Páginas

miércoles, 29 de enero de 2014

HERIDAS QUE MUERDEN

No en pocas ocasiones, cuando me rasuro, por no tener la paciencia y el cuidado necesario, me  corto la cara. Esa  herida pequeñita, pero sangrante, me genera mucha rabia y angustia. Quisiera tener el poder de parar la sangre en el momento que quiero y como quiero, olvidando que, por más pequeña que parezca, es una lesión que se hace sentir y que tiene su tiempo de coagulación y cicatrización. Cuando la herida física no se atiende a tiempo, de forma adecuada, puede infectase con  lesiones que hacen que se torne más grave.

Las heridas y cicatrices emocionales no son tan fáciles de detectar. Necesitan ser desnudadas porque han sido encubiertas y se enconan por años. Si no cicatrizan adecuadamente pueden generar daños profundos, silenciosos, que nos afectan y nos marcan psicológica y emocionalmente, personal y socialmente.
Desde hace 11 años tenemos en nuestra casa a Samba, una gatica con pinta de pantera en miniatura. Cuando era bebé, le tocó presenciar una agresión criminal a su mamá. En su presencia le mutilaron la cola y le fracturaron la pata trasera derecha. Esa imagen quedó tatuada en ella. Quedó profundamente herida emocionalmente, tanto que no acepta  que la  toquen, ni acaricien; sin embargo, necesita sentir la proximidad de las personas  que la cuidamos y amamos aunque no sepa cómo responder a ese  amor.

En el fondo nunca comprendimos a Samba y soñamos que algún día, mientras vemos el televisor, nos sorprenda subiéndose a nuestras piernas para ser acariciada como el resto de nuestros gatos que conviven con ella.
Cuando se enferma y debemos llevarla al veterinario, a pesar de su malestar, debilidad y vulnerabilidad de su herida sale una fuerza que se traduce en arañazos y mordeduras a quienes intentan tocarla. Con el tiempo entendimos que no era ella quien nos agredía, eran sus heridas las que mordían.

MORDER… O FLORECER EN LA EMPATÍA

Lo curioso es que con los únicos con quienes controla su agresividad es con los médicos veterinarios. Con recelo, permite que le sanen sus heridas. Imagino que nos pasará algo similar cuando vamos a un buen psicoterapeuta y nos mostramos menos defensivos y agresivos, especialmente con los que tienen mayor gentileza, cuidado y habilidad para tocar nuestras heridas.       

La violencia intrafamiliar, escolar, social… deja heridas que muerden. Sus dientes son las palabras, los golpes, omisiones, exclusiones, traiciones y todos los otros tipos de agresiones.
Como toda herida, las emocionales también se enconan. Se infectan y el dolor nos puede  llevar a aislarnos, apartarnos para lamerlas, como hace el animal herido. También nos pueden animar a juntarnos con otros heridos y, en ese resonar del dolor compartido, acercarnos para darle vida y contenido vivencial a las palabras conexión, empatía, misericordia y compasión.

La cicatriz, más que una marca, es una señal. Tiene su propio lenguaje. Nos recordará siempre lo que pasó, y dependerá de cada quien cómo lo asume: si para morder o florecer.
“Algunas palabras abren heridas. Otras abren caminos”, José Narosky

Seguimos Creciendo juntos


Leer mas en: http://www.revistadominical.com.ve/noticias/firmas/la-violencia-deja-heridas-que-muerden.aspx#ixzz2rnZX9Pjc

No hay comentarios:

Publicar un comentario

VIOLENCIA. HAY QUE HABLAR CON LOS NIÑOS

  Óscar Misle Óscar Misle Los recientes enfrentamientos armados en la Cota 905 y comunidades aledañas y los operativos que se van realizan...