Óscar Misle
@oscarmisle
Llegaron las vacaciones en una realidad de país muy compleja. Tener a los niños en la casa sin poder salir por la violencia y el alto costo de la vida se vuelve en u verdadero dolor de cabeza.
Salir al cine, ir a la playa, visitar centros
comerciales, son posibilidades que no están al alcance de nuestros bolsillos y que dependiendo de la zona pueden
poner en riesgo la vida o la integridad física.
La falta de oportunidades o alternativas para la
recreación pueden hacer que nuestros hijos e hijas queden atrapados por las
pantallas del televisor, enredados en la redes, secuestrados por video juegos,
expuestos al vendaval de malas noticias intoxicándose de información
inconveniente para su salud emocional.
Previo al período vacacional puede que la imaginación,
especialmente en los niños, alimente
expectativas y deseos que llegue ese
momento que les permita cambiar la
rutina, con alternativas distintas a las
cotidianas.
La ilusión
pronto se convierte en desilusión. Hasta el punto de convertirse en un motivo de
estrés emocional cuando comienzan a expresar que están aburridos, unos lo dicen, otros
lo evidencian con su
comportamiento. Al no tener respuesta la frustración se hace presente y junto a
ella la hostilidad.
En estos períodos por la cantidad de tiempo libre,
la dinámica familiar cambia, los horarios se tornan más flexibles a la hora de
levantarse o ir a la cama, comer, recrearse, jugar… estos cambios pueden
generar estrés, a veces difícil de manejar sobre todo cuando las carencias
hacen que no puedan comer lo que quieren en la cantidad y variedad que
desearían, salir con otros amiguitos, ir al parque de diversiones…
Puede preocupar que tanto tiempo de ocio haga que
olviden lo que aprendieron durante el año escolar, de por si hubo muchos días
en los que no pudieron ir al colegio y nos preocupa que “pierdan tanto tiempo”.
Surge la tentación de ponerlos a realizar actividades de nivelación
inscribiéndolos en cursos y talleres. Iniciativas que no suelen ser muy del
agrado de los niños y niñas pues sienten que les impide hacer un corte que les
permita experimentar con actividades diferentes a lo que comúnmente hacen en la
escuela.
¿Qué
podemos hacer con los niños?
Realizar
actividades artísticas. Estimulándolos a que se expresen con dibujos
que pueden convertirse en cuentos que se compartan con la familia. Podrían
realizar tarjetas, cuadros con imágenes o escenas que obsequien a sus seres
queridos o para decorar su habitación.
Convertir
las manos en posibilidades para crear realizando
manualidades sencillas, para crear juguetes, títeres, porta lápices, juegos de
memoria; rompecabezas.
Realizar
deportes, paseos, visitas. Se pueden organizar las familias para turnarse y
acompañarlos.
Colaborar
con las tareas del hogar y compartir, en horarios acordados y que tengan como
compensación el estar juntos, comunicarse mientras realizan las actividades
domésticas.
Redecorar el cuarto o algún lugar de la
vivienda con el apoyo de los adultos pueden organizar la
habitación de forma diferente, seleccionar lo que ya no utilizan y si están en
buen estado donarlos y de esta forma se estimula la solidaridad.
Ver juntos series o películas,
reflexionar sobre el contenido, los personajes, la trama, para identificar qué
opinan y sienten sobre lo planteado. Se puede estimular su imaginación
preguntándoles qué hubiesen hecho ellos en esa situación.
Participar en planes vacacionales. Son una
buena oportunidad para que puedan
recrearse y socializar con otros niños. Se puede investigar los que están
realizando las alcaldías para este período, con costos accesibles y personal
preparado.
Visitar familiares, pasar unos días juntos, como por
ejemplo: abuelos, tíos, primos para compartir y propiciar el acercamiento.
Hay que
estar atentos con lo que sentimos, porque puede pasar que por la situación que vivimos
consideremos que no debemos estar
buscando espacios para el esparcimiento y la recreación, sin embargo para la
salud mental estos momentos son claves
para el equilibrio personar y familiar.
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