Óscar
Misle
@oscarmisle
@oscarmisle
Alfredo Hernando es
el autor del interesante libro Viaje a la escuela del siglo 21 realizado
por la Fundación Telefónica. El investigador señala
que durante muchos años la
escuela ha sido un lugar de pupitres ordenados en filas y de asignaturas.
Los
profesores trabajaban de forma independiente en cada área. Sus monólogos eran los protagonistas. En ocasiones se hacía tiempo para el diálogo
entre los alumnos; pero hablar iba en contra del aprendizaje.
Los exámenes
finales eran el único método de evaluación, y las evaluaciones del cociente intelectual, el medio más eficaz para evaluar la inteligencia,
desconociendo otras inteligencias. El cuaderno, el libro y el bolígrafo eran las herramientas fundamentales de estudio y, sobre todas las cosas, el silencio era el indicador de éxito por excelencia.
Este
enfoque y práctica pedagógica pudo haber
sido útil en otros tiempos; pero en pleno siglo 21 las escuelas exigen cambios.
Hernando añade que la escuela no es una entidad impermeable que
no siente los cambios del tiempo, ni de las ciencias, ni de la sociedad.
Las nuevas generaciones deben
utilizar modos diferentes de trabajo en el aula, sabiendo
cómo extraer
conocimientos relevantes de la información que nos rodea,
aprendiendo de manera colaborativa, potenciando determinadas
competencias.
¿Cómo
deben ser las escuelas del siglo XXI?
Según
esta investigación en la escuela:
-Se aprende para otra vida, descubrir otro mundo y crear otra narración
de nosotros mismos. En la escuela aprendemos a vivir y descubrimos el
mundo; pero también lo transformamos y narramos nuestra identidad. Tanto para
lo bueno como para lo malo. Es una institución que no deja indiferente a nadie.
Por eso los niños la aman o la detestan. No hay término medio.
-Se aprende con el movimiento del cuerpo, porque es una forma de
manifestar nuestra inteligencia. Es una escuela donde existe más de un tipo de
espacio para la reflexión, intimidad,
estudio, diálogo, nube…, y donde todos y cada uno de ellos tienen una
configuración estructural diferente, pero dentro de un mismo proyecto.
-Los profesores programan juntos, tienen diálogos sobre su práctica en
el
aula y comparten sus experiencias en los «colaboratorios».
-Los
alumnos se autoevalúan y eligen qué hacer con su tiempo cuando
cruzan el umbral de la puerta cada mañana, cada tarde o cuando elijan.
-Se diseñan
y ejecutan proyectos originales, creativos, que nacen del corazón de cada
estudiante y que se relacionan con los grandes interrogantes de nuestro entorno.
-Se enfocan en la comprensión y la creatividad, donde se aprende el
lenguaje del pensamiento y el de las emociones.
-Los
horarios son flexibles y las aulas y los pasillos son el escenario de
actuaciones completamente nuevas.
-Se
ponen en práctica ideas alocadas, probar, equivocarse y
volver a intentarlo, porque en ellas cabe todo el mundo, sobre todo aquel que
no ha sido aceptado en ninguna institución.
-Flexibilidad institucional. El valor de su propuesta radica en la
flexibilidad institucional para entender los procesos de aprendizaje, con los
ritmos, necesidades e intereses particulares. Lejos de sentirse acordonados por
la legislación, han sabido responder a las prioridades del entorno.
-Se nutre de estudios e investigaciones acerca del cerebro, la inteligencia, el
pensamiento, la toma de decisiones, etc., en definitiva, de todo aquello que
pueda
mostrar
evidencias fundamentadas para adaptar los aprendizajes a la vida y el convivir.
Hasta la próxima
resonancia.
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