Páginas

martes, 5 de noviembre de 2013

EL DUELO HAY QUE VIVIRLO, EL AMOR HARÁ LO SUYO

El lunes 23 de septiembre, cuando me disponía a realizar esta columna, recibí la llamada de mi hermano para notificarme la partida de mi padre. Una noticia que resultó más desgarradora  de lo que podía imaginar. Sabía que por su condición de salud y sus ochenta y ocho años, esa llamada llegaría en cualquier momento. Tener conciencia de este  hecho y vivir la realidad son dos cosas muy distintas.

Cuando supe de su muerte una secuencia de imágenes de mi infancia comenzaron a aparecer y necesitaba contárselas a alguien, una y otra vez. Recuerdos que evidenciaban  que siempre había estado en mi vida y que ahora se había ido. Mi padre y yo teníamos el mismo  nombre y el mismo apellido. Eso nos identificaba, nos unía. Ahora  mi nombre  se  quedaba solo.

Mi amiga Adriana Ponte me regaló el poema Umbrales, de Sofía Santaclara: "Cuando creía comprender la muerte, me acarició; volví a confundirme". Y es cierto, mi sensación de realidad cambió abruptamente. El adulto que creía ser fue secuestrado por el niño que estaba oculto, vulnerable, con miedo y que necesitaba llorar la pérdida de ese ser que en lo profundo sentía que te protegía y defendía.

En el momento del  sepelio un torrencial aguacero, parecido al llanto que no podía y no quería controlar, porque era lo  único que en ese momento me conectaba a él, parecía que no iba a cesar nunca. Justo cuando colocaron la lápida, escampa. Lo que  sucedía  afuera se parecía a lo  que viví por dentro. La forma de sentir el dolor cambió. Expresar mis sentimientos, sin tener que ser fuerte, sin complacer a quienes con amor me decían “fortaleza” por considerar las lágrimas, de adentro o las de afuera, como flaqueza,  debilidad, falta de fe… Olvidando que el dolor es proporcional al amor. Sentí que debía ser compasivo conmigo mismo y vivir mi dolor.

No con nosotros, pero sí en nosotros

Mi duelo pasará por momentos diferentes mientras voy asimilando y transformando el dolor. Es un estado de shock que vivimos de forma diferente. Nos encontramos con personas que parecen no reaccionar, no lloran, actúan como si nada hubiera pasado. Cuando menos piensan el dolor acumulado buscará cómo salir o expresarse. Podemos  buscar formas de distraer el dolor, llenándonos de trabajo, alcohol, saliendo a la calle, evitando hablar del tema; pero cada olor, imagen, palabra, canción, foto no los recordará.
Reconozco que la culpa nos hace una mala jugada haciéndonos sentir que no hicimos lo suficiente para evitar su muerte. Nos duele  pensar que no nos despedimos, o no pedimos  perdón, no dimos las gracias por todo lo  recibido. En nuestro caso lo hicimos todos los hermanos reunidos en torno a su cama. Un acto íntimo, humano y movido por el dolor y el amor. 
  
En momentos sentí mucha rabia con Dios, los médicos, con el país por el alto costo de enfermarse y morir. Es una etapa o momento que hay que vivir. Es difícil reconocer y aceptar la tristeza, esa sensación de vacío que puede alterarnos el sueño y hasta los hábitos alimentarios. Es como si perdiéramos conexión y nos cuesta concentrarnos hasta que llega la  aceptación y nos damos cuenta que esos seres que tanto amamos ya no  están con nosotros, pero sí en nosotros. Se convierten en esa brisa que no vemos, olemos, tocamos; pero cómo la sentimos, ¡cómo te siento ahora papá!

Seguimos creciendo juntos


Leer mas en: http://www.revistadominical.com.ve/noticias/firmas/vivir-el-duelo--darle-vida-al-amor.aspx#ixzz2jmymTi62

No hay comentarios:

Publicar un comentario

VIOLENCIA. HAY QUE HABLAR CON LOS NIÑOS

  Óscar Misle Óscar Misle Los recientes enfrentamientos armados en la Cota 905 y comunidades aledañas y los operativos que se van realizan...