Óscar Misle
Una de las inquietudes de la educación es cómo formar para el ejercicio responsable de la ciudadanía, el meollo es ¿cómo se come eso? Es un reto que exige un proceso real de formación, que promueva la participación de la comunidad educativa y que se revierta en respuestas que logren el impacto esperado, pero sobre todo no se quede en un mero enunciado cargado de buenas intenciones y generador de muchas frustraciones.
Una de las inquietudes de la educación es cómo formar para el ejercicio responsable de la ciudadanía, el meollo es ¿cómo se come eso? Es un reto que exige un proceso real de formación, que promueva la participación de la comunidad educativa y que se revierta en respuestas que logren el impacto esperado, pero sobre todo no se quede en un mero enunciado cargado de buenas intenciones y generador de muchas frustraciones.
Esta aspiración contrasta con las condiciones de los centros, en muchos casos precarias: instalaciones con falta de mantenimiento, poca dotación de recursos, condiciones laborales insuficientes, falta de capacitación del personal… Situaciones que en sí mismas son generadoras de hostilidad y violencia.
En el supuesto de que esas condiciones mejoren y el acto educativo se realice en condiciones dignas, ¿podemos asegurar que no habrá más violencia escolar? ¿Puede la escuela dejar de ser generadora de violencia?
"Déjenme dar mis clases tranquilo; que las familias, policías y políticos se pongan de acuerdo para resolver los problemas que nos afectan". Si pensamos de esta forma, que no hay nada que hacer o que toda la solución la tienen los otros, todo lo que se pueda proponer no tiene sentido.
Lo cierto es que la violencia está en escena, protagonizando. Como espectadores nos preguntamos: ¿Qué hacer?. La violencia en los centros educativos, es un monstruo de mil cabezas, es como esa filtración que de pronto descubrimos por una mancha que aparece en la pared y comienza a deteriorar la casa. ¿Dónde esta la avería?. Nuestra primera reacción es culpar al vecino, el que vive al lado, al del piso de arriba. Pero no nos preguntamos si la avería la tenemos dentro, porque eso significa, demoler,reparar, reconstruir y eso genera trabajo y molestias.
Tenemos que partir de la realidad, sin ingenuidad, entendiendo y sintiendo que hay situaciones reales de amenaza, que atentan contra la integridad física, psicológica y emocional de las y los estudiantes, docentes y nuestra. Necesitamos actuar, emprender este viaje exige que revisemos nuestra "filtración interior" para identificar la avería, y tomar la decisión de remodelar, reconstruir y transformar lo ya vencido. La clave: abrazar la mente y el corazón para darle espacio a los sueños, con pie en tierra, pero con las alas de la inspiración
Hasta la próxima resonancia
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