Óscar
Misle
@oscarmisle
La semana pasada me
invitaron a una entrevista sobre la situación de los valores en el país. Un
tema amplio y complejo de abordar, sobre todo por el riesgo de
quedarnos solo en el análisis teórico del problema.
Decidí aprovechar una
diligencia para comprar unas medicinas en una farmacia de La Candelaria y poner
todos mis sentidos para detectar lo que, seguramente veo diariamente, pero no
logro observar con la atención necesaria
por estar pensando en lo que tengo que hacer a futuro y no
con que estoy viviendo en el momento.
A las 11 en punto salí de la
sede de Cecodap, a 3 cuadras de la
estación del metro de Chacaíto. Al iniciar la caminata lo primero que observé fue
las maltratadas aceras, sus grietas,
huecos, ausencia de alcantarillas… Desperfectos que diariamente trato de esquivar
para no tener otro accidente como el de meses atrás en el que se me fracturó la nariz por culpa de una acera rota.
Al llegar a una esquina de
la avenida Casanova topé con un grupo de
6 personas, entre los que se encontraban
3 niños, que se disponía a
almorzar sacando los desperdicios de la
basura. Seleccionar lo “comible” mientras destrozaban las bolsas y esparcían el resto de los desperdicios en la calle. Dos perros hacían
lo posible para comer los suyo.
Con esta imagen continúe mi
recorrido rumbo al metro. En la
trayectoria un joven terminó de tomar su café y lanzó el vaso al piso, podía pasar
de desapercibido porque no era el único recipiente en el suelo del bulevar de
Sabana Grande.
A un costado, en una larga y
apretada cola la gente se empujaba para lograr entrar a las camionetas que van
al este de la ciudad.
Logré llegar a las puertas de
la estación, cerca de la entrada, dos niños menores de 12 años, vendían
cigarrillos. El mayor ostentaba uno en su boca. Entré al metro, las escaleras mecánicas no estaban
funcionando. Continué con mi tarea de
observar y pude percatarme de gente muy delgada. Una esbeltez que mostraba
deficiencia de nutrición. Otras con ropa deteriorada y en malas condiciones
higiénicas. Entraba y salían caras de no
estar precisamente alegres, serenas,
satisfechas, al contrario algunos rostros lucían grises, a pesar de estar escondidos
con el maquillaje, ausentes de sonrisas.
Por el torniquete reservado
para las personas de la tercera edad dos
adolescentes, una mujer joven con un uniforme azul descaradamente se coleaban
sin que nadie dijera nada.
Con un poco de retraso, por
fin llegó el vagón: En Chacaíto entra y sale mucha gente, con el impulso del
empujón entramos de un solo golpe. Las palabras “disculpe”, “buenos días”, “permiso”
brillaron por su ausencia.
De pronto una voz de una mujer
se escucha en el pasillo: “Disculpen, no es mi intención molestarlos, solo
quiero pedir apoyo para comprar una base para sostener la bolsa que debo llevar
por una operación de colon que me hicieron en el hospital hace poco, no le
deseo a nadie lo que estoy pasando… si me quieren ayudar que Dios
los bendiga y si no también”
Antes de llegar a la próxima
estación se dispuso a recoger el dinero de quienes se compadecieron,
paradójicamente venía de las personas que se veían más golpeadas
económicamente.
Por fin llegué a la estación
Parque Carabobo, bajé del vagón y miré
el piso en el que resaltaban múltiples pegostes. La sección que estaba
cubierta por un desgastado vinil grisáceo, se notaba que en algún momento fue negro. Resaltaban recuadros de vinil que levantaron y no fueron sustituidos. Al
salir de la estación un hombre, en plena entrada, se bajó el cierre de la bragueta y comenzó a orinar al lado de la
puerta, delante de todo el mundo, entre los que se encontraban tres funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana.
Por suerte, muy cerca estaba
la farmacia, entré y tomé mi número. En la cola como un eco se escuchaba el
acostumbrado: “No hay”. Llegó mi turno. Pregunté por el medicamento para la
tensión que estaba buscando. Sin haber terminado la frase la farmaceuta exclamó:
“se agotó”. Con rabia, frustración e indignación miré mi reloj y vi que eran las
11:20 am. Tomé aire y continué mi periplo.
Durante 20 minutos viví y
sufrí un deterioro físico y humano que golpeó mis ojos. Me dolió sentir que de
tanto topar con él podemos llegar a acostumbrarnos.
Hasta la próxima resonancia
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