Cuando vemos a algún ser querido o cercano expresar sus sentimientos, inmediatamente, movidos sin dudas por el amor, hacemos lo posible por “cambiarle” la frecuencia y sintonizarlos en un canal diferente, en otras palabras, cambiar su emoción. Tratamos de ”preservarlos” inventando algo que distraiga su dolor, para que no sufra, para que no sienta, para que no se altere, para que no llore, y sin darnos cuenta, lo que hacemos es ahogarlos en su propio caldo, que pudiese ser muy nutritivo para su crecimiento emocional, pero nuestros propios miedos tienen más poder que nuestras intenciones.
En muchas oportunidades he escuchado la preocupación de docentes, familiares, amigos… de no saber que hacer o decir cuando un niño o niña pierde un familiar o una mascota y comienzan a manifestar su dolor, expresar su rabia, miedo, tristeza, vacío…
Ana Hirts una querida amiga escritora, en su cuento “La Arruga”, narra como esa arruga en la sábana nos despierta con una sensación de molestia, incomodidad, la tramos de alisar, pero sigue ahí, terca y no nos deja dormir.
En algún momento de nuestra intensa vida hemos tenido un dolor emocional que es como esa arruga en la sábana. En la soledad de la habitación, hemos tratado de alisarla y a pesar de nuestro esfuerzo, porfiada como ella sola, sigue ahí. ¿La opción? Reconocerla, aceptarla, hasta que logramos envolverla en nuestro sueño hasta asumirla y aprender a convivir con ella, para descubrir que nos revela, que nos muestra, porque puede ser que la verdadera arruga nos este afuera sino dentro, solo de esta forma es posible dormir con ella sin que se arrugue nuestro corazón.
Seguimos resonando
Un abrazo
Hola Oscar siempre tan acertado en tus comentarios gracias por regalarnos tus mensajes que nos ayudan a reflexionar y seguir adelante de la mejor manera!!!
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