Óscar Misle
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Lo que
sí es cierto, es que la cuarentena ha puesto en evidencia la necesidad de crear
puentes, a doble vía, que posibiliten el trabajo en equipo. Una necesidad que
requiere revisar las estrategias usadas.
Tradicionalmente
a las familias se les cita para para que asuman su responsabilidad por el mal
comportamientos de sus hijos o para tomar decisiones relacionadas con el ajuste
de las matrículas en el caso de la educación privada.
Escasas
veces se les invita para que compartan sus expectativas y vivencias acertadas
en la educación de sus hijos. Algo similar pasa con las familias y los
docentes, cuando las primeras si dirigen a los centros educativos es para
reclamar y no para reforzar o felicitar los aciertos de los educadores. Esta
lucha de poder dificulta el trabajo en equipo y agudiza las tensiones.
Se
hace mucho énfasis en la importancia del trabajo transformador que deben
realizar las comunidades educativas. Lo ideal sería que las familias se sientan
involucradas en las actividades pedagógicas y de evaluación.
Convivir
en estos tiempos no es tarea fácil. El distanciamiento social hace más complejo
un trabajo conjunto en el que familias y escuelas puedan nutrirse de sus
experiencias y aprendizajes para asumir el reto de un camino que se torna
socialmente cuesta arriba.
En
este confinamiento, tanto las familias
como los docentes, estamos secuestrados
por nuestros miedos, incertidumbres, ansiedades. Las familias contamos con
mucho tiempo para compartir con nuestros hijos y ese acercamiento está
propiciando el descubrimiento de quienes
somos, con nuestras luces y sombras y
cómo estamos resolviendo los conflictos
que se presentan porque los intereses necesidades, expectativas son diversas.
Al docente le cuesta asimilar que las familias
puedan intervenir para realizar aportes, sugerencias y críticas a su trabajo.
¿Son disfuncionales?
En las
actividades formativas es común escuchar: “Es que esa familia es disfuncional,
desestructurada” Se le responsabiliza de todos los males que ocurren con sus
hijos en los centros. ¿Una familia es disfuncional por tener una mamá o papá
solo como cabeza de hogar? ¿o por tener un problema de adicción, no estar bien
definidos los roles? De ser así ¿cuántos de nosotros nos libramos de estar en
esa categoría?
Hay
que estar alerta de asignar toda la responsabilidad a las familias y se exima
al Estado por sus omisiones. Es una realidad que vivimos en un país con urgencias que exigen abordaje
efectivo sanitario, psicosocial, educativo,
económico y político.
Crear oportunidades.
El viernes 15 de mayo se celebra el Día
Internacional de la Familia con el fin de
concienciar a la población sobre el papel que tienen en la educación y la
formación de los hijos desde la primera infancia, así como también de
aprovechar las oportunidades de aprendizaje para las distintas etapas de sus
vidas.
A
pesar de lo compleja que pueda tornarse la relación docentes-familias debemos
esforzarnos por los beneficios que esta relación conlleva. Para comenzar esta
tarea la educación requiere transformarse para que no solo se dedique a
transmitir información. Se requieren espacios interactivos que les den la
bienvenida a las familias para que en el
proceso formativo sea oportuno, significativo y participativo. Cada quien
asumiendo el rol que le corresponde pero
de forma corresponsable.
¿Qué hacer?
Propiciar la formación en familia. Se
pueden realizar actividades en el hogar como por ejemplo pequeñas carteleras
con dibujos sobre lo aprendido y descubierto en esta cuarentena. Una
oportunidad para honrar y hacer presente a las personas que ya no están.
Incluso se pueden incorporar dibujos o fotos de mascotas como integrantes de la
familia.
Propiciar valores. Se
pueden llevar a la práctica la solidaridad, la cooperación, empatía participando
en las actividades cotidianas como cocinar, limpiar y ordenar la casa, recrearse
juntos y otras relacionadas con la convivencia y que evidencien lo aprendido
durante este proceso.
Formación ciudadana y democrática. Se
puede hacer uso de las tecnologías para hacer intercambios a través de
conversatorios o grupos de reflexión en los que las familias puedan realizar
aportes desde sus conocimientos, sentimientos y vivencias para hacer de la
educación una oportunidad transformadora que responda a los retos humanos y
ciudadanos que nos plantea la convivencia familiar y escolar
Hasta la próxima resonancia.
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