Óscar Misle
@oscarmisle
Instagram: Óscar Misle Terrero
En el año 1999 a Cecodap le tocó vivir de
cerca los conflictos de liceos emblemáticos como el Andrés Bello, Fermín Toro, Luis Espelozin y otros por los disturbios, paros, quema de cauchos, enfrentamientos… Se señalaban como
responsables a los “encapuchados”.
Para buscar salidas pacíficas propusimos a la zona educativa un
encuentro con los encapuchados para escuchar sus inquietudes y solicitudes cara a cara.
No fue fácil convencer a las autoridades. Temían que eso significaría empoderarlos aún más.
Tanto insistimos que se logró la
realización del encuentro. El lugar que se seleccionó fue la Casa Nacional de
las Letras Andrés Bello situada a un costado del edificio del Ministerio de
Educación. La condición fue que no
hubiese policías en la puerta para evitar intimidación y provocaciones.
La zona educativa exigió estar presente para recoger las inquietudes de los
estudiantes. Para motivar la actividad dibujé en un rotafolio
una capucha. Los estudiantes se asombraron al ver la imagen. Pregunté: ¿qué
oculta esta capucha? Hubo un largo
silencio. Se mantenía la creencia que es
la máscara que se utiliza para violentar ocultando la identidad.
Para provocar su reacción les expresé que pensaba que detrás de esa
capucha podía haber un adolescente
con ideales, sueños, deseos no satisfechos por las injusticias,
inequidades, exclusiones… pero también podía esconderse una persona resentida
que busca vengar su rabia utilizando la violencia para desahogarse.
El hecho fue que los estudiantes comenzaron a expresar una serie de
situaciones que se daban en sus liceos y que evidenciaban las injusticias,
omisiones, abusos, acosos, irrespeto por
parte de directores y docentes de sus centros.
Les pregunté: “¿por qué ocultar el rostro?” Y uno comentó: “porque es la forma de preservar nuestra identidad e integridad”. “¿Pero
tiene que ser tras la capucha?” Enfáticamente
respondió: “si ¿Cómo me garantiza que si nosotros hacemos las denuncias y nos identifican no
nos pasen factura, nos detienen o
expulsan del liceo?”
Le respondí: “no se los puedo garantizar, lo que si podemos es aprovechar
este momento para expresarnos y hacer los reclamos correspondientes al Ministro
de Educación. Mientras más argumentos, mejor”. Se eligió una comisión que se
encargó por escrito de los reclamos y solicitudes. Su condición fue que no
hubiese intermediarios. Exigieron que la
presentación del informe la hicieran directamente al ministro.
De ese grupo de adolescentes hubo quienes se interesaron en las actividades
de Cecodap y con quienes mantenemos una bonita relación; aunque tengamos
diferencias, el afecto lo hemos logrado preservar.
Por esa misma época escuché a Hugo Chávez, quien para ese momento estrenaba
la presidencia, mencionar con mucho orgullo nombres de sus allegados que ostentaban cargos importantes y
de quienes resaltaba en su currículo
haber sido en la adolescencia y durante sus estudios universitarios “tira
piedras”, “quema cauchos”. Eso que hoy se calificaría como “guarimberos”. En esa
época se justificaban las trancas de vías, quemar autobuses o camiones como las
expresiones de jóvenes movidos por la pasión revolucionaria para protestar contra
las injusticias sociales propias del
capitalismo.
En una entrevista reciente el Defensor del Pueblo explicaba las
diferencias del uso de la capucha en los
diversos momentos sociopolíticos para concluir que desde su visión ideológica
en ese momento se justificaba pero ahora no.
Me pregunto si estos adolescentes que participan en las protestas,
señalados y estigmatizados por el gobierno como terroristas, estarían
defendiendo la revolución ¿Cómo los denominaría el gobierno? Los asesinados
seguramente serían horados como mártires de la revolución. Sus nombres serían emblemas para las misiones,
enarbolados con pancartas, inmortalizados en murales.
Pero al protestar contra la ineficiencia
de un gobierno que se ha ganado un importante
rechazo de la población, es un delito, es terrorismo…
La protesta debe ser pacífica y para que sea así debe evitarse todo aquello
que provoque o genere violencia. Las marchas
que han logrado llegar al destino han sido pacificas; las que
han sido reprimidas se han tornado violentas.
En una sociedad democrática los estudiantes deberían poder protestar sin
necesidad de cubrirse el rostro para no ser reconocidos y sufrir represalias,
para no tragar el gas de las bombas lacrimógenas… Su condición de ciudadanos
les daría el derecho de disentir o rechazar todo aquello que consideran atenta
contra sus derechos y dignidad.
Las capuchas no solo las utilizan quienes necesitan resguardar su identidad
para protegerse, están las otras, esas que se han convertido en la segunda piel
de quienes esconden sus miserias,
resentimientos, soberbia, a esos encapuchados son a quienes hay que desenmascarar, apegados a lo constitución
de 1999 y no a la encapuchada constituyente
que se quiere imponer.
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