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viernes, 29 de mayo de 2015

EDUCACIÓN ¿COOPERACIÓN O INDIVIDUALISMO?

 

Por: Óscar Misle

 @oscarmisle
 Educación: ¿cooperación o individualismo?
Una educación para la solidaridad y la cooperación (Créditos: Shutterstock)

En nuestro libro “Cuando las aulas dejen de ser jaulas” de Fernando Pereira y este servidor plantemos que la escuela tiene que revisar cómo es el clima de las relaciones en su interior, cómo se vinculan sus miembros. ¿Estamos formando para la cooperación? ¿Para la solidaridad? ¿Se premia al estudiante que ha apoyado a un compañero en dificultades? ¿Al que ha compartido su merienda? O por el contrario, ¿solo se valora a quien obtiene las mejores calificaciones aunque haya actuado de forma egoísta e indolente?

No podemos pretender que un espacio de cooperación se genere por arte de magia, especialmente si los métodos pedagógicos que empleamos promueven el individualismo y egoísmo.
El maestro dedica 80% del tiempo dictando clases. No queda  tiempo para  lo  social y emocional. Una escuela que solo valora lo cognoscitivo está educando a un ser humano segmentado; no está formando para que se desarrolle  integralmente. No está formando al ciudadano que aprende a convivir, a discutir, argumentar, discernir, dialogar, acordar.

¿Cómo convivir pacíficamente?

A los  valores hay  que  darle contenido práctico en la convivencia. La justicia social, derechos humanos, solidaridad e igualdad de género no pueden estar  distantes en lo que sucede en el día a día.
No bastan las buenas intenciones. Se puede ser  muy hábil y creativo seleccionando nombres con alto impacto publicitario, juramentando grupos y haciendo anuncios para la prevención de la violencia que muchas veces no pasan  de ser iniciativas que no logran abordar y transformar los problemas sustancialmente.
La convivencia escolar  dice mucho de la convivencia social, la que se vive en  la comunidad, en la calle, en los condominios, en el tránsito, en los espacios de  socialización.
Las normas de cortesía parecieran en desuso. Se malentendió lo que significa el empoderamiento ciudadano. Dar las gracias, contestar los buenos días, pedir disculpas se consideran actitudes serviles que se sustentan en el resentimiento. Se  hace un mal uso del espacio público, se agrede el ambiente con la basura y se suma la hostilidad entre las personas que deben  hacer colas para adquirir medicamentos o productos de la cesta básica. Se generan discusiones y se envían mensajes que son capados por los niños.
La crispación social por inseguridad y alto costo de la vida genera reacciones adversas propias de la sobrevivencia que poco tienen que ver con la solidaridad y la cooperación.
Los malos ejemplos dicen mucho más que los discursos. Se habla de paz y se ofende. Se habla de respeto y tolerancia y se excluye. Las contradicciones entre lo  que se dice  y se hace  genera  frustraciones y sensación de impotencia. Esta  forma  de relacionarse va  la escuela y se expresa en la convivencia.
Una educación para la solidaridad y la cooperación exige revisión a fondo de su razón de ser. Si lo que se  busca es solo instruir y no formar  para  el ejercicio democrático y ciudadano, es poco lo  que se puede hacer. Si lo que se desea es  convertir los centros educativos en ambientes de aprendizaje en los  que la razón no esté reñida con el corazón es mucho lo que se puede innovar, más que memorizar contenidos, es generar oportunidades y posibilidades para participar, soñar, recrear y redimensionar los que significa la educación para aprender a ser, hacer, conocer y convivir tal y como lo plantea la UNESCO.
Seguimos creciendo Juntos     


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jueves, 21 de mayo de 2015

EL MORRAL DE LOS MAESTROS. MUY PESADO

Por: Óscar Misle



Problemas de los maestros
Al educador le toca cargar con un morral muy pesado (Créditos: Shutterstock)

En un taller con  docentes  la maestra  Rosa María muy  exaltada expresó: “Ser educadora es una tarea cuesta arriba, más cuando la violencia ha tomado la escuela. No hemos sido preparados para contener este tipo de situaciones de que ponen en riesgo nuestra integridad física y psicológica.

