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martes, 5 de noviembre de 2013

PREFIERE AL PAPÁ PORQUE LO CONSIENTE

Puede pasar que los hijos manifiesten preferencia por el papá porque es más complaciente, les da lo que le piden, no los regaña tanto como la mamá. En algunos casos, cuando las cosas se ponen complicadas, la madre acude al padre como figura de autoridad “se lo voy a decir  a tu papá”; muchas veces como figura consultiva no vinculante.
Cuando las parejas están separadas, al padre le toca ejercer su rol a distancia y esto puede generarle culpa; y suele entonces compensar con regalos o dinero lo que no puede dar afectivamente.
En las parejas que pasan por momentos de crisis, a los hijos les toca convivir en un clima de hostilidad en el que la madre, por pasar más tiempo con los hijos, a veces no puede controlar el estrés, la angustia y el agotamiento. Esto afecta la forma de relacionarse. Los hijos pueden entonces asumir que el padre es más tolerante o comprensivo porque toma distancia asumiendo menos compromisos.

¿Qué podemos hacer?

Abonar los espacios y momentos para la intimidad familiar.

Crear un clima que favorezca el encuentro, la comunicación y las expresiones de afecto. Hay que formarlos para que expresen sus emociones en momentos en que se sientan débiles, con miedo, vulnerables o tristes. Esto les permitirá conseguir el apoyo, comprensión y compañía que requieren.

Expresar que quien se divorcia o separa es la pareja. Muchas veces los resentimientos, frustraciones, desencantos que sentimos, uno o ambos miembros de la pareja, podemos trasladarlos a nuestros hijos.

Es inconveniente que les comentemos, de manera detallada, nuestros problemas íntimos, sexuales, emocionales… No quiere decir que caigamos en el otro extremo de no hablar del tema. Hay que comunicarle que la relación se ha tornado conflictiva, que los intentos de mejorar no funcionaron.

Evitar comentarios que descalifican al padre. Los hijos pueden sentirse mal con esos comentarios y, como contrapartida, colocarse del lado del padre. A veces mienten para defender al padre y evitar que la madre les prohíba el contacto. También se da el caso de hijos que no quieren saber nada del papá y el odio se incuba como una forma de conexión; algo así como la letra de ese viejo bolero que dice “Odio quiero más que  indiferencia”.

• Puede pasar que para acercarse a ese padre devaluado, el hijo varón actúe como él. Mientras que la hija podría buscar como novio o esposo a hombres con muchas de las características negativas  del papá, con la esperanza de poder cambiar en la pareja lo que no logró en el padre.

•Las demostraciones afectivas no se compran ni se venden. Las retribuciones de tipo económico, muy necesarias para garantizar la protección de los hijos, no son suficientes para cultivar el amor. Hay que explorar caminos para expresar el afecto, fomentar la comunicación y el acercamiento.

• Lo que cambia es la relación. Cuando el padre y la madre se divorcian o separan lo que debe cambiar es la forma de relacionarse entre ellos, porque como padre y madre el vínculo sigue. Se dice fácil, pero es necesario hacer el trabajo; los hijos los vincularán de algún modo, especialmente en momentos clave: muertes de familiares, celebraciones, enfermedades y todos aquellos rituales o situaciones cotidianas donde la presencia del padre y la madre tiene importancia y significado especial.

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