Las emociones tienen como misión hacernos reaccionar ante los acontecimientos que suceden afuera, ¿Pero que sentimos adentro? Ya lo decía Virginia Woolf, lo peor que le puede pasar a una persona es no sentir. La emoción es una activación fisiológica que habla a través de sensaciones y reacciones que afectan - positiva o negativamente - nuestro comportamiento.
Nuestro mundo afectivo no está coloreado con colores simétricamente separados. En lo cotidiano se mezclan el dolor y la rabia. Un caso evidente es en los momentos de duelo por una pérdida humana o el extravió de algo materiales.
No es fácil definir una emoción, y ha sido mucho lo que se ha dicho del tema. Resulta complicado descifrar algo que es tan íntimo y personal. Sabemos que aunque se expresan orgánicamente no son respuestas fisiológicas.
Ramiro Calle lo expresa muy bien cuando nos dice: “Un lágrima no es solo un líquido que contiene sal y fósforo. Es una gota en la que hay sentimiento y vida, bien sea de alegría o dolor”.
Desde que existimos, las emociones son respuestas que surgen de forma inesperada y nos delatan cuando enrojecemos por rabia o vergüenza, temblamos por el miedo o nos excitamos frente a una imagen erótica. Las emociones nos impulsan a realizar una acción que puede tener un fin, cuando las reprimimos explotamos y agredimos porque se nos fue de control.
Cada emoción tiene un objetivo para cumplir, cuando estamos asustados nos paralizamos, es en ese instante podamos decidir lo que debemos hacer, si lo enfrento o escapo. Es la alarma que pone a nuestro cuerpo en alerta. Si agarramos una rabieta el corazón se pone a millón, y una descarga de adrenalina nos llena de la energía necesaria para responder con fuerza.
Cuando nos sentimos contentos, gracias a las endorfinas, nos embriaga una sensación de bienestar, aumenta la energía y nos sentimos motivados para hacer lo que nos proponemos.
La tristeza “nos pone de parada”. Hay un descenso en nuestro ritmo metabólico, nos baja la energía y en ese “apagón” nos detenernos por los efectos de la desilusión o la pérdida.
Los seres humanos transformamos en ira muchos de nuestros sentimientos por fatiga, frustración, impotencia, culpa, decepción, rechazo e injusticias. Es fundamental comprender que detrás de la rabia de un niño o niña (que generalmente va asociada a una conducta negativa) puede cohabitar otro sentimiento que no siempre se expresa.
Si desde nuestros primeros años no podemos expresar nuestras emociones, las heridas por el dolor, la tristeza o las rabias reprimidas, ellas se encargarán de tomar la palabra y utilizarán el cuerpo como su principal altavoz.
Diciembre es un mes en el que las emociones suelen activarse. La noche buena y el año nuevo, nos recuerdan situaciones vividas, relaciones que terminaron y seres queridos que se fueron; pero también es una oportunidad para que el abrazo de año nuevo sea el acercamiento de dos corazones que abrazan para agradecer la vida, la salud y el amor.
¡Feliz año!
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