Óscar Misle
Cuando estábamos cerrando el último capítulo del libro “De lo que
no se habla”, un texto escrito por Fernando Pereira y este servidor, un virus
puso de rodillas al mundo. El coronavirus, tan diminuto que solo puede verse
con un microscopio, tuvo el poder de invadir países ricos, pobres, de izquierda
o de derecha. Su potencia es más fuerte que las ideologías, fundamentalismos,
radicalismos culturales…
Este diminuto invasor no necesitó de fusiles, tanques de guerra,
bombas, misiles… Solo fue suficiente un
estornudo o una tos para tomar por asalto el cuerpo humano y comenzar su
despliegue universal con el cometido de convertirse en pandemia.
¿Qué le dice todo lo vivido a nuestra soberbia, vanidad, orgullo o
arrogancia? Tendremos que ponernos de rodillas con la frente pegada del suelo
para que nuestro corazón esté por encima de la razón y convertirnos en seres
más empáticos, compasivos y humildes.
Desde este sentimiento presentaremos vìa zoom el próximo viernes
23 de Abril, 4:00 pm, el libro De lo que no se habla. Aborda las
situaciones que comúnmente viven los adolescentes sin ser tratadas o, cuando lo
son, se hace de manera vana o parcial.
Una ruta que cambió
los mapas
En estos momentos de incertidumbre y confinamiento los
adolescentes van transitando caminos al amor a través de las adicciones
intoxicando sus cuerpos, mentes y espíritus. Quedan atrapados en las redes del
internet u otras tecnologías con un sedentarismo que los desconecta del mundo
real para hacerse adictos al mundo virtual amenazando sus vidas con el
ciberacoso y los llamados juegos peligrosos.
A través de las pantallas comienzan desde muy pequeños a centrar
su foco en su imagen, gustar, atraer, seducir, lo que se ha denominado
hipersexualización. Un mundo erotizado que los lleva a iniciarse sexualmente
desde edades tempranas. Esto conlleva a relaciones de noviazgo en las que la
agresión se convierte en una forma de relación.
En este mundo consumista en el que se utiliza el poder para
satisfacer intereses y necesidades aparece la sombra del abuso y la explotación
sexual. Mucho más común de lo que creemos.
La salud mental en
lista de espera
Hasta la llegada de la pandemia del covid-19 nos tocó vivir en un
mundo dividido, segregatorio, de doble moral en el que la xenofobia y homofobia
se utilizan para discriminar al que es diferente.
El universo de las emociones represado, en muchos casos, por falta
de políticas y programas de apoyo psico social hacen que la depresión tenga
que, en momentos, esconderse detrás de una sonrisa por temor a ser rechazados,
no comprendidos. Vivimos momentos de duelos por la pérdida física de
familiares; pero también por lo incierto que resultan los planes, proyectos y
los sueños tal y como nos los habíamos planteado. Ahora más que nunca el pensar
en la muerte y en el abordaje adecuado de los duelos surge como una necesidad
imperiosa para darle vida a la palabra resiliencia.
Muerte en vida
La muerte no llega solo a través del virus que se expandió por el
mundo si no a través de la “muerte en vida” que viven muchos adolescentes y que
los lleva al suicidio, para liberarse del sufrimiento, porque dejaron de verle
sentido a su existencia. La violencia callejera cobra vidas convirtiendo a la
adolescencia en una alcabala que miles no logran pasar.
Los fenómenos migratorios han logrado desmembrar a las familias
teniendo como consecuencia los niños que
son dejados atrás; quienes quedan al cuidado de abuelas, tíos, otros familiares
o allegados en condiciones económicas y sociales muy precarias.
Toda esa realidad nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo vamos a hacer
para abordarlos en las escuelas, familias y sociedad en general? ¿Qué
importancia toma la dimensión espiritual en estos momentos para poder hacer los
cambios que proponemos? ¿Cuáles son las transformaciones que requerirá la
educación para dar la respuesta exigida?
Escenarios futuros
inciertos
Con este libro queremos sacar a la luz eso de lo que no se habla
para replantearnos qué transformaciones requiere nuestra sociedad para que los
adolescentes puedan encontrarle sentido a su vida.
La
reconocida periodista de salud y gran amiga Shia Bertoni nos honró con el
prólogo. “Durante más de 20 años de amistad y relación profesional, en la que
juntos hemos avanzado en la lucha contra la violencia infantil a través de los
micrófonos, nos enseñan a valorar los espacios de orientación para hacer de la
crisis un momento educable.
Ser madre y
trabajar al mismo tiempo implica más funciones de las que se ven a simple
vista, y por encima de eso, involucra el ejemplo que estamos ofreciendo. Este
libro me atrapa, no solo por el hecho de ser mamá de un adolescente de 18 años
de edad y 1,85 metros de alto, que se siente literalmente como un parto por segunda
vez y sin anestesia, sino porque descubrí que desde que estaba embarazada,
empezaba el recorrido más importante de mi vida, como mamá y como ciudadana
socialmente responsable.
Una ventana
de fe y apoyo, porque como padres, tenemos el deber de proteger siempre a
nuestros hijos, así como nutrir sus corazones, su mente y su espiritualidad
para mantenerlos lejos de la vorágine corrupta de la vida.
Durante el
comienzo de la contingencia derivada de la crisis global por Covid-19, tuve
momentos de ansiedad y angustia por una sensible situación que me ha tocado
atravesar con mi hijo, pero mi fe salió fortalecida, así como la resiliencia
que heredé de mi madre. La fe es creer que es posible lograr lo que no se ve y
todavía no es, como bien menciona este libro y que estoy convencida de que es
la clave..
Ser
adolescente es difícil en cualquier circunstancia, pero la enfermedad por
coronavirus está haciendo que resulte aún más complicado. Queda un largo camino
por recorrer para que volvamos a la normalidad, aunque nuestras vidas no vayan
a ser las de antes, porque este virus nos está enseñando que no podemos seguir
viviendo del mismo modo.
Siéntete como
yo, más preparado para asumir el reto más grande, que nos permita replantearnos
la construcción del sentido de vida en nuestros adolescentes, y la forma en
que, como padres, somos responsables de ello”, destaca Shia.
Hasta la próxima resonancia
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