Óscar Misle
@oscarmisle
Daniel (5 años) vive en el 3er piso,
escucha detonaciones en la calle, se asoma por la ventana y ve a un grupo de
personas corriendo. Se escuchan unos disparos y el sonido de bombas
lacrimógenas. Carmen, su abuela, corre y le grita: “¡quítate de la ventana que
te pueden meter un tiro! El niño se asusta. Cuando su mamá llega del trabajo ve
que Daniel está muy ansioso y le cuenta
parte de lo sucedido. La otra parte se la cuenta la señora Carmen.
Vivimos un clima de zozobra en el que
la violencia se hace presente producto de la represión en las protestas por
parte de la guardia nacional, policías, saqueos, intervención de grupos de civiles armados…
Los niños se dan cuenta de lo que está sucediendo. Son capaces de
contar con detalles lo que observan desde las ventanas y balcones. Comentan lo que les
cuentan en sus colegios, lo que padecen cuando los gases de las bombas entran a
sus apartamentos, áreas sociales, colegios,
Se molestan cuando no pueden ir a los colegios, salir a jugar, pasear. Les cuesta aceptar que no se puede salir a ciertas horas,
transitar por determinados lugares o calles debido a las trancas, plantones,
piquetes policiales.
Pueden sentir miedo a que le pase algo
a sus familiares cuando participan en las protestas, no siempre pueden expresar
con palabras lo que sienten y lo hacen tornándose hostiles, inquietos,
temerosos, inseguros
¿Qué recomendarles cuando estén en la
zona de conflicto?
Si están solos buscar la ayuda de un familiar o persona
cercana. Es importante que tengan sus números de teléfono grabados
y números de emergencia a los cuales pueden llamar para solicitar asistencia.
Si está en la calle dirigirse hacia lugares donde haya más
gente, entrar a un establecimiento comercial o cualquier otro
lugar para buscar apoyo. Está bien gritar para pedir ayuda. Explicarle que no se debe sentir vergüenza para pedir apoyo
Resguardarse e incluso lanzarse al piso,
si están pasando por algún lugar donde se escuchan detonaciones. Nunca ir a
investigar para ver qué pasó por más que vean gente haciéndolo porque corren
peligro. Si están lanzando bombas lacrimógenas no correr y cubrirse la cara con
un trozo de tela con agua con
bicarbonato. Hay niños que llevan en sus morrales botellitas con este preparado
Nunca asomarse por la ventana o balcón si se escuchan tiros
o detonaciones. Tampoco asomarse por la puerta o subir a la azotea porque pueden ser agredidos.
Las camas no deben estar al lado de ventanas que den hacia
la calle; sobre todo en lugares donde se escuchen detonaciones o bombas
lacrimógenas
Conocer cuáles son los lugares riesgosos
en los se generan este tipo de agresiones. Especialmente lo deben
saber los más grandecitos para que eviten
poner su vida en peligro cuando van o vienen de sus centros educativos
Seleccionar muy bien las personas con quienes se reúnen
y evitar asociarse con personas que tienen armas o que resuelven violentamente
las situaciones agrediendo a otros.
Transmitirles seguridad. Hacerles
sentir que a pesar de lo que acontece, como familia estamos para
protegerlos
Si es posible, no hay amenazas ni violencia en los alrededores, es
conveniente llevarlos al centro educativo. Como padres y
representantes tenemos la obligación de garantizar su integridad física y su
derecho a la vida. Cada familia debe evaluar, día a día, las condiciones y
factores de riesgo.
Es irresponsable que las autoridades
presionen para que se realicen las actividades con regularidad en zonas de
enfrentamiento solo para demostrar que todo está “normal”.
¿Qué podemos esperar de los centros educativos?
Asumir que estamos transitando tiempos difíciles que impactan la cotidianidad.
Entender que puede haber comportamientos que pueden traducir irritabilidad,
hostilidad, apatía, tristeza por parte del estudiantado. El centro debe ofrecer
la posibilidad de que puedan expresar y drenar lo que piensan y están
sintiendo.
Contar con una programación especial considerando lo
que los estudiantes están viviendo, cómo los está afectando a ellos y a sus
familias. La organización de debates y actividades artísticas (música, pintura,
teatro, danza…) pueden ser diferentes vehículos para canalizar sus inquietudes
y preocupaciones.
Los tiempos que vivimos requieren flexibilidad. En la
programación, si no asisten todos los estudiantes, si los muchachos están
inquietos y preocupados por lo que sucede y se sienten al margen se requiere flexibilidad
en el horario. Se pueden establecer jornadas con horarios que permitan tener menos
horas de clases para finalizar antes de que la zona se colapse.
* Artículo publicado en RESONANCIAS. Opinión, en el portal de @CaraotaDigital
* Artículo publicado en RESONANCIAS. Opinión, en el portal de @CaraotaDigital
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