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martes, 26 de mayo de 2020

DEL SUICIDIO ¿SE DEBE HABLAR?



Óscar Misle

Recientemente, conmovió al país  la noticia de un adolescente (16 años) quien en horas  de la madrugada  se quitó la vida  lanzándose  de un puente  en la Avenida  Boyacá, Cota Mil, a la altura de Sebucán, Caracas.
Cuando se  hace público que un adolescente decide  ponerle  fin a su  vida son muchas las  interrogantes  que surgen.
Nos alarma constatar, en el Servicio  de Atención Psicológica de Cecodap, el incremento de solicitud de  consultas por parte  de adolescentes con ideas suicidas. Nos encontramos con una realidad  que nos genera mucha impotencia. No hay una infraestructura en el país que posibilite la atención requerida. Las que existen son privadas y no están al  alcance de los bolsillos de la mayoría de la población.           
Detrás de un suicidio puede haber muchos factores  que hay  que indagar.  Se estima que en una 80% de los casos la depresión está presente. Un trastorno de la salud mental que exige  apoyo profesional, con atención psicoterapéutica y  medicación en los casos que lo ameriten. Hay que estar atentos a los cambios en sus estados de ánimo, consumo de alcohol, drogas; agresiones en el hogar, sentimiento de abandono, soledad, decepciones amorosas, duelos no procesados; diagnósticos de alguna enfermedad  crónica, abuso sexual,  traumas, suicidios en la familia, una  enfermedad crónica, bullying pueden  ser desencadenantes.
No  quiere decir  que todos estos factores deban darse juntos; son señales  que hay que atender cuando comienzan a manifestarse.
Si el adolescente  se torna depresivo o permanentemente triste, se aísla, con sentimientos de desesperanza o poca valoración de sí mismo, se autoagrede, no es capaz de superar  situaciones de pérdida y se  torna hostil, evita socializar o solo lo hace con determinados grupos, escribe mensajes relacionados  con el deseo de morir, o imágenes  que permanentemente evoquen la muerte, es rechazado por su condición sexual, son algunos de los factores  que pudieran  generar un estado emocional que hace que sienta mucha frustración, impotencia, desesperación, angustia, ansiedad, falta de un grupo de apoyo, malas relaciones con los padres o sus pares   con incomunicación y mucha soledad.

Depresión sonriente
También hay  que estar alerta a la “depresión sonriente”. Otra variante de la depresión que  rompe creencias como; por ejemplo: la persona deprimida siempre  muestra indicios como estar   callada, gris, triste, hostil, desanimada, desaliñada y que, por el contrario,  la persona sonriente, amable, que cumple con su trabajo y sus compromisos, que muestra serenidad,  puede esconder detrás de esa fachada su depresión y ocultar su sufrimiento detrás de la permanente sonrisa.
Existen personas que sonríen con frecuencia,  utilizan el humor en momentos en los que a otros  le costaría sonreír aun teniendo pensamientos suicidas. Son personas que padecen  lo que popularmente se ha denominado “depresión sonriente” aunque el  término clínico es “depresión atípica” tal y como  lo define Olivia Remes, experta  en ansiedad y depresión de la Universidad de Cambridge.    
El suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 24 años de edad, después de accidentes y homicidios. Se dice  que por lo menos 25 intentos se hacen por cada suicidio de un adolescente.
¿Se debe hablar del tema?
Existen posiciones encontradas sobre si se debe o no  hablar del tema. Hay  quienes piensan  que  puede generar que  el adolescente busque esta salida si está siendo afectado  por alguno de los  factores antes mencionados. Hay  quienes pensamos que para prevenir hay que estar informado  y formado. La información debe  ser clara, directa y pedagógica. Lo mismo sucede  con el alcohol, drogas, sexualidad…
Lo  que si es cierto es  que cuando sabemos de un suicidio de un adolescente nos debe  llevar  a plantearnos cómo es la relación  con nuestros hijos, estudiantes, qué señales requieren ser atendidas, sin postergar la comunicación. Cuando ha habido intentos  de suicidio, o lo ha anunciado, hay  que actuar y buscar  apoyo profesional.
No se debe estigmatizar a la persona  que en un momento de desesperación  y por la sensación de perder el sentido de la vida toma  como salida  atentar contra su vida. Las posturas morales radicales, religiosas, pueden generar en el entorno de la víctima sentimientos de vergüenza, culpa, que pueden afectar las relaciones y la salud mental de la familia o entorno afectivo.
Como país estamos viviendo situaciones muy difíciles en las  que  la impotencia y la frustración pueden  desencadenar que nuestros adolescentes no le encuentren sentido a sus vidas, con  estados emocionales generados por la tensión y realidad  social. En estos momentos la comunicación, el apoyo afectivo, en el hogar  y centros  educativos es una prioridad para prevenir y no  tener que lamentar
Hasta la próxima resonancia
                             

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