Fecha: 10-11-2016
Por: Óscar Misle, @oscarmisle
Hace unos días llegó a mis manos un video de Alex Rovira, escritor y conferencista español, con unas reflexiones que quiero compartir
Aborda el tema de las caricias y su importancia en la crianza y educación. Aclara que no solamente son las físicas (besos, abrazos…) sino también las verbales, las que posibilitan reconocer, estimular, escuchar, elogiar…
Utiliza una imagen interesante. ¿Qué pasaría en un desierto con una sed que ahoga producida por el calor agobiante y de pronto divisamos un charco con agua sucia, mal oliente?…Sin duda cualquiera de nosotros nos lanzaríamos a beber de sus aguas contaminadas.
Cuantas veces la soledad y el deseo de ser amados hace que caigamos en relaciones tóxicas con el deseo y fantasía de que calmaran nuestra sed de amar.
Detrás de los comportamientos de nuestros hijos y estudiantes está la necesidad de sentirse atendidos, vinculados, visibles. Prefieren las agresiones a sentirse ignorados. Cómo diría esa vieja canción “odio quiero más que indiferencia porque el rencor hiere menos que el olvido”.
No con poca frecuencia nos encontramos con parejas que no saben vincularse sino desde la hostilidad. Si no pelean no se comunican. La situación se hace más dramática cuando viven el síndrome del nido vacío. Les toca quedarse solos. No están los hijos presentes y no saben qué hacer con ese espacio de intimidad que los intimida por la poca capacidad de dar y recibir caricias, no solo físicas, también las afectivas y emocionales.
El amor si no se abona se seca, se marchita. Requiere tiempo y espacio para la comunicación y el encuentro. No hay peor soledad que la que se siente en compañía. En uno de mis más recientes libros “Heridas que muerden heridas que florecen” hago referencia a situaciones sobre la convivencia con personas que han sufrido profundas heridas emocionales que no han sanado.
Están tan presentes y abiertas que muerden. Una herida emocional para que deje de morder y florecer requiere ser reconocida. Identificar los sentimientos y emociones que hacen que duela. Es como cuando alguien va a la playa y se insola y le aterra que alguien lo abrace porque le duela que lo toquen. Eso también pasa en lo emocional. Las experiencias pasadas, especialmente en las que hubo agresiones de diferente índole, físicas, emocionales, quedan infectadas y dificultan la relación con los demás.
El poder de las caricias
Sentirse queridos. Don Bosco decía que no basta con querer a los muchachos, tienen que sentirlo. Es cierto. Nos podemos esforzar para que a nuestros hijos no les falte nada material, pero si no se sienten amados buscarán la atención a través de comportamientos inadecuados, en las adicciones por ejemplo
Dar y recibir amor. Amar es un arte. Requiere formarnos para reconocer y regular nuestras emociones. Si no somos capaces de reconocerlas y aceptarlas podemos reprimirlas y nos harán una mala jugada. Conocer nuestro mundo emocional requiere que acariciemos lo que somos, sentimos y cómo nos vinculamos con otros. ¿Si no nos amamos a nosotros cómo podemos amar a los demás?
Sentir si es cosa de hombres. Si los niños varones aprenden desde los primeros años a reconocer y expresar sus emociones seguramente crecerán menos violentos. En los índices de violencia por homicidios más de 80% de los casos son varones las víctimas y victimarios.
Nos hace autónomos emocionalmente. Está demostrado que las personas que no se sintieron amadas y fueron víctimas de agresión, abandono, exclusión… son las más vulnerables a caer en fanatismos religiosos o políticos. Su vacío existencial las puede convertir en seres dependientes, manipulables, sumisas a quien ostenta poder, leales, ciegas con tal de sentirse parte de una ideología que les permite sentirse incluidos aunque en la práctica no se traduzca en hechos concretos.
Seguimos creciendo juntos
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