Fecha: 19-01-2017
Por: Óscar Misle, @oscarmisle
“Cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros y otros molinos” (Proverbio chino)
Con este proverbio inició las palabras de cierre del diplomado sobre Disciplina Positiva en la Educación (Cecodap-Ucab) Nora Souki, psicóloga del IEA (Institutos Educacionales Asociados).
Destacó lo que denominó: “7 módulos, 7 lecciones”.
Primera lección:
La educación es un vínculo para toda la vida. Si la escuela, representada en él y por nosotros, no logra romper con patrones culturales que fomentan la violencia y la dependencia, el machismo, el sexismo… ¿quién lo hará? La escuela no puede seguir reproduciendo lo mismo que ve, homologar lo que está mal.
Segunda lección:
La disciplina positiva (DP), más allá de ser un enfoque, un modelo, es una manera de pensar y un estilo de vida como lo expresa Durrant. No es un fin, es un medio para alcanzar objetivos a largo plazo, por lo que tenemos que pensar muy bien lo que estamos formando hoy.
Tercera Lección:
Entender cómo piensa y sienten nuestros hijos, nuestros alumnos; qué pasa en su cerebro a medida que crecen, es que ¿son malcriados, egoístas, rebeldes, distraídos, oposicionistas…? O tienen las reacciones fundamentales del desarrollo que los caracterizan evolutivamente y cuál es el momento para buscar orientaciones específicas que nos brinden estructura para transitar con ellos un camino exigente que requiere tiempo, conciencia, coherencia y consistencia.
Cuarta lección:
No se trata solo de cambiar el comportamiento, sino garantizar el desarrollo. Es un proceso gradual, progresivo, cíclico. Es preguntarnos siempre, ¿qué quiero lograr con este grupo de estudiantes?, fundamentados en el respeto de sus derechos y diferencias individuales. Entender que lo normal es lo diverso. Nos permite el pasaje al paradigma de la convivencia
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Quinta lección:
No podemos solos, nos necesitamos mutuamente en un trabajo colaborativo. Tenemos que reconocernos. Familia y escuela deben encontrar-se y reencontrar su lugar. Recuperar el lugar del padre como figura importante. La escuela debe ser un agente de cambio para formar. Aristóteles decía, “Educar la mente sin educar el corazón, no es educar en absoluto”.
Henrique de Sousa Filho, Henfil (incansable defensor de los desfavorecidos) dice “Si no hubiera frutos valió la belleza de las flores. Si no hubiera flores valió la sombra de las hojas. Si no hubiera hojas valió la intención de la semilla.”
Sexta lección:
El activo central presente y futuro del niño es su mundo emocional. Es necesario que todos los agentes implicados en el desarrollo y la educación tengan claro la necesidad de sentirse queridos y seguros con los adultos que les rodean y, para lo que a nosotros nos interesa, con su maestra. La Escuela tiene que ser vivida por los niños e interpretada por los adultos como un contexto de afecto. Lo afectivo empuja el desarrollo.
Séptima lección:
Romper la conspiración del silencio sobre la violencia escolar (María José Díaz, 2005). La autora explica que la escuela tradicional puede, ante la violencia, justificarla, dejar a las víctimas sin ayuda y dejar marcada la impunidad y permisividad.
Nos toca la tarea de educar en la ciudadanía democrática, mejorar la coherencia entre lo que se pretende enseñar y la práctica educativa, favorecer la identificación de los derechos con el deber de respetarlos, estimulando permanentemente la capacidad de ponerse en el lugar del otro, es el motor básico del desarrollo emocional-social.
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