Fecha: 09-02-2017
Por: Óscar Misle, @oscarmisle
Desde principios de noviembre la película Tamara, apareció en las pantallas de los cines del país. Se tenían muchas expectativas sobre si habría aceptación de uno de los tema más complejos que, para muchos, de difícil digestión y pudiera generar rechazo por todos los tabúes existentes.
La película se basa en la vida de Tamara Adrián, una valiente diputada transgénero, luchadora incasable de por los derechos humanos y reconocida internacionalmente por sus luchas y conquistas.
El versátil y reconocido actor Luis Fernández le dio vida a Tamara. Con su magistral actuación logró que el personaje dejara de ser ficción porque desnuda lo humano con todo lo que ello implica.
Cuando vi la película, me llamó la atención la sala totalmente llena y el espontáneo aplauso cuando finalizó. Se convirtió en la película más taquillera, la pregunta es: ¿Por qué? ¿Por el tema? ¿Por el morbo que genera la atracción por lo prohibido? ¿Por ser inspirada en la vida de una figura pública relevante como Tamara Adrián? ¿Por la actuación y desnudos de Luis Fernández? No hay una sola respuesta, lo que si es cierto es que Tamara desnudó una realidad.
Una de las formas más crueles de acoso escolar es por el comportamiento u orientación sexual de los estudiantes. Sabemos que la homofobia es el rechazo y odio a los homosexuales. Es una forma de discriminación como el racismo, la xenofobia; y se basa en el odio al otro, al que se le considera “raro” y se percibe por su condición como una amenaza para la sociedad.
La homofobia se expresa con comentarios, chistes y humillaciones que descalifican y atentan contra la dignidad del ser humano y genera rechazos que se traducen en violencia política, religiosa, social o cultural.
Los niños aprenden de lo que ven y oyen. Cuando escuchan comentarios, chistes o insultos en contra de las personas por su orientación sexual, se les inculca la homofobia desde los primeros años. Crecerán rechazando y excluyendo a las personas que tienen una orientación sexual o comportamiento diferente.
Si su orientación es homosexual transexual, sentirán culpa y el rechazo hacia sí mismos con el riesgo de caer en adicciones o autoagresiones y, en caso extremo, el suicidio.
La escuela, como el avestruz. Los centros educativos suelen optar por la práctica del avestruz, no asumen los casos de acoso por la orientación sexual de los estudiantes. No forman de manera explícita para el rechazo de pensamientos, sentimientos y prácticas homofóbicas. Existe una doble moral entre el discurso y la práctica.
El lenguaje consolida esta forma de discriminación. Se utiliza para descalificar al que es o piensa diferente y se legitima el odio y la agresión.
Las instituciones la promueven por acción u omisión. Cuando marginan por razones de orientación sexual y no les permiten disfrutar de sus derechos, cuando se persigue o acosa a través de los medios de comunicación, internet, redes sociales con la intención de descalificar, humillar, intimidar al otro.
Es imperativo exigir a las instituciones (gobiernos, iglesias, fuerzas armadas, academias) y a sus representantes que revisen y abandonen sus posiciones y comentarios homofóbicos por el mal ejemplo que dan, y por la violencia que generan con sus reacciones.
El rol de los medios de comunicación. Con frecuencia se transmiten contenidos discriminatorios, como por ejemplo, cuando hay un homicidio: si el asesino es homosexual, se introduce como relevante en el titular; si es heterosexual no se menciona. También en la radio y la televisión se hacen chistes y se ridiculiza por la orientación sexual. Los políticos para desmeritar descalifican con expresiones homófobas a sus opositores.
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