Óscar Misle
Juegan a la muerte
porque no le divierte la vida
“Profesor, ¿vio el video? ahora nos viene ese bendito
jueguito en el que pueden dejar lisiado a un muchacho. ¡Imagínese! se alinean
tres estudiantes y los dos de los extremos, al mismo tiempo le hacen una
zancadilla al del centro derrumbándolo
para que caiga de plano sobre su espalda”.
Fue el comentario que hizo una mamá al salir de una de las
actividades de Cecodap. El video lo subieron a las redes y comenzó a circular
generando diversas reacciones crispando los nervios de familias y docentes que
trabajan con adolescentes.
Desde Cecodap cada vez
que sucede un hecho de este tipo nos damos a la tarea de corroborar si el video
que circula es actual y si corresponde realmente al centro educativo al que se hace referencia.
Las redes sociales juegan un papel clave para que nos enteremos
de lo que sucede; pero cuántos otros casos existen. Es determinante informarse
para actuar adecuadamente.
Retar la muerte
Hace un año se viralizó el del estrangulamiento al que es
sometido el niño o adolescente por otro compañero, usando varios métodos, que
impiden la respiración por lo que el oxígeno no llega al cerebro y se produce
el desmayo. De ahí viene el nombre de “chooking game” en inglés, “juego de la asfixia”, entre otras
denominaciones dado que se ha practicado en diferentes países.
¿Por qué lo realizan?
En el caso del más reciente el propiciar con una zancadilla
la caída abrupta de espalda puede producir importantes lesiones en la columna, cráneo,
traumatismos que pudieran ocasionar una discapacidad e inclusive la muerte .
Existen numerosos llamados en internet sobre estos retos peligrosos e invitan a los
padres a mantenerse al tanto del juego en los que sus hijos participan.
Sabemos que la adolescencia es un período caracterizado por
retar al adulto, las normas, pensar que lo malo “le sucede a otros y no a mí” No
todos los adolescentes se someten a ese tipo de prácticas. Juega un papel muy
importante aquellos que le dan mucho peso a la presión del grupo, que no pueden
decir que no; quienes tienen un perfil de transgredir la norma, de “caminar
sobre el filo de la cornisa”
Recordemos que los
adolescentes se conectan a internet para
informarse, relacionarse y recrearse… La
pregunta es ¿con quién se relacionan? ¿sobre qué se informan? y ¿con qué se
recrean?
Los principales
aliados de estos juegos son la curiosidad, el aburrimiento la soledad, los vacíos afectivos y buscan en
las tecnologías oportunidades para descubrir y poner en práctica esos “juegos”.
Existen tutoriales que enseñan las técnicas y estrategias más efectivas
para lograr los resultados esperados,
aunque lo que se ponga en vilo es la vida y la integridad personal.
¿Qué hacer?
Hablar del tema: Algunos adultos piensan que es mejor no hablar sobre este tipo de “juego” pues es una forma de “darle
ideas a los muchachos” y difundirlo. Es necesario hablar con los hijos y
estudiantes para que entiendan los peligros de este tipo de “juegos”… Las
familias pueden ver el video junto a los
niños y adolescentes para reflexionar y
orientar.
No convertirnos en
difusores de los videos No es cuestión de
alarmarse y hacerse reproductor automático de los videos que se hicieron
virales, sino tener claro qué haremos con ese contenido. La viralidad de la información pude ser un
arma de doble filo, por un lado pone sobre la mesa temas de los que no se haba,
se dan a conocer a la opinión pública y
surge el interés de indagar ¿qué pasó pasó?. ¿por qué?,¿dónde?, ¿cómo?,
¿quiénes?... El problema es que en la
reacción pública afloran los prejuicios y lo más oscuro para generalizar,
estigmatizar, hacer juicios infundados…
Las redes sociales pueden jugar un rol muy importante siendo constructivas o muy destructivas.
Ponen a la vista y
dominio de muchos lo que en privado pasa en las escuelas y familias. Las
tecnologías posibilitan captar con un video escenas que son colgadas y se hacen
virales. Se sobreexponen imágenes de los estudiantes involucrados que pueden
ser víctimas de bullying y otras formas
de violencia.
No podemos
dejar de lado el contexto país en el que la violencia se ha naturalizado y
que priva a los adolescentes de incentivos y oportunidades constituyendo un
“caldo de cultivo” para este tipo de prácticas.
Es importante que sepan que los adolescentes mayores de 14 años tienen
responsabilidad penal por los daños que pueda causar.
Son realidades que requieren un abordaje formativo oportuno y
responsable por parte de las comunidades educativas, con participación de las
familias y los estudiantes. No hay que esperar que suceda una desgracia para
reaccionar.
Es importante dejar claro que ese
tipo de prácticas violentas no pueden ser consideradas juegos. Son acciones que
ponen en riesgo la integridad física y la vida. La educación emocional es
clave. Debe iniciarse desde el preescolar para que el niño vaya adquiriendo habilidades emocionales para desarrollar el respeto al otro, la empatía,
la compasión, el fortalecimiento de su autoconcepto.
De esta forma formaremos
adolescentes más conscientes de sus estados emocionales, podrán decir no frente
a las presiones grupales, especialmente en aquellos juegos o practicas violentas que ponen en peligro la
integridad física y la vida personal y la de otros.
Son realidades que
requieren un abordaje formativo oportuno y responsable por parte de las
comunidades educativas, con participación de las familias y los estudiantes. No
hay que esperar que suceda una desgracia para reaccionar.
Hasta la próxima resonancia
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