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martes, 11 de junio de 2013

Las madres adolescentes ¿Celebran su día?

De pronto descubrimos que nuestra hija, con apenas 14 años, se inició sexualmente, bien sea por algo que leímos en su mensajería, redes sociales o porque escuchamos algún tipo de comentario. Nos surgen una serie de temores como por ejemplo el embarazo. Y cuando menos imaginamos, lo que era solo un temor, se traduce en una realidad ¡Está embarazada!

Las estadísticas del Fondo de Población de Naciones Unidas hablan por sí solas: Venezuela encabeza la lista de países de Sudamérica con mayor número de embarazos adolescentes, con una cifra que está cerca de los 120 000 embarazos anuales. Realidad que exige que la prevención se convierta en una política pública, prioritaria, con programas que propician la activa participación de las familias, centros educativos y comunidades.

Un embarazo cambia la vida de los adolescentes. En el caso de la mujer se convierte en un factor de riesgo que puede poner en peligro su salud física y emocional porque no está preparada corporalmente ni es suficientemente madura para asumir tal responsabilidad. El hombre también se “embaraza”, solo que culturalmente la responsabilidad cae sobre la mujer, cuando se convierte en padre y no sabe qué hacer con sus sentimientos contradictorios. La angustia de tener que ser un proveedor económico y el vacío emocional de no saber cómo expresar el amor puede hacer que el miedo le lleve a huir.

Los bebés también tienden a sufrir riesgos importantes, porque suelen nacer prematuros, con partos complicados que pueden comprometer su salud y vida.
En el caso de los embarazos no deseados son altas las posibilidades de que los bebés sean víctimas de violencia física o emocional, y hasta el abandono.

¿Qué podemos hacer?

Formar para una sexualidad sana, placentera y responsable. Hablamos de formar y no solo de informar. Una investigación realizada por una empresa demostró que de cada 10 adolescentes embarazadas 8 tenían la información de cómo evitar un embarazo. Lo que demuestra que la información por sí sola no basta. Hay que considerar otros aspectos, como por ejemplo: el valor que se le da culturalmente a la maternidad, la necesidad de conseguir el afecto en unos brazos aunque sea a través de una relación sexual no protegida, la búsqueda de salidas de hogares inhóspitos o donde el abandono está presente, la presión social, las resistencias en torno al uso de métodos anticonceptivos. La formación para el ejercicio responsable de la sexualidad debe comenzar desde los primeros años.

Conocer cuáles son los métodos de anticoncepción. De tal forma que podamos, en el momento que se presente la oportunidad, conversar. Se tiene la percepción de que hablar sobre estos temas puede despertar el interés de nuestros hijos e inclusive estimular las relaciones sexuales y la promiscuidad. Sin embargo, la información es importante para que los adolescentes tomen las decisiones correctas cuando tengan que tratar temas relacionados con su sexualidad y sean capaces de implementar métodos para prevenir embarazos no deseados.

Concebir la salud sexual y reproductiva como un derecho. Según la LOPNNA, todos los adolescentes tienen derecho a ser informados y educados, de acuerdo a su desarrollo, en salud sexual y reproductiva para una conducta sexual y una maternidad o paternidad responsable, sana, voluntaria y sin riesgos.

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