Como profesionales no tenemos el reconocimiento social que se traduzca en una remuneración más justa de acuerdo al tamaño del compromiso que nos toca asumir diariamente.

Estar frente a grupo de 30 o 40 estudiantes, con historias de vida distintas, con familias  que no están preparadas  para educar adecuadamente a sus hijos nos coloca en un espacio que nos hace sentir impotentes. 

Las leyes, especialmente la LOPNNA, no ayuda, yo diría que más bien ha complicado la cosa, ha empoderado a los muchachos y a las  familias y nos sentimos de manos atadas.
Las familias siempre quieren tener la razón y no asumen  la parte  que le corresponde, cuando las convocamos por alguna situación de sus hijos dicen él en mi casa  no es así.

No tenemos tiempo ni espacio para abordar las situaciones de violencia, parecemos bomberos apagando  fuegos. Las orientadoras no se dan abasto, se sienten  como la sala de emergencia  que debe estar con las  puertas abiertas, la luz  roja encendida y la sirena  activada, como ambulancias  humanas”.

Este  comentario de Rosa María suele  repetirse  en  talleres, coloquios, cursos, conversatorios, y no  solo es el sentir de educadores en centros  públicos es compartido por los que trabajan en centros educativos privados.

No podemos pretender  mejorar  la educación si no  tomamos en consideración  que al  educador le  toca  cargar  con un  morral  muy pesado.

Además de profesional, tiene  familia. Es  un ciudadano que vive el impacto de una realidad económica que exige trabajar en dos  turnos (incluso más), en colegios o escuelas diferentes, un ciudadano que hace colas para conseguir alimentos, medicinas, sufre junto a su  familia la  carencia o deficiencia de servicios públicos que le garanticen una mejor calidad de vida.

Este profesional exige oportunidades para su formación, herramientas para abordar las situaciones de violencia  que se le presentan en sus aulas de clase, en el patio cuando es la hora del recreo. 

Seguimos creciendo juntos 


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lunes, 18 de mayo de 2015

QUÉ HACER FRENTE AL ACOSO ESCOLAR

  

Por: Oscar Misle

 @oscarmisle
Qué hacer ante el acoso escolar
Acoso escolar (Créditos: Shutterstock)

El libro “Acoso Escolar ¿Qué hacer?” de Fernando Pereira y este servidor tiene como objetivo  aportar herramientas y recomendaciones surgidas de nuestro trabajo con centros educativos, públicos y privados, a lo largo y ancho del país.
Se  tiende a creer y afirmar que el acoso es “cosa de muchachos” que siempre ha existido y que con el tiempo se supera. El acoso escolar o bullying es violencia. Los centros educativos tienen la obligación de actuar.

Es muy importante:

Afrontar el hecho. Asumir que el acoso escolar o bullying es una forma cruel de violencia. Reconocerlo y ponerle nombre es clave para su abordaje. Suele haber resistencia en admitir su presencia por temor a que se cuestione la calidad del centro.
No admitir  que hay acoso lo potencia y promueve afectándose el clima escolar. Las omisiones, uso discrecional o arbitrario de las leyes o normas son generadores de injusticias, impunidad, frustraciones que afectan la convivencia escolar. Hay consenso en que mientras más rápido se intervenga, sin postergar, mayores son las posibilidades de obtener resultados positivos.

Definir directrices de actuación. Establecer acuerdos de cómo actuar, dónde acudir cuando los casos se presentan. Acordar con todo el personal los canales regulares para su abordaje, ayuda a tener criterios conocidos y compartidos cuando se presentan los casos.

Contar con el Manual de Convivencia. Debe ser claro y operativo para que toda la comunidad educativa conozca y sepa qué esperar cuando se presentan casos de violencia escolar. Conviene enfatizar que la normativa del centro educativo tiene que estar adecuada a los principios y orientaciones establecidos en nuestra legislación.

