Óscar Misle
Recientemente fue noticia la trágica muerte de una
adolescente (16 años) a causa de un disparo que se propinó durante el macabro
juego “La Ruleta Rusa”. El hecho ocurrió en su residencia ubicada en el sector
El Tierral, Turmero (Aragua).
La adolescente invitó a unos amigos para participar
en un reto mortal. Ingresaron a una habitación y sacó un revólver que según
ella estaba descargado, le dijo al grupo que ella misma comenzaría el juego. Accionó
el arma en su cabeza, situación que le causó la muerte de manera instantánea.
Desde Cecodap cada vez
que sucede un hecho de este tipo nos damos a la tarea de corroborar si la
noticia que circula es real. Las redes sociales juegan un papel clave para que
nos enteremos de lo que sucede; pero ¿cuántos otros casos existen?
Retar a la muerte
Hace cerca de 3 años se viralizó el “juego” del
estrangulamiento al que es sometido el niño o adolescente por otro compañero,
usando varios métodos, que impiden la respiración por lo que el oxígeno no
llega al cerebro y se produce el desmayo. De ahí viene el nombre de “chooking
game” en inglés, “juego de la asfixia”,
entre otras denominaciones dado que se ha practicado en diferentes países.
Otro caso más reciente consistió en propiciar con una
zancadilla la caída abrupta de espalda una práctica que puede producir
importantes lesiones en la columna, cráneo, traumatismos que pudieran ocasionar una discapacidad e inclusive la muerte
Existen numerosos llamados en internet sobre estos retos peligrosos e invitan a los
padres a mantenerse al tanto del juego en los que sus hijos participan.
Juegan a la muerte porque no les divierte la vida
Sabemos que la adolescencia es un período caracterizado por
retar al adulto, a las normas, pensar que lo malo “le sucede a otros y no a mí”.
No todos los adolescentes se someten a ese tipo de prácticas. Juega un papel
muy importante aquellos que le dan mucho peso a la presión del grupo, que no
pueden decir que no; quienes tienen un perfil de transgredir la norma, de
“caminar sobre el filo de la cornisa”
Los principales aliados de estos juegos son la curiosidad, el
aburrimiento la soledad, los vacíos
afectivos y buscan en las tecnologías oportunidades para descubrir y poner en
práctica esos “juegos”. Existen tutoriales que enseñan las técnicas y
estrategias más efectivas para lograr
los resultados esperados, aunque lo que se ponga en vilo es la vida y la integridad
personal.
¿Qué hacer?
Hablar del tema: Algunos adultos piensan que es mejor no hablar sobre
este tipo de “juego” pues es una forma
de “darle ideas a los muchachos” y difundirlo. Es necesario hablar con los
hijos y estudiantes para que entiendan los peligros de este tipo de “retos”.
Las familias pueden analizar la notica
junto a los niños y adolescentes para
reflexionar y orientar.
No convertirse en
difusores de los videos No es cuestión de
alarmarse y convertirse en reproductor automático de los videos que se hacen
virales, sino tener claro qué haremos con ese contenido.
La viralidad de la información pude ser un arma de doble
filo, por un lado pone sobre la mesa temas de los que no se haba, se dan a
conocer a la opinión pública y surge el
interés de indagar ¿qué pasó? ¿por qué?, ¿dónde?, ¿cómo?, ¿quiénes?... El
problema es que en la reacción pública
afloran los prejuicios y lo más oscuro para generalizar, estigmatizar, hacer juicios infundados… Las redes sociales
pueden jugar un rol muy importante siendo constructivas o muy destructivas.
Ponen a la vista y
dominio de muchos lo que en privado pasa en las escuelas y familias. Las
tecnologías posibilitan captar con un video escenas que son colgadas y se hacen
virales. Se sobreexponen imágenes de los estudiantes involucrados que pueden
ser víctimas de bullying y otras formas
de violencia.
No podemos dejar de lado
el contexto país en el que la violencia se ha
naturalizado y que priva a los adolescentes de incentivos y oportunidades
constituyendo un “caldo de cultivo” para este tipo de prácticas.
Es importante que sepan que los adolescentes mayores de 14 años tienen
responsabilidad penal por los daños que puedan causar.
Son realidades que requieren un abordaje formativo oportuno y
responsable por parte de las comunidades educativas, con participación de las
familias y los estudiantes. No hay que esperar que suceda una desgracia para
reaccionar.
La violencia no es un juego
Es importante dejar claro que ese tipo de prácticas violentas no pueden
ser consideradas juegos. Son acciones que ponen en riesgo la integridad física
y la vida. La educación emocional es clave.
Debe iniciarse desde el preescolar para que el niño vaya adquiriendo habilidades emocionales para desarrollar el respeto al otro, la empatía,
la compasión, el fortalecimiento de su autoconcepto. De esta forma formaremos
adolescentes más conscientes de sus estados emocionales, podrán decir “NO”
frente a las presiones grupales, especialmente en aquellos juegos o practicas violentas que ponen en peligro la
integridad física y la vida personal y la de otros.
Hasta la próxima resonancia
No hay comentarios:
Publicar un comentario