Vivimos una situación muy
compleja y desgastante. Una pesadilla que nos agobia. Lo sentimos en la
cotidianidad cuando sufrimos los embates
del desabastecimiento de alimentos y
medicamentos, la inseguridad, la
galopante inflación, la represión…
No
está pasando nada
Los representantes del
gobierno repiten un guión de negación de la realidad: “no hay crisis
humanitaria, no es verdad que las familias están comiendo de la basura,
medicamentos hay, lo que hay que mejorar es la distribución, no hay represión,
la guardia nacional y la policía cumplen
con su función de garantizar la paz” Las víctimas de asesinatos se clasifican entre los tuyos y los
míos; desconozco los primeros y valoro los que me atañen. Los violentos son los
otros, esos que no están de acuerdo,
critican y se oponen. La Asamblea Nacional Constituyente es la salvación. No
importa quién la decidió ni cómo se
eligió.
La
culpa la tienes tú
El gobierno no asume sus
errores y fracasos. No reconoce su responsabilidad y busca los responsables
fuera: la guerra económica, el acaparamiento de los empresarios, la baja del
precio de petróleo y la falta de
recursos para las misiones… La queja en su rol de víctima la utiliza para
justificar sus ineficiencias, deficiencias,
incompetencias…
Rio
revuelto ganancia de pescadores
“Divide y triunfaras” es la
pauta. Se realizan anuncios para provocar confusión y mayor tensión y desviar
la atención de los graves problemas sociales. Cada día surgen decisiones, arrestos,
pronunciamientos. Amenazas como una estrategia generadora de confusión y caos
con un juego perverso en el uso del poder.
El
miedo y la desconfianza como un recurso
desesperanzador
La desesperanza es inducida
de forma intencionada y permanente. Su
objetivo es hacer sentir que es imposible cambiar la realidad, evidenciar como el poder de pocos se
fortalece a costa del miedo y la sumisión de muchos. La idea es que la desesperanza se convierta en un síndrome que deprima el sistema
inmunológico social, convirtiéndonos en seres vulnerables. ¿Los síntomas? Queja permanente, duda y desconfianza de todos y por todo, conformismo, pasividad,
sumisión, dependencia, renuncia a nuestro poder…
La
esperanza como escudo
La esperanza es el escudo
más poderoso para la resistencia y movilización interna y externa. Ahora
¿de qué tipo de esperanza estamos hablando? Nos referimos a esa que se nutre de emociones, sentimientos,
pensamientos, impulsos, principios y valores que nos mueven a actuar para lograr lo que
queremos con los pies en la tierra pero
con la mirada puesta más allá de los sucesos.
Amarrar la esperanza a un
suceso y no a un proceso, tiene implicaciones psicológicas y emocionales peligrosas. Si apostamos al
resultado y no se logra, la frustración nos puede llevar a la violencia, a la
evasión y el desencanto nos puede llevar a claudicar, desentendernos de la
lucha.
Hay una tercera vía
que nos mueve, una vez vivido el duelo por la pérdida, a
buscar otras estrategias para realizar las transformaciones necesarias
personales, sociales y estructurales. Partiendo de lo aprendido sin permitir
que el objetivo no logrado, ensombrezca los logros obtenidos durante el proceso,
al contrario estos deben ser revalorizados y utilizarlos como combustible para
poner en marcha lo que nos proponemos.
Fe,
esperanza y caridad
Tres virtudes teologales que
pueden revitalizarnos, más allá de lo religioso. Necesitamos fortalecer el
espíritu de la resistencia con resiliencia, esa capacidad de salir fortalecidos en la adversidad. La fe es un
factor protector poderoso. Nos da la
fortaleza para sumir lo que nos toca,
cambiando las creencias que pretende inocular el poder para debilitarnos. En lo
político es clave, pero también en otras experiencias y vivencias personales
como es el caso de la enfermedad. Un diagnóstico y un pronóstico puede
devastarnos emocionalmente; pero la fe
nos da la fortaleza para asumir el tratamiento asumiendo nuestra
responsabilidad sin colocar todo el poder en el médico y los medicamentos.
La caridad desde el enfoque
que estamos planteando nos exige hacer del amor el motor fundamental. Es el
momento de darle contenido práctico a la solidaridad, empatía, compasión,
misericordia, servicio… De eso hemos visto múltiples señales en nuestro maltratado
país. Esas heridas las hemos visto
florecer en la solidaridad de la gente en el intercambio de
medicamentos, alimentos, apoyo emocional, que no justifica la crisis social,
pero si son bálsamos para que las heridas no muerdan al infectarse por el
resentimiento, odio, venganza producto del abandono, indiferencia e indolencia.
Seguimos resonando
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