Óscar Misle
Aparece una cucaracha o un ratón, ni se diga una rata,
y el pánico se hace presente. Desde pequeños esos insectos o roedores nos
generan sentimientos asociados con el miedo, asco, repudio… La madre grita o el
padre se monta sobre una silla cuando aparece el intruso, hasta que él o la más
valiente decide enfrentarlo.
El miedo es una emoción valida, en menor o mayor grado
lo sentimos cuando percibimos una
amenaza, real o imaginaria. Nos permite protegernos y reaccionar enfrentando o huyendo.
Nuestros
niños expresan su miedo por varios
motivos: a la oscuridad, algunos animales o personas, a fantasmas o monstruos,
situaciones violentas que han presenciado en la casa, escuela, en la calle o a
través de las pantallas, por comentarios de alguien, por situaciones nuevas, como es el caso de
la pandemia por el coronavirus.
Lo
aprendió porque lo escuchó de personas
significativas que le tienen miedo a los animales, a la oscuridad, lugares
cerrados...
Su
imaginación puede hacer que vea algo que
le resulta aterrador; por ejemplo: monstruos en la oscuridad, ladrones entrando
al hogar, animales extraños en su
habitación…
¿Qué
puedo hacer?
Tomemos
en serio su miedo; aunque pensemos que éste no tiene sentido. No nos riamos, ni
burlemos. Es importante que le hagamos saber que sabemos cómo se siente. Que sienta que estamos ahí para protegerlo.
No lo
presionemos para que sea valiente, ni
juzgarlo o calificarlo como cobarde o miedoso, porque no es capaz de enfrentar su miedo.
Es
importante que indaguemos qué lo genera.
Puede ser que nos esté dando señales que no notábamos. Especialmente cuando su miedo es hacia personas. Hay que explorar si hubo
alguna situación de abuso sexual, acoso escolar o bullying.
Puede
pasar que para hacer valer la autoridad se asuste al niño con amenazas “Voy a
llamar a la policía pera que te venga a buscar o simular que se está hablando
por teléfono solicitando que lo vengan a
buscar porque se está portando mal, de
hecho recientemente circuló un video, que se hizo viral, de un padre con una niña pequeña a quien le
aplicó este esta medida de psicoterror
para que se portara bien.
En el
caso de los más pequeños, evitemos salir a escondidas, sin notificarle que
regresaremos. Si lo ocultamos, se
angustiarán porque no saben a qué hora vamos a volver e inclusive puede
aterrarle que no regresemos, especialmente ahora en tiempos de pandemia en los
que estamos sometidos a mucha información que gira en torno a la amenaza que
significa el covid19 para la salud y la vida.
Podemos
jugar a asumir el rol de niño y proponerle
que sea el papá o la mamá. Puede
que exprese, a través del juego de intercambio de roles, qué sucedió y le generó miedo.
Lo
podemos apoyar mostrándole, poco a poco, en un ambiente sereno, fotos de los objetos o situaciones que
generan sus miedos (siempre y cuando no sean escenas o imágenes dramáticas) con
explicaciones sencillas que lo ayuden a
superarlo.
Podemos
expresarle que entendemos su miedo y aclararle que tener miedo no es malo
porque nos permite estar atentos a las cosas que nos pueden hacer daño, en
otras palabras, nos permite estar alerta
para cuidarnos.
Si tiene
miedo a la oscuridad, podemos dejar una
luz encendida, mientras lo supera.
Es
importante que sepan que el miedo es un sentimiento natural en todos los seres
humanos.
Podemos
sentir mucha impotencia al no poder calmarlo, especialmente cuando es muy
reflexivo, inteligente y con mucha imaginación y pregunta: “si robaron, mataron
o secuestraron a ese niño ¿por qué no a mí?; si un vecinos murió por el
coronavirus, ¿por qué no uno de los míos?” Es necesario darle explicaciones
sencillas como por ejemplo: "Si nos cuidamos podemos evitar que nos ocurra
a nosotros".
¿Miedo al coronavirus?
En la
medida que va pasando el tiempo, y vamos asumiendo que nos toca convivir con el
coronavirus, le vamos perdiendo el miedo, podemos pensar que son otros los que
contagian o se contagian con la fantasía, que es de los extraños de quienes nos
tenemos que cuidar, y pensamos que las personas queridas no significan un
factor de riesgo. Vemos en Instagram reuniones familiares o de amigos, reunidos
sin mascarillas y abrazados.
También
es común ver en las calles, mercados, bulevares, transporte público, aglomeraciones de personas sin respetar el
distanciamiento físico, sin tapabocas o se lo colocan de cintillo o corbatín.
Ya resulta difícil diferenciar la
semana de flexibilización de la radical,
el relajo en la radical lo evidencia.
El mes de
diciembre fue decretado por el Ejecutivo como un mes de flexibilidad por las
festividades decembrinas ¿El coronavirus tomará vacaciones, no seguirá en la calles? ¿la amenaza de enfermarse o
morir tomará una tregua?
En estos
momentos el miedo, sin caer en la paranoia, nos debe servir para mantener las
necesarias medidas de bioseguridad que nos permitan cuidarnos y cuidar a los demás.
Hasta la próxima resonancia
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