Formar para actuar. Se deben prever a lo largo del año escolar espacios de formación, participación y consulta con funcionarios del sistema de protección y otros especialistas  para actualizarse en torno a cómo promover la convivencia en el centro educativo.
Hay que contemplar actividades formativas y de encuentro con las familias para intercambiar y, sobre todo, saber qué podemos y debemos hacer juntos para poder prevenir y avanzar para que el buen trato sea una realidad.

Hablar del problema. Se pueden realizar actividades académicas, deportivas, guiaturas, espacios de orientación… para conocer más sobre el acoso y sus consecuencias. Realizar campañas, carteleras, páginas web y participar en redes sociales posibilita sacar el tema de la sombra o el tabú. No podemos esperar que ocurra un caso lamentable para comenzar a actuar.

Promover la participación de las familias. Hay que superar la idea de que a la familia solo se le convoca cuando hay problemas con sus hijos. Es necesario crear espacios para que compartan las estrategias que han les han resultado, las lecciones aprendidas y sus testimonios inspiradores.
Seguramente se cuenta con profesionales, abogados, psicólogos, sociólogos que pueden aportar sus conocimientos con charlas, talleres, encuentros para mejorar la convivencia escolar y prevenir el acoso en sus diferentes formas.

Promover la participación de los estudiantes. Construir un clima de convivencia y donde la cultura de paz esté transversalmente presente como prioridad en su formación ciudadana, requiere que se destinen recursos y esfuerzos para la formación en el abordaje de conflictos de manera pacífica, elaboración y revisión de los acuerdos de convivencia...
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lunes, 11 de mayo de 2015

POR UNA CULTURA DE PAZ EN LOS CENTROS EDUCATIVOS

Por: Óscar Misle, @oscarmisle



Por una cultura de la paz
La paz debe estar presente en los planteles educativos (Créditos: Shutterstock)
“Las escuelas reflejan los problemas de la sociedad, pero también son lugares en que los niños pueden aprender a convivir con los demás”. Paul Robinson
En nuestro más reciente Libro “Cuando las aulas dejen de ser jaulas”, Fernando Pereira y este servidor recogimos las voces de expertos, educadores, estudiantes con su  voz y visiones  coincidieron en:

Necesidad de que el país tome consciencia sobre la violencia en las escuelas. Es urgente que no se minimice. Niños, adolescentes, adultos están afectados por la violencia generada dentro de la escuela o en su contexto. Acoso escolar, maltrato, agresión, bullying, ciberacoso, burla, “chalequeo”, son palabras que acompañan el quehacer académico. 

Mayor y mejor participación de la comunidad educativa. Es primordial que los centros tomen consciencia de que el problema de la violencia escolar existe. La reputación del plantel no disminuirá si hay un reconocimiento público del problema. Es necesario involucrar a la comunidad educativa y tener como aliados a los padres, a los docentes y a los estudiantes.

Las reglas de juego deben estar claras. El Manual de Convivencia es una herramienta importante. Debe ser fruto del  consenso y conocido por todos.

Deben establecerse los procedimientos en el caso de armas, robos, de todos los tipos de violencia, inclusive la que se hace a través de los medios digitales.  

Es importante brindar alternativas para el uso de los medios digitales. La prohibición no es la medida, las soluciones deben ser más creativas y ajustadas a la realidad.

Campañas, talleres, actividades que estimulen la buena convivencia. Es primordial enseñar y poner en práctica los valores y oportunidades que da la paz. Deben ser parte integral del sistema educativo y no una actividad extra y reactiva ante un caso particular.

Un plan nacional que incluya tanto la prevención como la acción. Esto exige que el Estado reconozca el problema y asuma las riendas para  que la cultura de paz sea el eje transversal de todo el sistema educativo. Pero que no se quede en la teoría.

