Óscar Misle
@oscarmisle
“Debo
confesar que como familia nos costó y dolió mucho aceptar que nuestro
hijo estaba acosando a sus compañeros.
No sabíamos en qué nos habíamos equivocado y eso nos generó mucha rabia, culpa
y vergüenza.
Nos
negamos a aceptarlo porque pensábamos que sus bromas eran “cosas de muchachos” Nos
parecía exagerado que las calificaran como
bullying.
Comenzamos
a investigar. Vimos que el estudiante
que acosa:
-
Vive la agresión como algo normal
-
Le es placentero que le tengan miedo
-
Lo hace a espaldas de las personas que representan autoridad
-
Selecciona como víctima a los más vulnerables
Hace bromas
chistosas pero crueles
-
Acosar le da estatus y reconocimiento entre
sus compañeros
-
Necesita dominar y controlar porque eso le da
poder
-
Necesita destacarse, ser alguien reconocido y
admirado
-
Le cuesta reconocer y
expresar los sentimientos
- Puede que tenga alguna condición
(psicológica, emocional, social) que no puede controlar
-
Molesta a sus mascotas u otros animales
Se nos prendieron las
alarmas y buscamos apoyo profesional. Fue un proceso que nos permitió trabajar
juntos como familia y como comunidad educativa en el colegio
Nos dimos cuenta de la importancia que tiene:
-
Actuar a tiempo. Si sabemos que
nuestros hijos utilizan el acoso como una forma de ganar popularidad, indagar
cuáles son las causas que hacen que se diviertan causando malestar en los
otros.
-
Evaluar qué pasa en
casa. puede
ser que utilicemos el chalequeo o las bromas pesadas en nuestros propios
hogares. Cuando hacemos burlas por la
apariencia física de otras personas, por ejemplo la contextura, tipo de cabello,
su forma de hablar, gustos, intereses, orientación sexual. Aunque aparentemente
la persona “acepte” que se metan con ella, en el fondo puede estar reprimiendo
sentimientos y emociones que no se atreve a expresar.
-
Asumir nuestra
responsabilidad. Cuando
nos enteremos de que nuestro hijo está acosando a otros, es importante acudir a
las citas. Con frecuencia utilizamos como mecanismo de defensa decir: “En mi
casa no es así”. Puede ser que en la familia utilizamos esa forma de
relacionarnos cotidianamente y asumimos como natural burlarnos de otros
-
Las medidas deben cumplirse. El
desacato, incumplimiento de tratamientos psicológicos, médicos, acuerdos
disciplinarios, no contribuirá a que puedan cambiar su comportamiento, al
contrario, estaremos reforzando la posibilidad de continuar haciéndole daño a
los demás y a sí mismos.
-
Identificar lo que
puede estar encubierto. Si bien es cierto que
no todos los niños que han sido agredidos física y psicológicamente se
convierten en personas que disfrutan
acosando a otros; pasa que la mayoría de quienes acosan sí han sido víctimas de
la violencia en alguna de sus expresiones.
Es
importante identificar si en la familia los conflictos los resolvemos
agrediendo física, verbal o psicológicamente (quitando la palabra, ignorando,
comparando)
- Garantizar
tratamiento oportuno y adecuado. Muchos comportamientos violentos pueden
enmascarar problemas de salud mental que requieren ser abordados por
especialistas. Es muy difícil asumir que nuestro hijo pueda tener problemas en
su salud mental, inclusive psiquiátricos; sin embargo, una intervención a
tiempo puede ser una de las mejores pruebas de nuestro amor. El especialista aporta pautas de abordaje que
deben ser implementadas en la familia, pero también en el centro educativo. De
nada sirve un diagnóstico, un pronóstico y tratamiento si no da pautas para el
abordaje conjunto de la familia y el personal del centro educativo.
- Asumir las
consecuencias. Cuando ha ganado poder y reconocimiento
agrediendo a otros, debemos actuar. Si no lo hacemos nos convertimos en
cómplices, encubriéndolo o evadiendo los daños que genera. Es
importante que haga consciente que la intimidación, burlas, exclusión,
humillación, agresiones físicas, virtuales, son hechos violentos que tienen
consecuencias graves en las víctimas. No se puede obviar los casos de
adolescentes que han recurrido a autoagresiones, suicidios, homicidios como una
salida extrema a situaciones de hostigamiento. Cuando hay daños severos
pueden ser delitos por los que hay que responder
ante el sistema de responsabilidad penal del adolescente.
Hasta la próxima
resonancia.
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