Por: Óscar Misle @oscarmisle
Cuando los hijos se van de la casa se produce lo que se reconoce como el nido vacío.
Por la inseguridad y crisis económica que nos afecta a todos, muchas familias se ven en la necesidad de separarse de sus hijos. En otros casos los hijos se casan o deciden mudarse para sentirse más autónomos e independientes. Cuando los hijos se van se produce lo que se reconoce como el nido vacío.
Las familias y especialmente los padres desarrollan diferentes tipos de vínculos con los hijos, depende de sus características, condiciones y de la etapa de su desarrollo evolutivo. Hay que considerar el grado de interdependencia. No resulta fácil identificar cuando el amor se convierte en sobreprotección inhabilitando a los hijos para su progresiva autonomía.
Por otra parte, los hijos son fuente de gratificación, pero también motivo de preocupación. Mas si el presente no da señales de seguridad y confianza para soñar o aspirar un futuro con menos riesgos.
Cuando los hijos deciden o tienen que irse de la casa e independizarse, dejan un gran vacío. El nido vacío se expresa con una ensalada de sentimientos propios del duelo y aunque parezca contradictorio se entremezclan, tristeza, rabia, negación, culpa. La soledad es la sensación más importante.
Las reacciones emocionales dependen de las condiciones en que se dio la separación y cómo eran las relaciones entre los diferentes miembros de la familia. Aunque puede afectar a ambos sexos, suele ser más frecuente en la mujer. Tradicionalmente a ella se le asigna la mayor carga en la atención de la familia.
Muchas mujeres hacen de su rol de madre el foco central de su vida, descuidando o posponiendo sus necesidades como pareja o mujer, para vivir solo en función de los hijos. Los hombres también sienten el vacío, especialmente aquellos que no se consideran solo proveedores económicos, sino que comparten con su pareja las responsabilidades socio afectivas familiares.
Es de esperar que se sienta tristeza cuando los hijos se van. Hay un vínculo o conexión emocional que está relacionado con una rutina y rituales diarios que dan sentido de pertinencia y que difieren en cada familia.
¿Cómo superarlo?
Como todo duelo hay que vivirlo, procesarlo, digerirlo. La aceptación es el primer paso. Reconocer que se siente tristeza, melancolía, rabia. Tener la posibilidad de comunicarlo es muy importante para drenar el dolor o la rabia. Todo depende de cuál fue lo que motivó la separación. Si fue una decisión voluntaria o por presiones externas; como por ejemplo la violencia, situación económica.
Buscar apoyo profesional. Si la tristeza no se supera, se pierde el interés por la vida. El desánimo invade todos los espacios afectando la experiencia de pareja o laboral. Es posible que exista una depresión. Es un trastorno de salud mental que requiere intervención de un especialista.
Retomar las rutinas. Una vez superados los primeros momentos de tristeza y melancolía, se pueden retomar proyectos que se postergaron por las demandas en el cuidado de los hijos. Al contar con más tiempo se pueden reactivar los sueños que quedaron adormecidos y que pueden florecer dando sentido renovado a la vida personal y de pareja.
Hacer uso de las tecnologías. Se cuenta con muchas posibilidades de mantener la comunicación con los hijos que ya no están en la casa, bien sea vía skype, redes sociales, whatsapp. A veces los contactos se hacen más seguidos cuando las personas viven lejos que cuando cohabitaban en el mismo techo.
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