Por Óscar Misle
@oscarmisle
El pasado 21, 22 y 23 de Agosto tuve la posibilidad de
participar en el 2° Congreso Mundial “Infancia sin Violencia” en la ciudad de
Buenos Aires. No fue fácil la decisión. Justo un mes antes falleció mi hermano
Antonio. Me movió mi necesidad de estar a solas y destilar mi dolor; crear un
paréntesis para aprovechar otros estímulos, referentes, experiencias. Mi alma sabía que el tema familia, relaciones, duelos,
estaría presente. Necesitaba encontrar luces para buscar salidas a las
realidades complejas que viven niños y adolescentes y sus familias.
Justo en esos días la temperatura bajó muchísimo y
sentía que el frío exterior se parecía mucho al interior. En estas condiciones
anímicas participé en el evento. Seleccioné con cuidado los talleres en que
quería y podía participar considerando mi invierno. Ya en el evento sentí que
fueron acertadas las decisiones que tomé.
Pude empatizar y resonar con testimonios que supieron capitalizar su dolor de
manera fecunda y creativa.
Una de las actividades que tocó profundamente fue la
de más crianza y menos terapia. Título del libro que fue presentado por su
autor, el psicoanalista, doctor en filosofía y psicología, argentino, Luciano
Luterau. Lo modalidad que utilizó para su presentación fue una coloquial conversa moderada por la
psicoanalista Sonia Almada sobre el más reciente proyecto editorial del autor.
Luciano cuenta en el prólogo que un día en su
consultorio, mientras jugaba con León (9 años), el niño le preguntó: “Lu, ¿en qué trabajas?”
Lu decidió tomarse en serio esa curiosidad. Para el niño era claro que el que
estuviese sentado en el piso jugando con él no lo hacía parecer un trabajador
convencional. En el consultorio podía jugar y disfrazarse; pero tenía razón
León ¿en qué trabaja alguien que juega y se disfraza? Ambas cosas parecían
incompatibles. Para la mayoría de las personas el trabajo es un sacrificio
necesario. Luciano no era un adulto como los demás. Mientras jugaba no era un
terapeuta formado en psicoanálisis, padre de familia, docente universitario,
escritor de libros, por eso podía jugar porque era una persona arrancada del
mundo de los adultos.
A los maestros y profesores les pasa algo parecido cuando
ven el efecto que les causa a los niños encontrarlos fuera de la escuela. Es
como si después de hacer lo que les toca en el aula volvieran al cajón de los
juguetes.
Crecer implica cambios en su forma de comportarse y
reaccionar frente a los estímulos del entorno y esto puede generar conflictos.
La pregunta clave: ¿estos comportamientos y
reacciones son propios de
niños que están creciendo o requieren terapia? Para Winicott
los psicoterapeutas no pueden hacer el trabajo que le toca a la vida. La
normalidad asusta y se traduce en consultas repletas de niños referidos de
centros preescolares, escolares y familias por signos claros de que están
creciendo sin embargo se evalúa como déficit, trastornos…
Más crianza no significa desconocer el valor que tiene
la terapia cuando es realmente necesaria. Más crianza invita a no enrolar como patológico
a lo esperado del desarrollo del niño, que no deja de implicar angustia para las
familias por la desinformación o distorsión de las creencias instaladas
Para Luterao más crianza no implica disyunción crianza
vs terapia, una cosa o la otra; critica fuertemente el pensamiento binario. Comentó
que si tuviera que conseguir otras formas de titular su libro se pasearía por
“Más consejos, menos recetas” “Más canciones, menos teoría” “Más preguntas,
menos soluciones”
El crecimiento de los niños se ve atravesado por el
conflicto. No es fácil comprender por qué actúan de determinada manera o
reaccionan de tal modo. A los padres les frustra que cuando le preguntan no
saben o no puedan responder porque es un proceso complejo. Jugar con ellos,
interactuar en lo cotidiano dedicando tiempo posibilita acercar nuestros
mundos, explorando caminos fecundos para el crecimiento y descubrimiento de
ambos.
Se preguntarán por qué hice referencia al comienzo de
este artículo al duelo por mi hermano. Fueron las interrogantes que me
surgieron en el Congreso con las pautas de crianza y los conflictos que
seguramente se presentaron en nuestra
niñez. Hoy puedo procesarlas de una manera distinta en medio de este destilar
del dolor que me hace agradecer los días en Buenos Aires, no se si para escribir un
tango, una balada, una prosa o estas líneas que salen de los rincones del
alma.
Hasta la próxima resonancia
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