Cuando solemos expresar nuestro malestar por los efectos de la crisis en nuestra vida cotidiana; traducida en carencia o deficiencia de los servicios públicos, alto costo de alimentos y medicamentos, inseguridad personal, pocas posibilidades para la recreación y el esparcimiento…no falta quien nos intente animar diciendo “Se positivo”, “Al mal tiempo buena cara”, “No hay mal que por bien no venga”… Frases bien intencionadas que, en la mayoría de los casos, no logran su objetivo, al contrario pueden generar sensación de incomprensión.
En el libro “Una experiencia para compartir” de la hermana Montserrat del Pozo sobre las inteligencias múltiples en el colegio Montserrat; cuando se plantean recursos para el desarrollo de la inteligencia intrapersonal, se hace referencia a la educación para el optimismo.
Según el Dr Seligman, el optimismo no es innato, se logra cuando se adquiere las capacidad de interpretar las dificultades de la vida. Los fracasos nos enseñan que hay que esforzarse en encontrar en los fracasos nuevas oportunidades.
Según esta visión no se debe confundir con la idea de que ser optimista es ver solo el lado bueno y bonito de la vida. Su lado sombrío no permite descubrir nuestro lado luminoso. Esa competencia si la cultivamos se convierte en una actitud.
Ser positivo, se aprende
Es necesario que los estudiantes:
Entiendan que todo cambia. Haciéndoles ver que todo lo que nos pasa es circunstancial. Nada es fijo, inmóvil, inmodificable y permanente.
No generalicen. “Es que todos, siempre, nunca” nos lleva directamente al pesimismo. El realismo nos lleva a concretar “en este momento, en esta circunstancia, en este lugar”. Nos acerca al optimismo ubicar las cosas en su justo lugar, hay mayores posibilidades de encontrar respuestas específicas.
Se desaten de la culpa. Creerse culpable de todo lo negativo que ocurre colabora a deteriorar la autoestima. Lo mismo pasa cuando queremos buscar la culpa en los demás sin asumir nuestras responsabilidades.
Es importante que el estudiante diferencie lo que es su comportamiento inadecuado y su persona. Que sepa diferenciar que ha hecho algo mal pero que él no es malo.
La hermana Monserrat en su libro nos plantea cuatros destrezas que ayudan a los estudiantes a ser optimistas:
- Ayudarlos a reconocer sus pensamientos en los momentos en que se sientan mal
- Enseñarles a evaluar estos pensamientos automáticos
- Mostrarles cómo retar estos pensamientos negativos generando explicaciones más ajustadas a la realidad, más exactas
- Invitarlos a desdramatizar las situaciones
Alerta con las burbujas
Escuchamos sobre la necesidad de crear nuestras burbujas para aislarnos de las influencias negativas del entorno. Hay posturas radicales como no escuchar noticias, escondernos en nuestro caparazón para no contaminarnos.
Si bien es cierto que en momentos podemos acudir a nuestras burbujas aislantes y protectoras emocionalmente, el problema es cuando atrapan y secuestran nuestra sensibilidad y nos volvemos indolentes e indiferentes al dolor ajeno.
“La vida es bella”, la famosa y taquillera película escrita, dirigida y protagonizada por Roberto Benigni quien interpreta a Guido Orefice, un judío italiano dueño de una librería, quien con mucha imaginación le crea una burbuja a su pequeño hijo para que no se entere de los horrores de la guerra y un campo de concentración nazi. Habría que preguntarse: ¿compartir el dolor con la familia, por más duro que sea, no nos acerca y nos fortalece? Hablar con los niños de la realidad, sin dramatismos, respondiendo a sus inquietudes y temores, con un trato cálido, es una forma de sentir y percibir que la vida es bella cuando el dolor nos acerca y nos hace sentir que nos necesitamos unos a otros.
Hasta la próxima resonancia.
@oscarmisle
En el libro “Una experiencia para compartir” de la hermana Montserrat del Pozo sobre las inteligencias múltiples en el colegio Montserrat; cuando se plantean recursos para el desarrollo de la inteligencia intrapersonal, se hace referencia a la educación para el optimismo.
Según el Dr Seligman, el optimismo no es innato, se logra cuando se adquiere las capacidad de interpretar las dificultades de la vida. Los fracasos nos enseñan que hay que esforzarse en encontrar en los fracasos nuevas oportunidades.
Según esta visión no se debe confundir con la idea de que ser optimista es ver solo el lado bueno y bonito de la vida. Su lado sombrío no permite descubrir nuestro lado luminoso. Esa competencia si la cultivamos se convierte en una actitud.
Ser positivo, se aprende
Es necesario que los estudiantes:
Entiendan que todo cambia. Haciéndoles ver que todo lo que nos pasa es circunstancial. Nada es fijo, inmóvil, inmodificable y permanente.
No generalicen. “Es que todos, siempre, nunca” nos lleva directamente al pesimismo. El realismo nos lleva a concretar “en este momento, en esta circunstancia, en este lugar”. Nos acerca al optimismo ubicar las cosas en su justo lugar, hay mayores posibilidades de encontrar respuestas específicas.
Se desaten de la culpa. Creerse culpable de todo lo negativo que ocurre colabora a deteriorar la autoestima. Lo mismo pasa cuando queremos buscar la culpa en los demás sin asumir nuestras responsabilidades.
Es importante que el estudiante diferencie lo que es su comportamiento inadecuado y su persona. Que sepa diferenciar que ha hecho algo mal pero que él no es malo.
La hermana Monserrat en su libro nos plantea cuatros destrezas que ayudan a los estudiantes a ser optimistas:
- Ayudarlos a reconocer sus pensamientos en los momentos en que se sientan mal
- Enseñarles a evaluar estos pensamientos automáticos
- Mostrarles cómo retar estos pensamientos negativos generando explicaciones más ajustadas a la realidad, más exactas
- Invitarlos a desdramatizar las situaciones
Alerta con las burbujas
Escuchamos sobre la necesidad de crear nuestras burbujas para aislarnos de las influencias negativas del entorno. Hay posturas radicales como no escuchar noticias, escondernos en nuestro caparazón para no contaminarnos.
Si bien es cierto que en momentos podemos acudir a nuestras burbujas aislantes y protectoras emocionalmente, el problema es cuando atrapan y secuestran nuestra sensibilidad y nos volvemos indolentes e indiferentes al dolor ajeno.
“La vida es bella”, la famosa y taquillera película escrita, dirigida y protagonizada por Roberto Benigni quien interpreta a Guido Orefice, un judío italiano dueño de una librería, quien con mucha imaginación le crea una burbuja a su pequeño hijo para que no se entere de los horrores de la guerra y un campo de concentración nazi. Habría que preguntarse: ¿compartir el dolor con la familia, por más duro que sea, no nos acerca y nos fortalece? Hablar con los niños de la realidad, sin dramatismos, respondiendo a sus inquietudes y temores, con un trato cálido, es una forma de sentir y percibir que la vida es bella cuando el dolor nos acerca y nos hace sentir que nos necesitamos unos a otros.
Hasta la próxima resonancia.
@oscarmisle
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