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viernes, 25 de enero de 2019

DEPRESIÓN CON CARA DE NIÑO

Ricardo (7 años) comenzó a cambiar progresivamente su comportamiento. No  quería ir a la escuela, con frecuencia  se quejaba de  dolores de estómago, rechazaba la comida, dormía  mal, su desgano era tal  que no le provocaba jugar,  se volvió agresivo.

Carola,  su mamá, lo llevó al pediatra. Le hicieron varios exámenes y todos  los valores estaban normales. Le recomendaron un  psicólogo infantil que hacía equipo   con una psiquiatra. Lo evaluaron  y le diagnosticaron una depresión.
La mamá se negaba aceptar el diagnóstico. Le parecía imposible  que un niño de 7 años tuviera una depresión. El único cambio que hubo   fue la decisión de Alberto, papá de Ricardo, de irse a Madrid para buscar alternativas económicas y una vez estabilizado llevarse a la familia.
El duelo por la partida  del papá afectó mucho a Ricardo. Al principio Carola pensaba  que los cambios anímicos eran  transitorios, pero no fue así. Durante dos meses la situación emocional persistía y  se iba haciendo cada  vez más compleja.
Anímicamente se sentía y se veía mal. Le  costaba  poner en  palabras lo que sentía, solo  lograba reconocer  el dolor de estómago del que se quejaba con frecuencia
Le  frustraba no poder  responder a las expectativas de los demás. Se sentía culpable de no haber podido hacer  nada para evitar  que su papá se fuera. No entendía lo de las razones económicas.
No lograba concentrarse y eso afectó su rendimiento escolar. Lo único  que le atraía era encerrarse en su cuarto.
Según el psiquiatra los síntomas  que  presentaba Ricardo  encajaban  en lo que es un  cuadro  depresivo. Como antecedente importante estaba  la depresión que padecían algunos miembros de la familia. De hecho Alberto tuvo un cuadro depresivo detonado por la situación del país que requirió  tratamiento médico. A raíz de ese episodio  decidió el viaje.
¿Qué pasó con Ricardo?
El psiquiatra, una vez  que tenía  claro  el diagnóstico, conjuntamente con la psicóloga, involucraron a la familia para trabajar coordinadamente, incluyendo  con la escuela y de esta forma lograr un abordaje integral.
El tratamiento contempló un ciclo de terapia psicológica y  fármacos prescritos por el médico.  En un principio para la familia no fue  fácil vencer el tabú que existe en relación al tratamiento  con profesionales  de salud mental (psicólogos, psiquiatras, psicoteapeutas).
Poco a poco  fueron aceptando las recomendaciones de los especialistas. Por su parte   pusieron todo su empeño en demostrarle a Ricardo su amor y respeto por el momento estaba pasando, sin forzarlo, ni juzgarlo. Evitando la sobreprotección. Para Alberto la situación  era difícil  por estar fuera del país. Pero con las tecnologías  como aliadas se mantenía en contacto con el grupo familiar.
La depresión es una enfermedad. No es lo mismo estar triste que deprimido. La tristeza es una emoción válida. Cuando se hace crónica, persistente y se asocia a otros síntomas como los antes descritos el mejor acto de amor es buscar la ayuda profesional.
Seguimos creciendo juntos
@oscarmisle

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