Óscar Misle
Hace justo un año el gobierno decretó la cuarentena, una medida necesaria que hizo que nos obligó a permanecer en nuestras casas. A
medida que pasaron los días, semanas,
meses la angustia por la incertidumbre
se hizo presente en las familias.
Se suspendieron las actividades escolares. Sus
emociones alteradas por una convivencia signada
por la ansiedad tornaron más caótica
la situación. Comportamientos hostiles, llantos recurrentes, peleas entre hermanos,
preguntas sin respuesta, rabietas por no poder recrearse encontrándose con sus
amigos, hizo que en muchos casos se perdiera el autocontrol y la violencia
comenzara a protagonizar.
¿Cuándo
volverán las clases presenciales?
Nicolás Maduro ya ha realizado varios anuncios con
promesas, en algunos casos, y con afirmaciones en otros, sobre posibles fechas
del reinicio a las clases presenciales. La última fecha anunciada es el primero
de abril.
Se activan reacciones de maestros, profesores, familias a favor o en
contra de la decisión. Sus posturas se basan en argumentos válidos que exigen
la no improvisación, ni promesas demagógicas.
¿Y la salud mental?
Fabiana Alcalá, estudiante del 4to año de bachillerato en la U.N.E.F.I.
"Luisa Cáceres de Arismendi", Maturín expresa:
“Distanciamiento social, mascarillas, educación
online, burbujas de convivencia, gel antibacterial, desinfección, confinamiento
y protocolos de actuación; todas, medidas muy importantes para una
"adecuación" de nuestra entorno para un regreso a clases
relativamente seguro, para resguardar nuestra salud física. Pero ¿Qué hay de
nuestra salud mental? Los estudiantes de todas las edades se enfrentan a la
ansiedad surgida de pasar de estar durante muchos meses en una zona segura y de
confort, en la que, en muchas ocasiones, han tenido ayuda diaria, a volver a
las aulas, además en unas condiciones muy distintas a las que conocen, por lo
que en primer lugar, el regreso a clases y la reintegración del estudiante como
individuo en la sociedad debe ser algo progresivo y controlado.
Algunos habrán disfrutado del contacto con la
familia y de una menor presión académica, mientras que otros habrán pasado por
experiencias difíciles y potencialmente traumatizantes.
Para la mayoría, el mayor reto será ahora
mantenerse motivados por aprender a pesar de la incertidumbre acerca de cómo la
pandemia afectará tanto a sus estudios, ya sea de manera presencial o a
distancia, como a su vida en general. Una de las tareas más importantes de los
profesores será la de ayudar a todos estos estudiantes a regularse
emocionalmente y a que se sientan capacitados para seguir adelante. Hay que
escuchar y validar cada experiencia individual; un sentimiento o emoción nunca
está equivocado, porque no podemos controlar cómo nos sentimos. Luego de casi
un año de confinamiento tanto los estudiantes, como los profesores en su
mayoría se habrán adaptado a estar distanciados de casi todo lo que antes
disfrutaban, manteniéndose en sus hogares, eso implica que el regreso a clases,
representará un proceso de adaptación incluso más difícil. Más allá de las
medidas de prevención, el papel de los profesores en la recuperación educativa
e incluso emocional de los alumnos es, por tanto, clave”.
El llamado de esta adolescente para prestar especial
atención a la salud mental y cómo puede afectar la convivencia es un trabajo
que debe hacerse desde ya en las familias y debe contemplarse entre las
prioridades en el abordaje con los estudiantes en el inicio de las clases
presenciales.
¿Qué llevarán en sus morrales?
Seguramente, independientemente del sector donde se viva han
sido muchas las vivencias y emociones vividas. Situaciones en las que
seguramente hubo duelos separaciones, conflictos que están guardados en su
morral emocional.
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Las emociones si no se identifican, reconocen, pueden
hacer una mala jugada. Al no controlarlas se puede reaccionar de forma impulsiva, violenta y
agredir a los demás. En este posible retorno a clases presenciales es conveniente tener espacios de comunicación que posibiliten desahogar y hacer catarsis; pero identificando quién está en condición emocional de escuchar
y contener.
Después de un año de aislamiento pueden surgir dudas:
“¿qué pasará cuando me encuentre de nuevo con mis compañeros?, ¿cómo será la
maestra personalmente?, ¿estaré con mis amigos o me asignaran un grupo sin
ellos?, ¿me irán a hacer bullying de nuevo? ¿Y si me enfermo?” Son solo algunas interrogantes que pueden
desatar emociones.
Comunicación
empática. En estos momentos es
clave, tanto la comunicación verbal como la corporal. Se requiere transmitir confianza, disposición a escuchar, sin juzgar ni
comparar, para ayudarlos a identificar
sus emociones y ponerle nombre. “Me siento triste”, “tengo rabia”, “siento miedo”. Es importante que
sepan que es válido sentirse mal en momentos como estos, que expresar los
sentimientos ayuda a sentirnos más calmados.
Nuestros niños suelen estar más informados de lo que nos imaginamos.
Cuando nos preguntan algo podemos repreguntar. Por ejemplo: “Mamá ¿corremos
peligro al ir a la escuela?” Le repreguntamos: “¿Qué piensas o sientes tú?”
Posiblemente nos sorprenda su respuesta y podremos explicarles de forma clara y
sencilla nuestros argumentos. Recordemos que desde los primeros años se debe
comenzar la educación emocional y ciudadana, preguntar, ser escuchados, participar, sentirse protegidos son derechos a los que no debemos
renunciar.
Rescatar
lo que descubrimos en la adversidad. En el reinicio a las clases presenciales es necesario
crear espacios y oportunidades parar rescatar los aprendido durante este año,
el esfuerzo realizado, lo que aprendimos y valoramos de nuestras familias y
maestras. Ciertamente esta situación nos mostró la importancia de las tecnologías, permitió vincularnos
virtualmente, darle continuidad a nuestra educación. A través de las pantallas pudimos
vernos, escuchamos y compartir lo que
sentimos y pensamos. Pero teniendo claro que éstas no sustituyen el encuentro
cara a cara.
Hasta la próxima resonancia
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