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jueves, 30 de enero de 2014

PERDONAR ¿ES OLVIDAR?

La violencia se hace presente en lo cotidiano, tanto  que a veces nos cuesta reconocerla. Se utilizan métodos violentos para resolver conflictos. Se atenta contra la integridad de alguien para obtener algo a cambio; se agrede a los que no comparten las mismas ideas;  hay agresiones por abuso de poder, por ser o pensar diferente, se utilizan celulares e Internet, redes sociales para intimidar, descalificar, humillar…

En muchas de nuestras casas seguimos recurriendo a métodos violentos para educar y corregir. Creemos que se olvidan porque el perdón lo puede todo. Nos olvidamos que perdonar no es fácil cuando existe tanto dolor, rencor, por las heridas que siguen enconadas y escondidas en el condón emocional.

El rencor es un resentimiento. Es una variante del odio que puede acompañarnos silenciosamente y enturbiar nuestras emociones: nos hace vivir a la defensiva o la ofensiva, tratando de buscar en todas partes a quién responsabilizar de nuestras heridas de la niñez y adolescencia. 

Las heridas que se expresan con el rencor mantienen el dolor en nuestra mente y corazón. El problema del rencor es que tiene un efecto acumulativo y suele generar el deseo de venganza. Generalmente se vive en silencio y nos corroe interiormente. Toma el timón,  dirige nuestras emociones buscando siempre el ofensor, real o imaginario. Ese ofensor puede disfrazar a quienes realmente nos hirieron y son con frecuencia quienes más amamos.

EL PERDÓN PUEDE LIBERARNOS

No significa olvidar, sino adquirir, poco a poco, la capacidad de recordar la ofensa sin experimentar dolor. Hay mucha resistencia a aceptar que el perdón no es olvido. El perdón no significa excusar o justificar el mal o injusto comportamiento de quienes nos hirieron. Tampoco es resignación, negando la rabia y el dolor.

Perdonar no es quitarle importancia a  los eventos ocurridos, justificando a quienes nos agredieron. El perdón no es un acto instantáneo que nos lleva inmediatamente a la reconciliación con el agresor.
Es ingenuo pensar que con el perdón la persona que nos agredió cambiará o modificará su comportamiento; por lo menos de forma instantánea. Es un trabajo interior en el que debemos procesar lo sucedido para transformar esa rabia enconada que infecta nuestras heridas y no las deja cicatrizar.

Lo más difícil del perdón es realizarlo sin expectativas, esperando que el agresor acepte su error, porque ese deseo si no se cumple nos puede llenar de mucha  frustración y seguiremos secuestrados por el resentimiento.
La reciente pérdida del  expresidente de Sudáfrica y nobel de la paz Nelson Mandela, quien estuvo encarcelado 27 años, y que a pesar de todo lo vivido tras las rejas, no dejó  que el odio, el resentimiento y la venganza secaran su corazón; al contrario: construyó una Sudáfrica sin Apartheid, igual para todos.
Mandela nos dejó como legado que el perdón es posible. Su decisión de no hacer a los demás lo que le hicieron a él se tradujo en una larga vida de 95 años abogando por la unión y la solidaridad.

Seguimos Creciendo juntos


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