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miércoles, 30 de septiembre de 2020

¿MENTIRAS PIADOSAS?

 

Oscar Misle

 En las consultas que nos  hacen a Cecodap en esta  cuarentena prolongada, a las familias le surge la duda sobre si decir o no la verdad en aquellas situaciones dolorosas o difíciles; como por ejemplo la enfermedad o muerte de un ser querido conocido por el coronavirus, ¿hasta cuándo durará el encierro?, ¿cuándo podré abrazar o besar a mis abuelos? Podemos pensar que una mentira piadosa les puede mitigar o evitar el dolor.

 

¿Por qué mienten los adultos?

“Nuestros padres nos mentían para ocultar la realidad; como por ejemplo: noticias tristes. Nos asustaban con la policía, el coco… para preservar su control de autoridad. Lo hacían porque no sabían cómo responder a las preguntas incómodas. Más si se trataba de temas como la sexualidad. Optaban por una opinión rápida que les permitía manejar sus propias angustias porque no sabían cómo decir esa verdad dolorosa a los hijos, con la intención de evitar su dolor.

La verdad, por más dolorosa y difícil, contribuye al desarrollo cognitivo y emocional de los hijos. Los prepara para la vida, para gestionar emociones en situaciones difíciles; pero además es importante para enfrentar los retos y desafíos de las situaciones complejas que vivimos.

Las “mentiras blancas” le quitan importancia al hecho. Enmascaran la realidad. Los niños son muy observadores, quizás no sepan completamente lo que sucede; pero se dan cuenta que hay algo extraño en nuestras explicaciones. Pueden dejar de preguntar pero no por eso dejan de sentir curiosidad. Muchas veces en lugar de la mentira se instala un síntoma. Los padres utilizan la mentira para evitar la confrontación. Para promover objetivos de comportamiento a corto plazo. Lo importante para el largo plazo es ayudarlos a encontrar sus propios recursos para autoregularse y autogestionar las situaciones complejas” (Nora Souki, psicóloga clínica y escolar).

Los padres pueden mentir para ocultar el dolor o sufrimiento en situaciones como: enfermedades, especialmente las crónicas o con diagnósticos complejos, información sobre separaciones, migración, muerte, cuando le hacen las tareas a los hijos o inventan argumentos para encubrir su incumplimiento, para ocultar comportamientos inadecuados de los hijos, suele pasar cuando son quienes acosan en casos de bullying.

Pueden mentir para mantener tradiciones o promover rituales (Niño Jesús, Ratón Pérez) que no en pocos casos generan frustración y desencanto.

 
¿Por qué mienten los niños?

-       En los primeros años pueden confundir la fantasía con la realidad.

-       Pueden inventar historias para ser reconocidos y aceptados.

-       Para proteger a uno de los padres de los comentarios del otro, en caso de separaciones suele ser comunes

-       Como autoprotección para no ser agredidos o usados.

-   Por miedo a la reacción de los padres, especialmente aquellos que son muy estrictos o agresivos y les cuesta autocontrolarse.

-   En los  duelos  o situación adversas los  niños y niñas puede utilizar las mentiras  como mecanismos de defensa y encubre  los sucedido con una historia  que le es menos traumática

    Se dice que las mentiras son del tamaño de las  verdades  que  ocultan. Incluso las  tiñen de color de acuerdo a su intensidad; por ejemplo las “Mentirillas  blancas” que sean del color  que sea  son mentiras  que ocultan verdades.

Podemos ocultar la verdad por diferentes razones o decir “medias verdades” por miedo a cometer “sincericidios”. Preferimos callar para no  someterse a la reacción de  quienes escuchen la confidencia.

Las mentiras  son utilizadas para evadir responsabilidades, para no  asumir las consecuencias de los actos. Cuantos en la cuarentena, teniendo los hijos como testigos, usan argumentos falsos para justificar su omisiones o incumplimientos  en el teletrabajo. “Se fue la luz”, “No tengo intenet”,” No tengo datos”, como son hechos que en nuestro país resultan creíbles para los demás;  pero no para nuestros hijos. Aprenden más con lo que ven que con lo que les decimos.    

Ciertamente no siempre se puede ni debe decir lo que se siente o piensa de alguien,  porque esa franqueza puede ofender, humillar o hacer daño.

Las personas “francas” sin “pelos en la lengua” suelen ser muy  buenas haciendo críticas; pero muy  malas recibiéndolas.

No se trata de decir lo contrario de lo que se piensa; vamos a ilustrarlo con un ejemplo: si alguien se hace un corte de cabello y no me gusta, si no me pide mi opinión no tengo porque decirle “que feo te quedó ese corte”. Y si me pregunta, tampoco le voy a decir “que bonito te quedó”. Quizás le puedo responder “lo importante es  que  tú te sientas  bien  con  tu nuevo estilo de cabello” o “me gustaba tu cabello largo”. Depende  de la persona, de su sensibilidad, de su capacidad  o disposición para recibir y procesar las críticas.

En ocasiones, especialmente en el caso de padres separados,  los hijos pueden mentir u ocultar la verdad para proteger al padre o a la madre, porque saben que si hacen algún comentario posiblemente afloren los resentimientos que existen por los conflictos de la pareja.

Es el típico caso del hijo que pasa el fin de semana con el papá. Almuerzan comida rápida y cuando llegan a la casa y la mamá le pregunta: “¿Qué comiste?” inventa un menú balanceado, sano, nutritivo que no tiene nada que ver con las hamburguesas que se comieron.

La confianza no se decreta. Se gana  cuando se da  la posibilidad  de crear un clima  de intimidad en el  que nos sintamos cómodos, sin miedo a expresar lo  que sentimos por la reacción defensiva u ofensiva de  quien escucha. Con nuestra actitud podemos  abrir las puertas para la comunicación o podemos cerrarlas porque nuestras palabras, gestos refuerzan el “contigo no se puede  hablar” que comúnmente  dicen nuestros  hijos y también  parejas, compañeros de trabajo.

.Si las mentiras  son permanentes hay  que preguntarnos lo  que  está tratando de preservar o si hay una  situación psicológica  que le hace desvirtuar la realidad.   

 Hasta la próxima resonancia

 

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