Los adolescentes pueden ocultar la verdad por diferentes razones o decir “medias verdades” por miedo a cometer “sincericidios”. Puede ser porque sus padres sean muy rígidos y poco tolerantes y prefieren mentir para evitar sermones, castigos, agresiones…
Con frecuencia son testigos de cómo sus padres, familiares, maestros utilizan la mentira como excusa para evadir responsabilidades. Argumentan que no pudieron ir a la reunión del liceo porque estaban trabajando y resulta que estaban de compras, en la peluquería…
No siempre se puede ni debe decir lo que se siente o piensa de alguien, porque esa franqueza puede ofender, humillar o hacer daño. En los centros educativos es común que se hagan bromas por alguna característica o condición de otra persona y esto genera situaciones hostiles, inclusive violentas. Es el caso típico del acoso escolar, bullying o en nuestro contexto el chalequeo
No se trata de decir lo contrario de lo que se piensa; vamos a ilustrarlo con un ejemplo: si alguien se hace un corte de cabello y no me gusta, si no me pide mi opinión no tengo porque decirle “que feo te quedó ese corte”. Y si me pregunta, tampoco le voy a decir “que bonito te quedó”. Quizás le puedo responder “lo importante es que tú te sientas bien con tu nuevo estilo de cabello” o “me gustaba más tu cabello largo”. Depende de la persona, de su capacidad o disposición para recibir y procesar las críticas.
LA CONFIANZA NO SE DECRETA, SE GANA
Paradójicamente suele pasar que las personas francas, que dicen todo lo que piensan y sienten, suelen ser muy susceptibles a las críticas. Les molesta cuando alguien les hace un comentario sobre lo que piensan o hacen y se ponen defensivas e incluso ofensivas.
En ocasiones, especialmente en el caso de padres separados, los hijos pueden mentir u ocultar la verdad para proteger al padre o a la madre, porque saben que si hacen algún comentario posiblemente afloren los resentimientos que existen por los conflictos de la pareja.
Es el típico caso del adolescente que sale el fin de semana con el papá. Almuerzan comida rápida y cuando llegan a la casa y la mamá o abuela le pregunta: “¿Qué comiste?” inventa un menú balanceado, sano, nutritivo que no tiene nada que ver con las hamburguesas que se comieron.
La confianza no se decreta, se gana cuando se da la posibilidad de crear un clima de intimidad en el que nos sintamos cómodos, sin miedo a expresar lo que sentimos por la reacción defensiva u ofensiva de quien escucha. Con nuestra actitud podemos abrir las puertas para la comunicación o podemos cerrarlas porque nuestras palabras y gestos refuerzan el “contigo no se puede hablar” que comúnmente dicen nuestros hijos y también parejas, familiares o compañeros de trabajo.
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