Oscar Misle
Aunque se sabe que la
diversidad es la expresión de las
diferencias y que esto se traduce en el
reconocimiento del derecho de los otros a ser distintos. Cuando se habla de diversidad
se tiende a pensar en diferencias
raciales y de sexo; sin embargo la diversidad es una realidad inherente al
desarrollo humano.
En los centros
educativos no faltan los niños y
adolescentes que muestran intolerancia a quienes perciben como diferentes o “raros” por su
condición o apariencia física, intelectual, preferencia o comportamiento
sexual, orientación religiosa…
condiciones que convierten a los rechazados en blanco de burlas,
exclusiones, humillaciones…
La forma de
manifestar su intolerancia a la diversidad se expresa de
manera explícita con palabras o agresiones físicas o
con gestos, símbolos…
Las agresiones por
diferencia de género y por las representaciones sociales que se
tiene de los comportamientos masculinos o femeninos, favorece que
los niños y niñas reproduzcan creencias que perpetúan el rechazo y uso del poder físico o emocional
para humillar, agredir, descalificar, a los del sexo opuesto o del mismo
sexo.
Es propio en
los estudiantes constituir pequeños grupos que manejan códigos
comunes en su forma de pensar, sentir vestirse, preferencias
musicales, intereses, estatus social…
En un mismo
salón pueden coexistir varios grupos. El problema es cuando
la convivencia se ve afectada cuando estas diferencias se traducen en
ofensas, agresiones físicas… o se autoexcluyen y no participan, y
sabotean al resto del salón.
La anulación física o simbólica del otro siempre genera
violencia. Como educadores y
familias hay que estar pendientes de
identificar cuáles son las razones o las causas por las que se están dando
determinados comportamientos.
La doble moral
La discriminación por la orientación sexual de los estudiantes y
educadores es una de las más evidentes expresiones de la doble moral.
Teóricamente se maneja el discurso de la inclusión, el respeto a la diversidad
en todas sus formas, pero en la práctica cuando se presenta un caso de
atracción sexual entre estudiantes del mismo sexo se activan los prejuicios
existentes y generadores de rechazos que se enmascaran con argumentos morales,
religiosos que ponen en evidencia una profunda
homofobia que estigmatiza y
promueve la exclusión.
Las familias cuando se enteran de una situación de este tipo, suelen
detonar las alarmas a través de las redes sociales, muy frecuentemente por los
grupos de whatsapp que son utilizados
como drenaje de lo que sienten, con juicios y comentarios ofensivos y
discriminatorios que atentan contra la
dignidad de los estudiantes involucrados. Les transmiten a sus hijos estos
sentimientos y estos a su vez lo expresan en los centros educativos.
En nuestra experiencia los estudiantes suelen ser más tolerantes que sus
familias; pero la presión social de los adultos logra condicionarlos: “No me
gusta que te reúnas con él” “Atento si te hace alguna insinuación o quiere
abusar de ti” Se concibe que por ser
como es ya es una amenaza.
La doble moral se evidencia en las actividades formativas en las
escuelas. Sus comentarios y reflexiones suelen ser de reconocimiento y respeto
a la diversidad, no revelando lo que realmente sienten y piensan. Esta realidad
es evidente en los casos de acoso
escolar o bullying a estudiantes que
tienen una orientación sexual distinta o una determinada forma de ser, hablar o
proceder que pone en duda su masculinidad o feminidad. Hemos escuchado
comentarios en los que se plantea que el
estudiante se buscó la burla o provocó la agresión por ser “raro” y denotan
alivio de que su hijo sienta este tipo de rechazo, porque lo preserva de llegar a asumir un comportamiento similar.
Educar para el respeto a la
diversidad exige la revisión de nuestras creencias, prejuicios, solo de esta
forma podremos establecer relaciones inclusivas, justas y respetuosas.
Por nuestra condición de seres humanos somos iguales, como personas somos
diferentes y como ciudadanos tenemos los mismos derechos
Hasta la próxima resonancia
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