Oscar Misle
@oscarmisle
No las podemos ver, tocar, oler,
escuchar;
pero ¡como las sentimos!
Los duelos surgen
cuando se producen pérdidas humanas o materiales. Bien sea por muerte de
familiares o mascotas, desastres naturales; o por separaciones, viajes, mudanzas, cambio de centro educativo;
o por la transición de dejar de ser niño para convertirse en un adulto…
Con los duelos, los
adolescentes pueden presentar
comportamientos diversos que nos
desconciertan. De pronto se tornan hostiles, herméticos o indiferentes;
también pueden mostrarse tristes, apáticos o desmotivados; y cuando les
preguntamos qué pasa, contestan: “nada”. No saben o no desean expresar verbalmente sus sentimientos.
¿Qué podemos hacer?
Comprender que, en los primeros
momentos, pueden evadir o negar la
situación. La
evasión puede ser la forma que consiguen los adolescentes para no contactar el
dolor. Pueden mostrarse indiferentes o ensimismarse, evitando contactos con las
personas que les puedan recordar la separación;
pueden inclusive encerrarse en su habitación, dormir más de lo común,
utilizar internet o cualquier recurso
para desconectarse de la realidad.
Esa negación no la podemos calificar como
desamor, indolencia, indiferencia… muy por el contrario, es aquí cuando
más necesitan que estemos cerca, haciéndoles sentir con abrazos y otras
expresiones de cariño que los queremos y entendemos no están preparados para
hablar sobre lo que está pasando. Es importante manifestarles que cuando lo
deseen estaremos dispuestos a escucharlos y a compartir con ellos su dolor. El
dolor, cuando se comparte, se convierte en fortaleza.
Entender que la rabia es parte del duelo. Nos cuesta
aceptar que por causa de una pérdida nuestros hijos se tornen agresivos u
hostiles. Sin embargo, esas reacciones son la forma de expresar su rechazo por
la pérdida. Es importante hacerles saber que entendemos que sientan rabia y que
esa emoción les sirve para expresar su rebeldía frente al dolor de saber y
sentir que no podrán recuperar a la persona
o pertenencia perdida.
Hacer ver que lo que sucedió no es su culpa. Los
adolescentes pueden sentirse culpables porque creen que su comportamiento pudo
incidir en la enfermedad del ser querido,
en la separación de sus padres o en el conflicto en el que hubo
rupturas. Se les debe expresar que no fueron ellos los responsables y que si
hubo una discusión y se molestaron, su intención no fue generar un daño que
pudiera ocasionar ese desenlace, porque el amor está por encima de
circunstancias particulares o puntuales.
Expresar que aunque duele lo sucedido, en
algunas ocasiones, es un alivio lo que pasó. Cuando mueren
familiares con enfermedades crónicas, terminales, con profundos padecimientos
físicos y psicológicos, ayuda entender que la muerte los liberó de ese
sufrimiento y esto puede ser percibido por el adolescente como un alivio frente
al dolor que le embarga. Lo mismo sucede cuando las relaciones de sus padres
han sido muy conflictivas, violentas, difíciles, y la separación puede ser “un mal” necesario.
Aceptar su dolor. Para superar los
duelos, hay que vivirlos. Por amor, tenemos la tendencia de querer distraer a
nuestros muchachos para “evitarles” o mitigar
el dolor que genera la pérdida. A veces les hacemos regalos y no les
permitimos procesar su duelo, llorar y expresar su rabia, evasión, culpa.
En ocasiones, este es un mecanismo de autoprotección: No hablamos
del tema para no contactar nuestras propias emociones. Es
válido y necesario llorar juntos, para
que los adolescentes sientan que no están solos, que también nosotros estamos
pasando momentos difíciles y que necesitamos sentirnos acompañados para superarlos.
¿Cómo nos podemos sentir?
Cada persona tiene
una forma muy particular de vivir el duelo, aunque la pérdida esté vinculada
afectivamente con el grupo familiar o personas con quienes conviven (como puede ser un salón de clases).
Cada quien transitará su dolor de forma diferente. Muchas veces nos angustia no
poder mitigar o quitar el dolor y podemos caer en la tentación de evadir el
tema. Esa represión puede generar hostilidad
en el grupo. Si sentimos que el duelo nos arropa de tal forma que
pasamos de la tristeza a una depresión o nos sentimos incapaces de apoyar o acompañar a nuestros adolescentes, es
conveniente solicitar ayuda.
¿Qué hacemos
si no funciona?
Si notamos que
nuestros hijos no logran superar alguno de los momentos y se mantiene
permanentemente la hostilidad, no
quieren salir, pierden el apetito, se enferman, utilizan sustancias adictivas
(alcohol, fármacos, drogas…), es importante buscar apoyo con personal
especializado (psicólogos, psiquiatras, orientadores, psicoterapeutas).
Hasta la
próxima resonancia
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