Óscar
Misle
@oscarmisle
“13 Reasons Why”, en español “Por qué trece razones”, es una serie estadounidense, transmitida en todo el
mundo por Netflix, basada en una novela
de Jay Asher y que fue adaptada por
Yorkey para la televisión.
Cuenta la historia de Hannah.
Una atractiva adolescente que se suicida por no poder seguir soportando el bullying, las humillaciones y
agresiones por parte de sus compañeros de estudio. Como evidencia deja una
caja de cintas de casetes en las que detalla las 13 razones por las que decidió acabar con su vida. Logra después
de su muerte que las cintas lleguen a las manos
de quienes tuvieron que ver con
las razones que la llevaron al suicidio.
El reto de la ballena azul fue otro viral acontecimiento. Es un macabro juego, a través de la redes
sociales, que consiste en distintas
pruebas, durante 50 días, entre las que se destacan ver de forma continua, por
más de 24 horas, películas de terror, pasando a otras más tétricas, realizar autoagresiones…
Una de las pruebas es el "dibujo" de una ballena que se hace
con un cuchillo o navaja en el
antebrazo, adicionalmente se realizan el
resto de los retos, que son monitoreados, diariamente, por un administrador que
exige pruebas a través de fotos y videos para certificar que se han cumplido
las tareas. El propósito es llevar al
adolescente a un colapso emocional hasta que cumpla con el reto final, después de los 50 días, que consiste
en quitarse la vida
Hago referencia de estos dos ejemplos que
lograron poner el suicidio en las pantallas y
que han sido vistos por
adolescentes de todo el mundo sin que, en muchos casos, lo sepan sus
familias o si lo saben sin saber cómo orientarlos. El suicidio sigue siendo un
tema tabú, aunque abundan historias en nuestros centros educativos de intentos
o consumados, poco se toca.
Cuando se hace público que un adolescente decidió ponerle
fin a su vida son muchas las interrogantes
que surgen.
Detrás de un suicidio puede haber
muchos factores que hay que indagar: la situación emocional del adolescente,
que puede estar pasando en su vida que generen los cambios en sus estados de
ánimo, si hay trastornos en su salud
mental no diagnosticado o no tratados adecuadamente, consumo de alcohol,
drogas. Agresiones en el hogar, sentimiento de abandono, soledad, decepciones
amorosas, duelos no procesados, diagnósticos de alguna enfermedad crónica, abuso sexual, traumas, suicidios en la familia…
No quiere decir
que todos estos hechos necesariamente son inductores por si solos de
suicidio; pero si son señales que hay
que atender.
Señales a tomar en cuenta
Si el adolescente se torna depresivo o permanentemente triste,
se aísla, con sentimientos de desesperanza o poca valoración de sí mismo, se
autoagrede, no es capaz de superar
situaciones de pérdidas y se
torna hostil, evita socializar o solo lo hace con determinados grupos,
escribe mensajes relacionados con el
deseo de morir, o imágenes que
permanentemente evoquen la muerte, es rechazado por su condición sexual,
exigencias académicas, son algunos de los factores que pudieran
generar un estado emocional que le genere mucha frustración, impotencia,
desesperación, angustia, ansiedad, falta de un grupo de apoyo, malas
relaciones con los padres o sus pares con
incomunicación y mucha soledad.
El
acoso escolar o bullying como desencadenante
Si la condición o estado del
adolescente hace que tenga
comportamientos que son utilizados por
estudiantes acosadores y lo convierten en su víctima, la situación puede
agudizar o potenciar factores preexistentes que lo pueden llevar a
quitarse la vida
Es importante aclarar que el
Bullying es un dinámica violenta en la que el acosador se vale de la condición de la
víctima para maltratarla, agredirla física, verbal, psicológicamente o a través
de las tecnologías (celulares, internet, redes
sociales) de forma continua, delante testigos o espectadores que
celebran las agresiones del acosador. Por lo tanto no toda agresión escolar es bullying, el
hostigamiento debe ser repetido, la
intención es hacer sufrir a la víctima, utilizando el poder y el miedo
como recurso para adquirir reconocimiento y control
grupal.
El suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 24 años
de edad, después de accidentes y homicidios. Se dice que por cada suicidio de un adolescente hay,
por lo menos, 25 intentos.
¿Se debe hablar del tema?
Existen posiciones encontradas sobre si se debe o no hablar del tema. Hay quienes piensan que
puede estimular que el
adolescente busque esta salida si está siendo afectado por alguno de los factores antes mencionado. Hay quienes pensamos que para prevenir hay que
estar informado y formado. La
información debe ser clara, directa y
pedagógica, lo mismo sucede con el
alcohol, drogas, sexualidad…
Lo que si es cierto es que cuando sabemos de un suicidio de un
adolescente nos debe llevar a plantearnos como es la relación con nuestros hijos, estudiantes, qué señales
requieren ser atendidas, si tendemos a postergar la comunicación, cuando ha
habido intentos de suicidio, o lo ha
anunciado, hay que actuar y buscar apoyo profesional.
No se debe estigmatizar la
persona que en un momento de
desesperación y por la sensación de
perder el sentido de la vida toma como
salida atentar contra su vida. Las
posturas morales radicales, religiosas, pueden generar en el entorno de la víctima
sentimientos de vergüenza, culpa, que pueden afectar la relaciones y la salud
mental de la familia y entorno afectivo.
Como país estamos viviendo situaciones muy difíciles en las que la
frustración e impotencia pueden
desencadenar en nuestros adolescentes
estados emocionales por
trastornos preexistentes o los
generados por la tensión y realidad
social. En estos momento la comunicación, el apoyo afectivo tanto en el hogar
como en los centros educativos es
una prioridad para prevenir y no tener
que lamentar
Seguimos resonando.
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