Óscar Misle
Un reciente informe de la UNESCO señala que en las escuelas de
América Latina está generalizada la discriminación por sexismo y homofobia. El
organismo aboga por la protección de los estudiantes LGBTI para que las
escuelas sean espacios seguros e inclusivos para todos. Los estudiantes
afectados por el acoso, violencia verbal, física y ciberacoso tienen mayores
posibilidades de padecer trastornos mentales y síntomas altos de depresión con
un mayor riesgo de suicidio.
Una de las formas más crueles de acoso escolar, y del que poco se habla, es por la orientación sexual de los estudiantes. La
homofobia es el rechazo u odio a los homosexuales. Es una forma de
discriminación como el racismo,
la xenofobia y se basa en el odio al otro, al
que se le considera “raro” y se
percibe por su condición como una
amenaza para la sociedad.
El rechazo se expresa a
través de comentarios, chistes, ofensas que y agresiones físicas generando una exclusión social, cultural, religiosa,
académica.
Aprenden de lo
que ven y oyen. Cuando escuchan
comentarios, chistes o insultos, se les inculca la homofobia desde los primeros
años. Crecerán rechazando y excluyendo a las personas que tienen una
orientación sexual o comportamiento diferente.
La escuela como
espacio de socialización y refuerzo de valores. La escuela suele optar por la práctica del avestruz, “de eso
no se habla”. No asume los casos de acoso por
la condición sexual de los estudiantes. No
forma de manera explícita para el
rechazo de pensamientos, sentimientos y
prácticas discriminatorias. Existe
una doble moral entre el discurso y la práctica. Se pregona la inclusión, la formación
para la diversidad, la importancia
de la convivencia entre los que tienen
formas de pensar, sentir, actuar diferente pero en lo que se detecta el comportamiento “extraño” de
algún estudiante por razón de género o actitudes que pongan en duda lo que el colectivo espera de la orientación
sexual, sobran los argumentos éticos, morales, religiosos para rechazar,
juzgar, estigmatizar al estudiante.
El lenguaje promueve
las fobias.
La palabra es acción. Se utiliza para descalificar al
que es o piensa diferente y se legitima
el odio y agresión. Hay que estar atentos
a ese lenguaje que se vale del humor, enmascarando la
violencia con el rechazo a la diversidad.
Las
instituciones lo promueven por acción u omisión. Cuando marginan por razones de
orientación sexual y no les permiten
disfrutar de sus derechos, cuando
se persigue o acosa a través de los medios
de comunicación, internet, redes
sociales con la intención de descalificar,
humillar, intimidar. Es imperativo exigir a las instituciones (gobiernos,
iglesias, fuerzas armadas, académicas…) y a sus representantes que revisen y abandonen
sus posiciones y comentarios homófobos por
el mal ejemplo que dan y por la
violencia que generan con sus reacciones.
El rol de los medios
de comunicación. Con frecuencia se
transmiten contenidos discriminatorios; por ejemplo, cuando hay un homicidio,
si el asesino es homosexual, se introduce
como relevante en el titular; si es heterosexual no se menciona. También
en la radio y la televisión se hacen chistes y se ridiculiza a los homosexuales,
transexuales... Los políticos para desmeritar descalifican con expresiones
homófobas a sus opositores.
La mejor forma de prevenir la homofobia y
trabajar por una sociedad incluyente es con el ejemplo. No se nace homofóbico,
xenofóbico, racista. Se aprende en los diferentes espacios de socialización de
los niños como la familia escuela, comunidades, grupos deportivos, culturales.
Desde los primeros años van adquiriendo creencias, puntos de vista, enfoques
religiosos, que pueden ir cambiando con
los años, pero también se pueden encontrar
con posturas radicales, conservadoras, fundamentalistas. No se trata de imponer
pensamientos únicos.
Hasta la
próxima resonancia
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