Oscar Misle
@oscarmisle
“Yo sé que mi papá y mi mamá me quieren. Se
esfuerzan para que no me falte nada, se
preocupan por mi educación, salud y esas cosas necesarias para la vida, pero no
me siento querida, están demasiado ocupados. Mi papa suele llegar tardé y mi mamá cuando llega del trabajo debe
ocuparse de las cosas de la casa.
Por suerte tenemos a Coco, mi perrito, ya
está viejito, es muy cariñoso y me da terror que se muera. Siempre esta
dispuestos a expresar el amor, cuando llegamos mueva la cola como un
abanico, nos lame y da besitos, ¡Menos
mal que los perros no trabajan!.
Mi papá me comentó un
pensamiento que le escuchó al conocido
comunicador Carlos Fraga, comentó que su papá decía “ El problema de los
perros es que duran poco para lo mucho
que aman”. Escucharlo me puso muy triste” Gisela (11 años)
Somos expertos creando argumentos
para justificar la falta de atención y tiempo que requieren nuestros seres
queridos para sentirse amados. Ya Don Bosco lo expresaba cuando decía “A los
muchachos no basta quererlos, tienen que sentirlo”.
En el amor hace falta darles
estabilidad a las cuatro patas del “taburete del amor”. Atención, tiempo,
intención y actitud. Atención para que nuestros seres queridos sientan que
existen. Tiempo para que sientan que nos importan. Intención para que lo
que hacemos o decimos esté conectado con lo que sentimos. Actitud para
demostrarles con nuestros gestos y expresiones que nos importan.
Con mucha frecuencia escuchamos e
incluso decimos: “lo que importa es la calidad y no la cantidad del
tiempo”, lo aplicamos con nuestros hijos; pero no con la pareja. Si le
dijéramos a nuestra pareja que solo tendremos para ella media hora de “calidad”
seguramente nos dejaría o nos sería infiel buscando el tiempo de atención en
otros brazos, pero nuestros niños deben aceptar ese tiempo reducido que
le ofrecemos.
En nuestra experiencia de trabajo con
niños y adolescentes, pudimos con tristeza constatar lo solos que se sienten.
Recuerdo que en una actividad con estudiantes de 5º grado (10 a 11 años), en la
que participó Gisela, uno de sus compañeritos se levantó y dijo: “esa actividad
que harán el viernes no deberían
hacerlas solo con nuestras familias, tendrían que invitar a las señoras que
trabaja en nuestras casas. Son ellas quienes nos cuidan y con quienes pasamos
la mayor parte del día”.
Sabemos que detrás de la soledad
puede estarse gestando la herida del abandono, esa sensación de no sentirse
querido, atendido e invisible emocionalmente. Valdría la pena preguntarle a
nuestros seres queridos si se sienten amados. En un primer momento quizás
respondan que si, y argumentarán que no les falta lo necesario, tal y
como lo afirmo comentó Gisela, pero
posiblemente en el fondo sienten que carecen de los esencial.
Vivimos una situación muy difícil en
el país. Ahora más que nunca necesitamos apoyarnos emocionalmente. El estrés,
frustración e impotencia por todas las carencias alimentarias, sanitarias,
inseguridad, atentan contra nuestra salud mental. El clima de hostilidad puede
afectar la convivencia familiar y escolar. Necesitamos contar con el apoyo
emocional para drenar todas las tensiones, inclusive apoyo profesional, cuando
no podemos autorregularnos emocionalmente y nos hagamos daño a nosotros y a los
demás.
En medio de esta compleja situación
necesitamos tener treguas que nos permitan desconectarnos de las noticias,
especialmente cuando estamos en familia, a la hora de la comida y cuando nos
vamos a la cama.
Nuestros hijos necesitan sentir que,
a pesar de las dificultades, el amor familiar prevalece y no está en riesgo.
Escuchar música, ver una película
juntos, comentarla, orar, meditar, hacer ejercicios y conversar de temas que
sean estimulantes pueden ayudar a mantenernos lo más sanos emocionalmente
posible en medio de la adversidad.
Hasta la próxima resonancia
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