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viernes, 25 de enero de 2019

MIGRACIÓN ¡TENEMOS QUE HABLAR!


El tema diáspora, migración, los que se van y los que se quedan, los de aquí y los de allá se ha convertido en tema permanente  de conversación en las familias, reuniones, lugar de trabajo… Suele surgir cuando  alguien comunica que tomó la decisión de irse del país. Dependiendo del vínculo, sensibilidad y condiciones personales  con la noticia  afloran sentimientos  y emociones difíciles de procesar, especialmente con los niños.      

Movidos por esta realidad, el pasado jueves 8 de noviembre, los Institutos Andes y Cumbres realizaron  en  el auditorio del Andes, Los Naranjos, Caracas, el evento “Tenemos  que hablar”  del impacto de la diáspora en nuestros hijos.
La frase “Tenemos que hablar” la utiliza la Escuela de Padres de los Institutos  para  convocar a las familias a encuentros con un formato creativo y motivador.  Para mí  fue un honor compartir con  Alejandro León de Zona Escolar; Johan Stuve papá del  Instituto Cumbres, en un panel moderado por Josemith Bermúdez, quien también es mamá de un niño que estudia en el colegio.
Valorar el país aún con las dificultades
Coincido  con Alejandro León en que es importante  diferenciar  la situación por la  que estamos pasando  en nuestro país. Es momento de promover iniciativas que impacten de forma positiva a los estudiantes sin  comentarios fatalistas.
Reconoce y valora los  emprendimientos en los colegios. Iniciativas  que posibilitan a  los estudiantes sentirse  útiles, que se promueva la participación ciudadana para la búsqueda de posibles soluciones. Emprender en tiempos difíciles debe ser el mensaje para nuestros hijos.
Johan Stuve  coincide en que  si queremos que nuestros hijos quieran el país  hay que estimular el arraigo.
Nos la pasamos añorando lo que teníamos y hablamos solo  de eso; ¿pero conocen nuestros hijos su país?
Hay que contagiarlos  con ese amor por Venezuela  y la mejor manera es que ellos la conozcan y la sientan.
Etapas de la migración
Stuve señaló que la vida del migrante tiene unas etapas:
La luna de miel: la maravilla  que produce la novedad del nuevo destino, el clima, paisaje, el mercado.. todo es fantástico . Pero eso solo en un primer momento.
Luego comienzan a aparecer cosas que ya no nos gustan tanto. Queremos creer   que como eres extranjero no nos afectan tanto. .
Hasta  que llega la etapa en que nos damos cuenta que si nos afectan los problemas y además no sabemos cómo resolverlos. Todo es nuevo y retador.
Recomienda en este proceso  hablar de las cosas buenas que nos pasan, anécdotas positivas. Jugar con nuestros hijos, hacer deportes, treguas necesarias para poco a poco ir tomando las riendas del tema de la migración, siendo  protagonistas en abrir el tema con respeto a los sentimientos de los niños.
No todos la viven de la misma manera
No todas las familias viven la migración de la misma manera. Hay un  antes  durante y después.
Si la familia se siente encaminada hacia la migración se debe  hablar e  involucrar  a sus hijos. Si no se está claro o se sienten dudas es preferible no hacer  anuncios  que puedan crear falsa expectativas que se traduzcan en ansiedad o frustración a sentir que  no se está ni aquí ni allá.
Es un duelo que duele
Otto Navas en uno de sus tuits sobre una entrevista  que me realizó Román Lozinski, palabras más, palabras menos se refería que los huérfanos de la migración no son solamente los hijos; también son los abuelos, las mascotas, costumbres, las querencias. Una sensación de abandono de todo eso que no cabe en una maleta de 23  kilos
Es  un proceso y parte de esa transición es el duelo y hay que vivirlo. Se pasa por momentos de la rabia, negociación, negación, tristeza hasta que llega la aceptación que no significa resignación.
Hay que hablar con los niños
Recordemos  que la migración no es una decisión de los niños, es de los padres y y hay que conversarlo para explicarles las razones, con sencillez y sin drama.
No decirle: “Me voy para  conseguir dinero  para tus estudios, alimentación”  Podemos generar sentimientos de culpa, más bien expresarle que nos vamos para buscar otras alternativas  que sirvan para el bienestar de todos.
Nos puede sorprender que sepan más de lo que nosotros creemos. Nos escuchan mientras juegan, lo conversan con otros niños de  la familia o de  la escuela.
Cuando una familia se separa, papá en un país la mamá en otro, no es fácil asumir el rol a distancia,  suceden muchas cosas  detrás de las pantallas que no se captan. No todo lo que se comunica es lo que se experimenta o se descubre en la soledad y en la distancia.
La ruptura y el desarraigo son muy duros. Hay que tomar en cuenta la sensibilidad del niño y como es la intensidad del apego existente.
Los  espacios sagrados en familia
Momentos de encuentros y de apoyo son claves para procesar el antes  y durante la inmigración. Es importante la cantidad, la calidad y calidez de esos encuentros.
Como miembros de la familia podemos sentir  que  nuestro miedo es a lo desconocido. A lo que realmente le tenemos miedo es a lo conocido anteriormente El migrar se  puede relacionar, de forma inconsciente con situaciones anteriores en las que vivimos separaciones  y los sentimientos de abandono se reactivan.
El amor no sabe de distancias, la tecnología nos regala una posibilidad virtual de acercamiento, nunca como el encuentro cara a cara. Lo que si es cierto es  que estos valiosos recursos son un alivio para disipar  el miedo más grande de la separación,  el olvido.
Hasta la próxima resonancia
@oscarmisle

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