“Me llamo Roberto. Me duele y da rabia confesar que todos los días Carlos Alberto se mete conmigo, se burla de mí. Dice que soy raro, me quita el dinero. Tiene un grupo de chamos que se ríen de sus burlas, y creo que es porque tienen miedo de que les pase lo mismo que a mí, o tal vez quieran ser como él. Me amenaza si no dejo que se burle de mí. Me dice que me voy a arrepentir. Me siento solo, triste, con vergüenza, culpable por ser así y tengo miedo de comentárselo a mi familia y profesores. A veces me provoca desaparecerme para siempre”.
La historia de Roberto nos muestra cómo el acoso escolar es una forma de violencia que se da cuando un estudiante que se considera o es más fuerte y poderoso, como el caso de Carlos Alberto, utiliza el poder para hacerle daño a alguien más pequeño o débil.
Para cumplir su cometido Carlos Alberto utiliza, de forma intencionada y reiterada, agresiones físicas, verbales o psicológicas para hacerle daño a Roberto, quien no se defiende y se convierte en su víctima.
Agresiones de vieja data
El acoso escolar no es nuevo, lo vivimos y sufrimos desde hace muchos años, así lo comentan nuestras familias, amigos y educadores, solo que en esos tiempos no se le reconocía como violencia a pesar de los efectos emocionales que generaba y que convirtió a muchos adultos en seres temerosos, inseguros, intolerantes, defensivos… dificultando su capacidad de relacionarse con los demás.
El que sea una realidad de vieja data no le quita importancia, al contrario, requiere que revisemos esa forma tradicional de divertirnos a costa de los demás, y no con los demás.
También se suele decir, para justificar el acoso, que es la forma coloquial de nuestra cultura de echar broma, tal y como pasa con el famoso y muy difundido “chalequeo”, especialmente cuando lo usamos para burlarnos de alguien que tiene alguna condición diferente con el fin de molestarlo, hacerle sentir mal, avergonzado y humillado.
Desde la educación inicial debemos estar atentos; identificando si en los juegos los niños y niñas utilizan las agresiones para divertirse y generar malestar y dolor a otros
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El acoso implica una relación de poder. Lo utilizamos para obtener popularidad y control mostrándonos como el más fuerte, el más popular… Por su condición, las víctimas se convierten en el blanco de burlas, segregación y exclusión. Los califican como “raros” por su apariencia, condición física, estatura, procedencia, nivel académico, rendimiento escolar, orientación sexual, preferencias políticas o religiosas.
El acoso escolar habla de la muy poca tolerancia a la diversidad y de la violencia como formas de vincularnos. El tema se complica por estar enmascarado con el chalequeo y pasa desapercibido. Lo consideramos “cosa de muchachos” y olvidamos que es violencia. No la debemos dejar pasar.
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