Óscar Misle
@oscar misle
Hacer cola para obtener lo
más básico, en aquellos lugares en los
que estén al alcance del bolsillo, llámese mercados, transporte público,
obtener documentos de identidad, esperar cupo para una intervención quirúrgica,
es un viacrucis, que vivimos en nuestro día a día.
La salud mental sigue siendo la cenicienta del cuento, le
toca el peor puesto de la cola. Es la gran ausente, tal y como lo aseveró el psicólogo Abel Saraiba, coordinador del
programa Creciendo sin Violencia de Cecodap
“El Estado ignora el impacto
emocional de la emergencia humanitaria compleja”.
Cecodap desde
el 2017 creó el Servicio de Atención Psicológica,
para dar apoyo a las víctimas de la emergencia humanitaria.
Durante 2018, se atendió a un total de 186 casos, en 516 consultas.
"Es conveniente indicar que cada caso puede implicar la atención de
diversas personas; pues en Cecodap no solo se atiende al niño,
niña o adolescente sino también a sus parientes", aclaró Saraiba.
Agregó que el 81% de los casos atendidos corresponden a niños, niñas y
adolescentes. De esta población 51% son niños y niñas y 30% adolescentes.
Dentro de los motivos de consulta abordados encontramos el conflicto
familiar y uso del castigo físico y humillante (CFH) con 50%
del total de los casos, seguidamente de alteraciones del estado de ánimo con
28% y en tercer lugar niñez dejada atrás con 8%.
El agravamiento de las condiciones de vida de las familias ha supuesto
que los padres, madres y representantes se vean sometidos a mayores niveles de
estrés asociados a los esfuerzos que deben realizar para poder cubrir con las
necesidades básicas. Esto, se traduce en aumento de niveles de violencia contra
los niños, niñas y adolescentes; especialmente aquellos en edades entre 0 a 5
años, producto de la alta demanda de atención que requieren.
La
emergencia humanitaria compleja que vive Venezuela ha supuesto un impacto
devastador a múltiples niveles en todo el territorio nacional, afectando a
niños, adolescentes y sus familias. Sin embargo, el daño causado a la niñez, la
mayoría de las veces se mide a partir de otros indicadores, como son los de
desnutrición infantil, mortalidad, deserción escolar, acceso al derecho a la
identidad entre otros. La salud mental es la
última en acola dentro de estos indicadores, así como en las respuestas
estatales y humanitarias.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS)
la salud es un estado de completo
bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o
enfermedades.
Basta
con leer la definición de salud mental para comprender rápidamente como el
contexto de emergencia humanitaria supone una franca amenaza a la integridad de
la persona, y los efectos de ello repercuten
directamente en la posibilidad de las personas para recuperarse del
impacto traumático de la violencia, la pobreza, el hambre y la conflictividad
política, de modo tal que la persona pueda recuperar una sensación de
normalidad en su vida.
Crecer
en el contexto de una emergencia humanitaria compleja deja sin lugar a dudas consecuencias
en la forma en que los niños se desarrollan. La manera en que estos alcanzan o
no sus potencialidades, las dinámicas en las que aprenden a relacionarse y la
propia configuración como ciudadanos se ve atravesada por la salud mental.
Las
alteraciones en salud mental no siempre son visibles, evidentes, o notorias de
forma tal que su urgencia se haga patente para el entorno de las personas que
las padecen. Quienes deben responder para abordar el impacto traumático causado
por la emergencia y contribuir a reparar o mitigarlo muchas veces no están
conscientes de la relevancia que posee la salud mental en la vida de las
personas, o lo consideran poco prioritario frente a otros temas.
Se
podría pensar que nadie muere por dejar de atender su salud mental. Sin
embargo, esta afirmación además de ser tramposa es errónea, ya que entre otras
consecuencias de las alteraciones en salud mental encontramos que el suicidio
es considerado por la OMS como una de las principales causas de mortalidad en
adolescentes a nivel mundial. Cera de 800 mil personas se suicidan cada año, y
es la segunda causa de muerte mundial en la población entre 15 a 29 años.
Hoy,
la situación de la salud mental en Venezuela es sumamente precaria, y dentro de
esta problemática las condiciones de niños, niñas y adolescentes lo es aún más.
No se disponen cifras oficiales, datos nacionales, y mucho menos instituciones
suficientes, operativas y en capacidad de brindar la atención psicosocial que
requieren los niños, niñas y adolescentes, así como sus familias para abordar
los efectos de la emergencia.
Es por
lo anterior, que desde Cecodap hemos decidido darle visibilidad a esta
problemática, exigir que el derecho a la salud de niños, niñas y adolescentes
sea garantizado de acuerdo a lo que establece la Convención sobre los Derechos
del Niño y la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes.
Hasta la próxima resonancia
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