo para compartir con nuestros hijos y ese acercamiento está propiciando  el descubrimiento de quienes somos, con nuestras luces y sombras  y cómo estamos  resolviendo los conflictos que se presentan porque los intereses necesidades, expectativas son diversas.
 Al docente le cuesta asimilar que las familias puedan intervenir para realizar aportes, sugerencias y críticas a su trabajo.

¿Son disfuncionales?

En las actividades formativas es común escuchar: “Es que esa familia es disfuncional, desestructurada” Se le responsabiliza de todos los males que ocurren con sus hijos en los centros. ¿Una familia es disfuncional por tener una mamá o papá solo como cabeza de hogar? ¿o por tener un problema de adicción, no estar bien definidos los roles? De ser así ¿cuántos de nosotros nos libramos de estar en esa categoría?

Hay que estar alerta de asignar toda la responsabilidad a las familias y se exima al Estado por sus omisiones. Es una realidad que  vivimos en  un país con urgencias que exigen abordaje efectivo sanitario,  psicosocial, educativo, económico y político.

Crear oportunidades.

El viernes 15 de mayo se celebra el Día Internacional de la Familia con el fin de concienciar a la población sobre el papel que tienen en la educación y la formación de los hijos desde la primera infancia, así como también de aprovechar las oportunidades de aprendizaje para las distintas etapas de sus vidas.

A pesar de lo compleja que pueda tornarse la relación docentes-familias debemos esforzarnos por los beneficios que esta relación conlleva. Para comenzar esta tarea la educación requiere transformarse para que no solo se dedique a transmitir información. Se requieren espacios interactivos que les den la bienvenida a las familias para  que en el proceso formativo sea oportuno, significativo y participativo. Cada quien asumiendo el rol que le corresponde  pero de forma corresponsable.

¿Qué hacer?

Propiciar la formación en familia. Se pueden realizar actividades en el hogar como por ejemplo pequeñas carteleras con dibujos sobre lo aprendido y descubierto en esta cuarentena. Una oportunidad para honrar y hacer presente a las personas que ya no están. Incluso se pueden incorporar dibujos o fotos de mascotas como integrantes de la familia.

Propiciar valores. Se pueden llevar a la práctica la solidaridad, la cooperación, empatía participando en las actividades cotidianas como cocinar, limpiar y ordenar la casa, recrearse juntos y otras relacionadas con la convivencia y que evidencien lo aprendido durante este proceso.

Formación ciudadana y democrática. Se puede hacer uso de las tecnologías para hacer intercambios a través de conversatorios o grupos de reflexión en los que las familias puedan realizar aportes desde sus conocimientos, sentimientos y vivencias para hacer de la educación una oportunidad transformadora que responda a los retos humanos y ciudadanos que nos plantea la convivencia familiar y escolar

Hasta la próxima resonancia.

VIOLENCIA. HAY QUE HABLAR CON LOS NIÑOS

  Óscar Misle Óscar Misle Los recientes enfrentamientos armados en la Cota 905 y comunidades aledañas y los operativos que se van realizan...