Ricardo (7 años) comenzó a cambiar progresivamente su comportamiento. No quería ir a la escuela, con frecuencia se quejaba de dolores de estómago, rechazaba la comida, dormía mal, su desgano era tal que no le provocaba jugar, se volvió agresivo.
Carola, su mamá, lo llevó al pediatra. Le hicieron varios exámenes y todos los valores estaban normales. Le recomendaron un psicólogo infantil que hacía equipo con una psiquiatra. Lo evaluaron y le diagnosticaron una depresión.
La mamá se negaba aceptar el diagnóstico. Le parecía imposible que un niño de 7 años tuviera una depresión. El único cambio que hubo fue la decisión de Alberto, papá de Ricardo, de irse a Madrid para buscar alternativas económicas y una vez estabilizado llevarse a la familia.
El duelo por la partida del papá afectó mucho a Ricardo. Al principio Carola pensaba que los cambios anímicos eran transitorios, pero no fue así. Durante dos meses la situación emocional persistía y se iba haciendo cada vez más compleja.
Anímicamente se sentía y se veía mal. Le costaba poner en palabras lo que sentía, solo lograba reconocer el dolor de estómago del que se quejaba con frecuencia
Le frustraba no poder responder a las expectativas de los demás. Se sentía culpable de no haber podido hacer nada para evitar que su papá se fuera. No entendía lo de las razones económicas.
No lograba concentrarse y eso afectó su rendimiento escolar. Lo único que le atraía era encerrarse en su cuarto.
Según el psiquiatra los síntomas que presentaba Ricardo encajaban en lo que es un cuadro depresivo. Como antecedente importante estaba la depresión que padecían algunos miembros de la familia. De hecho Alberto tuvo un cuadro depresivo detonado por la situación del país que requirió tratamiento médico. A raíz de ese episodio decidió el viaje.
¿Qué pasó con Ricardo?
El psiquiatra, una vez que tenía claro el diagnóstico, conjuntamente con la psicóloga, involucraron a la familia para trabajar coordinadamente, incluyendo con la escuela y de esta forma lograr un abordaje integral.
El tratamiento contempló un ciclo de terapia psicológica y fármacos prescritos por el médico. En un principio para la familia no fue fácil vencer el tabú que existe en relación al tratamiento con profesionales de salud mental (psicólogos, psiquiatras, psicoteapeutas).
Poco a poco fueron aceptando las recomendaciones de los especialistas. Por su parte pusieron todo su empeño en demostrarle a Ricardo su amor y respeto por el momento estaba pasando, sin forzarlo, ni juzgarlo. Evitando la sobreprotección. Para Alberto la situación era difícil por estar fuera del país. Pero con las tecnologías como aliadas se mantenía en contacto con el grupo familiar.
La depresión es una enfermedad. No es lo mismo estar triste que deprimido. La tristeza es una emoción válida. Cuando se hace crónica, persistente y se asocia a otros síntomas como los antes descritos el mejor acto de amor es buscar la ayuda profesional.
Seguimos creciendo juntos
@oscarmisle
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