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martes, 26 de abril de 2016

SE PUSO REBELDE Y CONTESTÓN


Fecha: 10-03-2016



Se puso rebelde y contestón
La comunicación es la pieza clave. (Créditos: Archivo)
Por: Óscar Misle, @oscarmisle


Alberto, 15 años, con mucha rabia reclama: “Mi papá cree que siempre tiene la razón. Cuando quiero plantearle mi punto de vista se pone furioso y me llama ¡falta de respeto! Siento mucha rabia e impotencia, me dice  que no me ponga así. Eso me enfurece aún más y le contesto mal”

Alberto está viviendo su adolescencia y seguramente se da cuenta de situaciones que de niño creía que no le molestaban, como por ejemplo, las incoherencias o incongruencias de los adultos, las formas impositivas que utilizó su familia para que hiciera caso. Posiblemente recibió agresiones y tuvo que quedarse callado para no irrespetar a sus  padres, abuelos y docentes.

Ahora que es un adolescente detona su resentimiento descargando su rabia contra los diferentes miembros de la familia,  cobrando  “viejas cuentas”.

¿Qué puedo hacer?

La rebeldía no es en sí misma una actitud negativa. Es importante que aceptemos que es la forma en que protestan o reclaman comportamientos del entorno que consideran obtusos, injustos y absurdos.

Revisar las pautas de disciplina. Para Identificar si creció en un ambiente hostil, donde la forma de resolver los conflictos fue a través de la violencia, agresión, gritos e insultos. Debemos  revisar  cuán hostiles somos y qué actitudes asumimos cuando hay algo que no nos convence o en aquellas situaciones en que alguien nos lleva la contraria, la forma en que manejamos la frustración.

Chequear la forma de comunicarnos. Cuando se tornan reiteradamente rebeldes, es importante estar atentos si en los momentos conflictivos le permitimos expresar sus sentimientos y emociones sin juzgarlo, escuchándolo, e inclusive parafraseando, que no es otra cosa que devolverle con nuestras palabras lo que dijo, para que se sientan escuchados y podamos corroborar si interpretamos bien lo que nos quiso transmitir.

Expresar nuestros puntos de vista  y sentimientos sin engancharnos. Muchas veces olvidamos que somos adultos y nos entrampamos emocionalmente en discusiones en las que tratamos a toda costa de tener la razón, y utilizamos los gritos, ofensas, intimidaciones y manipulaciones para defender nuestra posición.

Esto que pudiera parecer una señal de autoridad, puede ser leído como un signo de debilidad, pues logran con su comportamiento intimidarnos y descontrolarnos. Es importante recordar interiormente: “En esta situación el adulto soy yo”. Luego, respiramos profundo y le decimos: “En estas condiciones no podemos comunicarnos. Vamos a darnos un tiempo y cuando estemos más calmados retomamos la conversación”.

Identificar  nuestras reacciones. Puede ser que en algunos casos reaccionemos agresivamente y en otros seamos más flexibles, dependiendo de nuestro estado anímico. Hay acuerdos que se pueden negociar; pero hay otros que no, especialmente aquellos que ponen en riesgo su integridad física e incluso la vida. En esos casos siempre es importante hacerle sentir que entendemos su rabia, descontento y malestar, pero, por el amor que le tenemos, es nuestro deber protegerlo; por lo tanto en esa solicitud o anhelo no podemos complacerlo y argumentamos por qué no es conveniente.

Seguimos creciendo juntos


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