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martes, 11 de junio de 2013

La adolescencia ¿Una alcabala por la que no se logra pasar?

El pasado miércoles 29 de mayo Cecodap presentó el Informe sobre muertes violentas de niños, niñas y adolescentes. Producto de una investigación realizada por Andrea Chacón   y José Fernández, su objetivo fue caracterizar y analizar el impacto de la violencia en niños, niñas y adolescentes para el período 1997 al 2009.

El Estado venezolano ha tenido éxito en la aplicación de políticas públicas para la prevención y disminución de las muertes ocasionadas por enfermedades prevenibles infecciosas, parasitarias y bacterianas, que dependen del entorno socioambiental del niño o niña; con una repercusión en la disminución de la mortalidad infantil, uno de los ejes de tratamiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, los cuales  suscribe Venezuela.

El problema es que se están salvando vidas de niños y niñas en sus primeros años de vida; pero las pierden al llegar a la adolescencia al ser víctimas de muertes violentas, especialmente por armas de fuego.

A partir de los 12 años, los adolescentes se convierten en los principales protagonistas de las muertes violentas. Estos hechos se muestran de forma más intensa entre los varones. En un hecho violento, resulta bastante probable que exista un adolescente varón fallecido con edades de entre 12 y 17 años.

LA ESCUELA ES ESCUDO DE PROTECCIÓN
En el caso de las adolescentes, viajar como “parrillera” en las motocicletas parece empezar a jugar un rol determinante en el aumento de las muertes por accidentes. Por otro lado, resulta preocupante ver la mortalidad en la población adolescente producto del “embarazo, parto y puerperio” que han aumentado año a año, duplicándose la cantidad entre 1997 y 2009.

Según revela el informe las localidades con más intensidad de las muertes violentas con armas de fuego son eminentemente urbanas y se concentran principalmente en la zona norte costera de país. Además, resulta claro que la mayoría de ellas son capitales o zonas metropolitanas.

En los meses de vacaciones escolares aumenta la incidencia de este tipo de hechos: enero, agosto y diciembre. Esto evidencia  la importancia que tiene la asistencia a los centros  educativos como espacios de  protección cuando la inseguridad personal está a la vuelta de la esquina.
Es dramático constatar que las tasas de muertes violentas han aumentado en el tiempo para todas las edades. Este incremento ocurre de forma desigual: entre los adolescentes de 12 a 14 años, la tasa se casi se duplica entre 1997 y 2009; mientras que para los de 15 a 17 años prácticamente se triplica y llega a posicionarse en 79 muertes por cada 100.000 NNA en 2009.
Con estos datos urge una política de desarme para evitar que la adolescencia no se convierta en una alcabala por la que no se logre pasar. Promover y defender el derecho a la vida debe ser un compromiso del Estado y de la sociedad en su conjunto.

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