Óscar Misle
En estos momentos de cuarentena y de clases a
distancia, la situación se ha tornado más compleja y desafiante. La lucha de
poder, intereses, necesidades y prioridades diversas dificulta el trabajo en equipo y colaborativo y las
tensiones familia-escuela se hacen más intensas y frecuentes. Se dificulta
la comunicación y la toma de decisiones al no contar con canales y
estrategias que posibiliten la mediación entre las partes en conflicto.
El factor económico afecta transversalmente a las partes. En los
colegios privados la situación se complejiza, las familias sienten que su
inversión debe reflejarse en una respuesta pedagógica que no los recargue
de tareas para las cuales no están
preparados; además no cuentan con la estabilidad emocional para lidiar con sus hijos, las resistencias a este tipo
de educación que sustituye lo presencial y afectivo.
Los maestros, quienes también tienen familia, con unos ingresos que no
cubren, en los requerimientos mínimos para la sobrevivencia, se sienten afectados emocionalmente al no
tener canales de comunicación y negociación para satisfacer sus urgencias y el
malestar se traduce en frustración. Los mecanismos de presión que utilizan (no
asistir a los centros, responder mensajes, operación morrocoy en las
conexiones…) afectan a los estudiantes pues no reciben la formación que se
requiere en estos momentos.
El hecho es que se crea un
círculo vicioso, una olla de presión que
explota cuando las familias utilizan como vía de escape las redes
sociales, en especial, los grupos de Whatsapp
y la visceralidad priva sobre la
racionalidad, las generalizaciones, las expresiones ofensivas, los comentarios fuera de
contextos, las informaciones sin argumentos pasan de ser reportes a chismes que
poco ayudan para ir al meollo del
conflicto.
Se necesitan puentes
Escasas veces a las familias se les
contacta para que compartan sus experiencias y vivencias positivas; sus aciertos
en la crianza. Algo similar pasa con las familias y los docentes, cuando se comunican
con los centros educativos es para reclamar y no para reforzar y
felicitar.
Se hace mucho énfasis en la
necesidad e importancia del trabajo con la familia con el objetivo de
involucrarlas en el proceso formativo de sus hijos. La idea no es solo en las
actividades formales como reuniones, asambleas, generalmente relacionadas con
temas administrativos, sino crear oportunidades que nos permitan
fomentar una relación más cercana.
Conformar comunidades educativas, consejos educativos, en los que se
respire el espíritu de comunidad y de apertura para aprender y
aportar suele hacerse cuesta arriba. Nos encontramos con familias
secuestradas por las demandas laborales, sin mucho tiempo para participar en
las actividades escolares. También hay docentes resistentes a lidiar con
familias que juzguen o critiquen su trabajo y se niegan a propiciar espacios de
encuentro e intercambio más allá de los formales y obligatorios.
Trabajar juntos a pesar de la distancia
A pesar de lo compleja que pueda
tornarse la relación docentes-familia, especialmente en tiempos de cuarentena, hay
que rescatar los beneficios que este vínculo conlleva. Si logramos involucrar a las
familias y propiciar su participación activa los beneficiados serán los
estudiantes y la comunidad educativa en general.
Para propiciar el acercamiento se deben establecer claramente los espacios de participación para drenar el
malestar con estrategias de resolución de conflictos, de mediación, toma de
decisiones que satisfaga las necesidades de las partes involucradas. Negociar
exige ceder, acordar, pactar, hacer seguimiento.
En estos procesos la educación emocional es importante, aprender a
identificar emociones, en que estados de ánimo se traducen, cómo gestionarlas
debería ser parte de oferta formativa de los centros educativos.
Abrir las
puertas
Los centros educativos deben abrir sus puertas, no solo para los
estudiantes, sino a las familias para darle vida a la comunidad educativa.
Con la participación de las familias se pueden realizar
virtualmente actividades formativas
artísticas, de cocina, lectura de cuentos, teatro en las que se aborden temas
relacionados con la convivencia y los valores que se necesitan para
vivir en paz.
Se pueden realizar cine foros, conversatorios, grupos de
reflexión, en los que las familias puedan realizar sus aportes profesionales;
pero también aportar desde sus vivencias para humanizar la
educación y hacer que lo socio emocional sea parte del proceso formativo.
Hasta la próxima resonancia
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