Óscar Misle
“Me
dolió reconocer y aceptar que en esta
cuarentena nuestro hijo estaba acosando a uno de sus compañeros. El
acoso lo realizaba a través del grupo de WhatsApp en el que participan sus
compañeros de clase.
En un
principio nos negamos a aceptarlo porque pensábamos que las bromas eran “cosas
de muchachos” Nos parecía exagerado que las calificaran como bullying hasta que dolorosamente tuvimos que
aceptar era una realidad. Indagamos y
nos enteramos hacía burlas a la condición del compañero con mensajes ofensivos
que eran reforzados por los miembros del grupo. No lo incluían en las
conversaciones, lo ignoraban… Nos generó
mucha rabia, culpa y vergüenza”.
En la
cuarentena el aislamiento social hace que se utilicen las tecnologías como
recurso socializador. En este escenario los niños y adolescentes realizan el ciberbullying o ciberacoso haciendo que la
violencia se expanda más allá haciendo muy difícil el control.
El ciberacoso consiste en ofender, insultar
o maltratar a alguien a través de internet o de la telefonía móvil. Es un acto agresivo e intencionado, por parte
de un grupo o de un individuo contra una víctima que no puede defenderse
fácilmente.
Es necesario resaltar que el estudiante
que acosa:
-
Vive la agresión como algo normal
-
Le es placentero que le tengan miedo
-
Lo hace a espaldas de las personas que representan autoridad
-
Selecciona como víctima a los más vulnerables
Hace bromas
chistosas pero crueles
-
Acosar le da estatus y reconocimiento entre sus
compañeros
-
Siente deseo de dominar y controlar porque eso
le da poder
-
Necesita destacarse, ser alguien reconocido y
admirado
-
Puede que tenga alguna condición (psicológica,
emocional, social) que no puede controlar
Es importante:
-
Actuar a tiempo. Si sabemos que nuestros
hijos utilizan el acoso como una forma de ganar popularidad, indagar cuáles son
las causas que hacen que se diviertan causando malestar en los otros.
-
Evaluar qué pasa en
casa. puede
ser que utilicemos el chalequeo o las bromas pesadas en nuestros propios
hogares. Cuando hacemos burlas por la
apariencia física de otras personas, por ejemplo la contextura, tipo de cabello,
su forma de hablar, gustos, intereses, orientación sexual. Aunque aparentemente
la persona “acepte” que se metan con ella, en el fondo puede estar reprimiendo
sentimientos y emociones que no se atreve a expresar.
-
Asumir nuestra
responsabilidad. Cuando
nos enteremos que nuestro hijo está acosando a otros, es importante actuar. Con
frecuencia utilizamos como mecanismo de defensa decir: “En mi casa no es así”. Puede
ser que en la familia utilizamos esa forma de relacionarnos cotidianamente y
asumimos como natural burlarnos de otros
-
Las medidas deben cumplirse. El
desacato, incumplimiento de tratamientos psicológicos, médicos, acuerdos
disciplinarios, no contribuirá a que puedan cambiar su comportamiento, al
contrario, estaremos reforzando la posibilidad de continuar haciéndole daño a
los demás y a sí mismos.
-
Identificar lo que
puede estar encubierto. Si bien es cierto que
no todos los niños que han sido agredidos física y psicológicamente se
convierten en personas que disfrutan
acosando a otros; pasa que la mayoría de quienes acosan sí han sido víctimas de
la violencia en alguna de sus expresiones.
Es importante identificar si en la familia los
conflictos los resolvemos agrediendo física, verbal o psicológicamente
(quitando la palabra, ignorando, comparando)
-
Garantizar tratamiento
oportuno y adecuado. Muchos
comportamientos violentos pueden enmascarar problemas de salud mental que
requieren ser abordados por especialistas. Es muy difícil asumir que nuestro
hijo pueda tener problemas que exigen la intervención psicológica o
psiquiátrica; sin embargo, el abordaje a tiempo puede ser una de las mejores
pruebas de nuestro amor. El especialista
aporta pautas de abordaje que deben ser implementadas en la familia, pero
también en el centro educativo. De nada sirve un diagnóstico, un pronóstico y
tratamiento si no da pautas para el abordaje conjunto de la familia y el
personal del centro educativo.
-
Asumir las
consecuencias. No convertirnos en cómplices, encubriendo
o evadiendo los daños que genera. Es importante que haga consciente
que la intimidación, burlas, exclusión, humillación, agresiones físicas,
virtuales, son hechos violentos que tienen consecuencias graves en las
víctimas. No se puede obviar los casos de adolescentes que han recurrido a
autoagresiones, suicidios, homicidios como una salida extrema a situaciones de
hostigamiento. Cuando hay daños severos pueden ser delitos
por los que hay que responder ante el
sistema de responsabilidad penal del adolescente.
Hasta la próxima
resonancia.
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