Óscar Misle
A Rodrigo (10 años) lo levantan todos los días a las 5 am para llegar a tiempo a recibir clases, cargando con el peso de su morral emocional, saturado de las quejas que escucha en casa por lo mala que está la situación económica, política y social del país, la inseguridad y los peligros que conlleva, entrando soñoliento a un salón donde debe permanecer horas sentado, escuchando una serie de contenidos, poco interesantes, presentados mecánicamente por un maestro o profesor que también tiene su morral cargado de preocupaciones, angustias, ansiedad, estrés… En ese clima denso y poco estimulante, las sonrisas se borran porque hay que aprovechar el tiempo. Lo único que puede compartir de lo vivido en el hogar son las tares que tuvo que realizar.
Su maestra Marta no revisó la tarea de Rodrigo y molesto se pregunta ¿para qué que me la puso? Marta no tiene tiempo, son 30 estudiantes y está consciente que son muchas las tareas que le puso para reforzar en casa, lo que no logró en el salón.
Cuando por fin llega el momento en que Rodrigo debe regresar al hogar le toca soportar el tráfico sabiendo que al llegar a casa le espera de nuevo la tortura inevitable: “Hacer las tareas” cuando lo que seguramente le provoca es hacer un corte, jugar, correr si es que el espacio lo permite, ver un rato la Tv, leer un cuento, en calma sin que nada lo perturbe, pero no, el deber se impone.
Las tareas escolares asignadas con el fin de reforzar los conocimientos que se obtienen en la escuela se convierten en un suplicio para Rodrigo y su familia. Pareciera que con más tareas mayor es la posibilidad de reforzar la información que reciben en la escuela ¿No bastó todo el tiempo y neuronas invertidas para memorizar contenidos académicos poco interesantes pero que son impuestos por los programas?
La Organización Mundial de la Salud alertó que las tareas escolares perjudican la salud. Producen situaciones de estrés que generan dolores de cabeza, estómago, musculares, alergias, ansiedad, tensión y tristeza.
Según el profesor Harris Cooper de la Universidad de Duke “No hemos encontrado evidencias de que las tareas ayuden a los niños a ser mejores estudiantes”.
¿Las razones?
– Las tareas no hacen a los niños mejores estudiantes. Existen otras posibilidades que pueden estimular las ganas de aprender, indagar, experimentar y formarse para ser mejor persona y ciudadano
– Quitan valioso tiempo que podrían utilizar en otras actividades, no impuestas, placenteras que lo relajen, recreen, estimulen y en las que puedan desarrollar otras habilidades y competencias creativas
– Las tareas generan estrés, disgusto, hostilidad que afecta la salud emocional y la relación familiar
-Generan en los niños frustración y rechazo de ir a la escuela, pierden el gusto por aprender. La imposición y el disgusto de hacer tareas los pone hostiles y genera conflictos con loa padres
No son pocos los casos en los que los padres son quienes terminan haciendo las tareas. No les alcanza el tiempo y no tienen la energía ni la serenidad para enseñarles a los hijos los conocimientos que tendrían que haber aprendido en la escuela. Si es que se podría hablar de aprendizaje.
El hecho es que se sacrifica el tiempo del hogar que debería ser reservado para el descanso, esparcimiento, la lectura recreativa y todas esas posibilidades necesarias para nutrir el espíritu, relajarse y darle sentido al hogar, palabra que recuerda la hoguera, con el calor de los afectos y el encuentro.
Espacio y tiempo para crear y experimentar
En lugar de tareas las escuelas pudieran promover actividades libres que permitan al niño adquirir habilidades y destrezas e identificar sus talentos a través del arte, la música, la literatura… para desarrollar la creatividad, la imaginación.
Las familias pudieran acompañarlos y aprovechar ese momento para compartir, comunicarse, encontrarse en una actividad relajante y placentera.
No tendrían que ser impuestas, debería estar presente la flexibilidad y que cada familia decida cómo crear en casa oportunidades para compartir inclusive tareas domésticas, como cocinar juntos, inventar la receta sencilla, comunicarse con familiares o amigos que ya no viven en el país, navegar juntos por internet e investigar sobre diversos temas no abordados en la escuela pero que son de interés para los niños. Ver películas, documentales, leer cuentos, contar historias constituyen oportunidades para mejorar la relación, aprender justos, encontrarse y compartir sentimientos
Hasta la próxima resonancia
@oscarmisle
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