Óscar Misle
@oscarmisle
En una reunión informal convocada por una profesora en su casa, hablábamos sobre educación, de pronto su hijo se aparece en la sala y le dice:
-Esta noche me quedaré a dormir en casa de Ernesto.
Pensó que como la mamá estaba reunida sería más flexible.
-¡No insistas. Ya sabes lo que hablamos. No me hagas perder los estribos. Más vale que te vengas. Sabes de lo que soy capaz si no lo haces!
El adolescente la interpela:
-Tú no te la pasas hablando de democracia, participación ciudadana, toma de decisiones, autonomía…
-¡Mira chico en esta casa mando yo. Te vas para tu habitación!
El grupo se le queda viendo con cara de asombro y la profe exclama:
-“La democracia, de la puerta para fuera!”
En el libro “Si los pupitres hablaran”, editorial Planeta, de Fernando Pereira y este servidor, abordamos “el para qué” de la educación, tema que ha tomado relevancia a raíz de la compleja situación que vivimos en el país.
La situación política se ha metido en los centros educativos, los estudiantes de los distintos niveles de educación básica hablan en los pasillos, patios, salones de escasez, alto costo de vida, inseguridad, diálogo… Dependiendo del sector social los argumentos varían; pero en el sentir de cómo nos está afectando a todos hay consensos.
Un espejo de la realidad
Debemos reconocer la tensión y contradicción presente en la educación. La distancia entre lo que es efectivamente y lo que debería ser. Hay un desfase ente la práctica y los ideales.
La educación se comporta como un reflejo de la sociedad. Por un lado se quiere formar a los niños y adolescentes con las mismas prácticas con las que se formó a sus padres y por el otro, se tiene la intención de formarlos para un ideal, creando un ilusionismo en el que solo se cambian conceptos, nombres y objetivos pero no las prácticas.
Resulta evidente que las condiciones físicas, sociales, económicas, familiares, culturales, laborales en las que se ejerce el acto educativo condicionan enormemente las posibilidades de poner en práctica una educación que promueva y defienda la democracia en todas sus formas y espacios para la convivencia.
La escuela debe ser un espacio de formación ciudadana, no proselitista; pero si transformadora de la realidad que nos toca vivir.
Es importante y necesario que se analice cómo estamos viviendo la democracia, cómo afecta la concentración y abuso del poder en las familias, escuelas, comunidades y en la práctica gubernamental.
La justicia debe ser aprendida con referentes ejemplificantes y que generen confianza no en lo que se dice sino en lo que se hace. La democracia no puede ser un discurso hueco. Se necesitan acciones que rescaten y reorienten el funcionamiento de las instituciones, que garanticen los derechos de todos sin discriminación.
La justicia debe ser ciega y no discrecional o acomodaticia dependiendo de los intereses de determinados grupos de poder, en otras palabras se aplica cuando conviene y cuando no se pasa por encima de las leyes e instituciones sin que existan consecuencias.
La participación en la toma de decisiones, con diferentes espacios y oportunidades para que cada quien desde su rol opine, exija, asuma las responsabilidades de sus actos, son condiciones propias de la democracia tal y como lo plantea nuestra Constitución.
Nuestros hijos aprenderán y defenderán la democracia, no con lo que le decimos sino con lo que hacemos
El 23 de Enero del presente año se cumplieron 60 años del derrocamiento del gobierno dictatorial del Marcos Pérez Jiménez- Hoy seis décadas después la realidad pone en evidencia un gobierno que se vale del poder para hacer y deshacer sin que exista una institucionalidad legitima que regule su proceder. Los ciudadanos tienen miedo de exigir sus derechos por las represalias que puedan tomarse en su contra.
Hoy más que nunca necesitamos formar a nuestros niños desde sus primeros años para que el ejercicio democrático sea parte de la cotidianidad.
Hasta la próxima resonancia
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