Es imperativo pacificar la palabra y evitar el enfrentamiento existente en el país. Es una premisa fundamental para que la paz anide en los centros educativos.
Seguimos creciendo juntos



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EL NIDO VACÍO ¿CÓMO ASUMIRLO Y SUPERARLO?

Por: Óscar Misle @oscarmisle



El Nido Vacío ¿Cómo superarlo?
Las mujeres viven en función de sus hijos (Créditos: Shutterstock)

Cuando los hijos se van de la casa se produce lo que se reconoce como el nido vacío.
Por la inseguridad y crisis económica que nos afecta a todos,  muchas  familias se ven en la necesidad de separarse de sus hijos. En otros casos los hijos se casan o deciden mudarse para sentirse más autónomos e independientes. Cuando los hijos se van se produce lo que se reconoce como el nido vacío.

Las  familias y especialmente los padres desarrollan diferentes tipos de vínculos con los hijos, depende de sus características, condiciones y de la etapa de su desarrollo evolutivo. Hay que considerar el grado de interdependencia. No resulta fácil identificar cuando el amor se convierte en sobreprotección inhabilitando a los hijos para su progresiva autonomía.

Por otra parte, los hijos son fuente de gratificación, pero también motivo de preocupación. Mas si el presente no da señales de seguridad y confianza para  soñar o aspirar un futuro con menos riesgos.

Cuando los hijos deciden o tienen que irse de la casa e independizarse, dejan un gran vacío. El nido vacío se expresa con una ensalada de sentimientos propios del duelo y aunque parezca contradictorio se entremezclan, tristeza, rabia, negación, culpa. La soledad es la sensación más importante.

Las reacciones emocionales dependen de las condiciones en que se dio la separación y cómo eran las relaciones entre los diferentes miembros de la  familia.  Aunque puede afectar a ambos sexos, suele ser más frecuente en la mujer.  Tradicionalmente a ella se le asigna la mayor carga en la atención de la familia.

Muchas mujeres hacen de su rol de madre el foco central de su vida, descuidando o posponiendo sus necesidades como pareja o mujer, para vivir solo en función de los hijos. Los hombres también  sienten el vacío, especialmente aquellos que no se  consideran solo proveedores económicos, sino  que  comparten con su  pareja las responsabilidades socio afectivas  familiares.

Es de esperar que se sienta tristeza cuando los hijos se van. Hay un vínculo o conexión emocional que está relacionado con una rutina y rituales diarios que  dan sentido de pertinencia y que difieren en cada familia.

¿Cómo superarlo?

Como todo duelo hay que vivirlo, procesarlo, digerirlo. La aceptación es el primer paso. Reconocer que se siente tristeza, melancolía, rabia. Tener la posibilidad de comunicarlo es muy  importante para drenar el dolor o la rabia. Todo depende de cuál fue lo que motivó la separación. Si fue una decisión voluntaria o por presiones externas; como por ejemplo la violencia, situación económica.

Buscar apoyo profesional. Si la tristeza no se supera, se pierde el interés por la vida. El desánimo invade todos los espacios afectando la experiencia de pareja o laboral. Es posible que exista una depresión. Es un trastorno de salud mental que requiere intervención de un especialista.

Retomar las rutinas. Una vez superados los primeros momentos de tristeza y melancolía, se pueden retomar proyectos que se postergaron por las demandas  en el cuidado de los hijos. Al contar con más tiempo se pueden reactivar los sueños que quedaron adormecidos y que pueden florecer dando sentido renovado a la vida personal y de pareja.

Hacer uso de las tecnologías. Se cuenta con muchas posibilidades de mantener la comunicación con los hijos que ya no están en la casa, bien sea vía skype, redes sociales, whatsapp. A veces los contactos se hacen más seguidos cuando las personas viven lejos que cuando cohabitaban en el mismo techo.

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VIOLENCIA. HAY QUE HABLAR CON LOS NIÑOS

  Óscar Misle Óscar Misle Los recientes enfrentamientos armados en la Cota 905 y comunidades aledañas y los operativos que se van realizan...